Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

OPINION

La política derrotada

Por James Neilson

Si existiera una Internacional Neoliberal, una versión hipercapitalista de la vieja Comintern bolchevique, sus estrategas estarían festejando las alternativas más recientes del drama aliancista. Sabrían que la eyección de su agente, Fernando de Santibañes, de su puesto como mandamás del espionaje criollo y chico malo de las reuniones de gabinete no fue un revés para la causa neoliberal sino un éxito nuevo, porque debido a su salida el Gobierno tendrá que esforzarse aún más por convencer a los mercados de su voluntad de “hacer los deberes”. Tal como están las cosas, los partidarios del neoliberalismo no pueden perder. Ante cada embestida alfonsinista o avance frepasista, Machinea se ve obligado a deslizarse un poco más hacia el extremo derecho del mapa económico. Si no lo hace con el vigor deseado, habrá un revuelo tremendo y lo reemplazará López Murphy. Y si éste vacilara, habría un nuevo gabinete: incluso si su jefe se llamara Eduardo Duhalde, tarde o temprano éste tendría que portarse como el mercado manda.
En la Argentina, lo económico ya está ganando el partido contra lo político por diez a cero. Su supremacía tiene muy poco que ver con la colonización del Gobierno por economistas formados en Estados Unidos. Se debe casi exclusivamente a la inoperancia ya tradicional de sus adversarios. Para que el resultado del partido sea por lo menos decente, los reacios a permitir que el mercado decida todo tendrían que ser ferozmente eficaces. Tendrían que ser administradores de primera lo bastante fuertes como para asegurar que todos los empleados públicos, desde los jefes máximos hasta los peones de limpieza, hicieran bien su trabajo. Por compromiso con el Estado y con el bienestar del pueblo, no tolerarían ningún acto de corrupción. Tampoco permitirían que la Justicia degenerara.
En algunos países, la mayoría de los políticos lo entiende: les parece evidente que si el Estado y otras instituciones no cumplen con sus obligaciones se producirá un vacío que el mercado en su forma más rudimentaria no tardará en ocupar. Aquí, casi todos los políticos creen que les es dado limitarse a conquistar puestos para ellos mismos y para sus amigos, hacer tropezar a los rivales, congraciarse con los votantes, ufanarse de su propia sensibilidad hablando de los nobles, nobilísimos, que son sus principios y de su odio implacable hacia el neoliberalismo o lo que fuera. Les obsesionan sus juegos internos y, gracias a la ausencia de contrincantes, el campo queda libre para que los empresarios y financistas sigan anotando más goles.


 

PRINCIPAL