Por
Eduardo Tagliaferro
Se terminó la crisis política, era la opinión
de los principales dirigentes aliancistas durante el acto en el que los
nuevos funcionarios del gabinete de Fernando de la Rúa realizaron
su juramento de rigor. La asunción de Carlos Becerra al frente
de la SIDE, de Horacio Jaunarena como secretario general de la Presidencia,
de Nilda Garré como viceministra del Interior y de Marcos Makón
como secretario de Coordinación de la Jefatura de Gabinete determinó
el retorno a la Casa Rosada de importantes dirigentes radicales y una
nada desdeñable troupe de frepasistas. Volvió la Alianza,
fue la frase que para sintetizar el acto, deslizó a Página/12
un destacado miembro de la coalición gobernante. Entre tantas presencias,
por ausencia brilló el ex vicepresidente, Carlos Alvarez.
La Casa de Gobierno tuvo ayer espectáculo continuado. Primero fue
la presentación de la reforma política (ver páginas
4 y 5). Sin solución de continuidad vino la jura de los nuevos
funcionarios, lo que produjo alguna escena llamativa. Por ejemplo, cuando
el ex ministro del Interior Carlos Corach y la jueza federal Servini de
Cubría que salían del primer acto se cruzaron con los frepasistas
Marcela Bordenave y Juan Pablo Cafiero que concurrían a la jura.
Los dos diputados oficialistas miraban de reojo al ex ministro menemista
y a la jueza vinculada a él, como preguntándose qué
hacían en lo que se imaginaban era una especie de relanzamiento
del gobierno aliancista.
No sólo hubo distinta asistencia, también distintos climas.
En el de reforma política primó la formalidad, en la jura
primó el fervor partidario. Un símbolo: el más aplaudido
fue el ex presidente Raúl Alfonsín. También movieron
el aplausómetro el flamante jefe de los espías, Carlos Becerra
y la vice de Interior, Nilda Garré. Todo un dato que aludía
a la presencia de nutridas hinchadas radicales y frepasistas.
En verdad, para todos los concurrentes el acto resultó la contracara
de la memorable jura del 5 de octubre, aquella en la cual el Presidente
delarruizó su gabinete, confirmando al jefe de la SIDE
Fernando de Santibañes y ascendiendo a secretario general a Alberto
Flamarique. En ese entonces, lo más destacado de la ceremonia fue
la bronca de Chacho Alvarez y la falta total de entusiasmo de los radicales.
Flamarique no estuvo esta vez. De Santibañes sí. Con su
típico aire entre distraído y decontracté fue el
último en ingresar al Salón e hizo todo lo posible por pasar
inadvertido. Salvo por un detalle: su corbata dorada podía ser
divisada desde la city porteña. Ubicado bajo un busto de San Martín
y cerca de la puerta, la sombra del detective millonario desapareció
antes de que ningún periodista pudiera pedirle una opinión.
Yo estoy con el Presidente, fue lo único que dijo De
Santibañes mientras bajaba sonriente, del brazo de dos mujeres,
las escalinatas de la Casa de Gobierno.
La tradición dice que el secretario general de la Presidencia suele
ser el hombre de mayor confianza del Presidente. Con su jura, Horacio
Jaunarena se convirtió ayer en el tercer secretario que tiene De
la Rúa en los últimos 19 días, después del
paso efímero por el cargo de Alberto Flamarique y de Carlos Becerra,
que ayer cambió su destino por el de secretario de Inteligencia.
Jaunarena juró primero, por Dios, la Patria y los Santos
Evangelios. Becerra, Makón y Garré lo hicieron sólo
por la Patria. Detrás del Presidente se ubicó
la totalidad del gabinete, incluida Graciela Fernández Meijide,
la única ministra del Frepaso cuya presencia en estos actos es
buscada y luego destacada entusiastamente por todo el entorno
del Presidente, como prueba de la unidad de la coalición gobernante.
A la izquierda de los ministros estaba el titular de la Cámara
de Diputados, Rafael Pascual y a su derecha el autovotado
presidente de la Corte Suprema, Julio Nazareno. Con una corbata de fuerte
tono amarillo, cuasifluorescente, estilo Versace, digna competidora de
la de De Santibañes; Nazareno acompañó el acto con
seriedad imperturbable.
El rostro serio y algo contraído del Presidente contrastó
con el ánimo casi festivo de la mayoría de los radicales
y frepasistas. No lucía tan enojado como Alvarez el 5 de octubre
pero tampoco tan alegre como casi todos los asistentes.
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