Por
Raúl Kollmann
La Bonaerense contra la Gendarmería y la Gendarmería
contra la Bonaerense. La Federal contra la Bonaerense, ésta contra
la Federal y contra el Ejército. La Gendarmería contra el
Ejército. En las últimas dos semanas se han disparado las
internas entre las fuerzas de seguridad: se disputan espacios estratégicos,
pero también oscuros negocios. Unos acusan a otros de encubrir
contrabandos, piratas del asfalto, robo de armas, fomentar asaltos a bancos
y hasta darles cobijo a quienes se escaparon de su lugar de detención.
En verdad, las internas se fomentan en un momento en que el gobierno nacional
tiene la firme decisión de integrar los esfuerzos para combatir
el delito: el ministro del Interior, Federico Storani, está convencido
de que, si no se coordinan las frecuencias de comunicaciones, las bases
de datos y los informes de inteligencia, se pierde gran parte de la efectividad
en materia de seguridad. Al mismo tiempo, hay un beneficio adicional:
mucha coordinación entre las fuerzas también significa que
unos entorpecen los negocios de otros. Por esta última razón,
aparecen en las propias fuerzas los que boicotean todo, profundizando
las internas.
Hace dos semanas, el ministro de Seguridad bonaerense, Ramón Verón,
sostuvo que las armas largas de los delincuentes salen de los cuarteles.
Es decir que hombres verde-oliva las roban y las trafican. El Ejército
contestó que no hay faltantes en sus depósitos y, en privado,
los oficiales dejaron entrever que es la propia Bonaerense la que pone
en el mercado negro las armas que les va quitando a los delincuentes.
La semana pasada, otra vez Verón dijo que los delincuentes actúan
impulsados por la droga que la Gendarmería deja pasar por las fronteras
y que también las armas vienen del Paraguay. La Gendarmería
alega que no hay tráfico de fusiles ni de pistolas 9 milímetros
desde Paraguay y que, en verdad, esas armas vienen de la propia Bonaerense
o del Ejército.
En la Gendarmería dicen, además, que tienen unos 4000 autos
robados que fueron secuestrados en la frontera. La mayoría provienen
de la provincia de Buenos Aires, pero no los reclaman porque según
afirman hay negocios entre la Bonaerense y las empresas de recuperación
de vehículos. La policía no los devuelve ni se da por enterada
de que los autos ya están ubicados y las empresas cobran su comisión
por recuperarlos. La Bonaerense niega ese negocio y le devuelve la acusación
a la Gendarmería.
En la Federal, por su parte, sugieren que se ha producido un hecho extraño:
ya no hay tantos robos de blindados en el Gran Buenos Aires, sino que
ahora ocurren en la Capital, como sucedió en los casos de Aguas
Argentinas y la Boca. Lo mismo razonan sobre los asaltos a bancos: hay
menos que antes en territorio provincial y más en suelo porteño.
En privado, los hombres de la Federal aseguran que hay un pacto de sectores
de la Bonaerense con las grandes bandas: les dan vía libre, pero
para actuar dentro del territorio demarcado por la avenida General Paz.
Es más, hay oficiales de la Federal que juran y perjuran que la
Bonaerense no colabora en nada para ubicar al Tractorcito Cabrera y a
los dos paraguayos que se fugaron del Departamento Central de la Federal.
Por supuesto, los hombres de la Bonaerense insisten en que el crecimiento
de los robos y la fuga tienen que ver con problemas de ineficacia de la
Federal.
A todas estas acusaciones y réplicas hay que agregar que ninguna
fuerza quiere tener a la otra en su territorio. Por ejemplo, la Gendarmería
custodia algunos peajes y el Mercado Central en territorio bonaerense,
provocando la furia policial que insiste en que la Gendarmería
se ocupe de las fronteras, donde pasa buena parte de la droga. La Gendarmería
contesta que nunca se secuestró tanta droga en la frontera como
ahora, pero que los estupefacientes también van en camiones por
las rutas y que la verdadera razón por la que quieren sacar a la
Gendarmería del medio es por el acuerdo que hay entre policías
y piratas del asfalto.
Como se ve, las confrontaciones no tienen que ver con la mayor o menor
eficacia para combatir el delito. Justamente, el ministro del Interior
quiere poner el acento en que de una vez por todas debe terminarse la
guerra entre las fuerzas, como única manera de ganar en materia
de seguridad. Por primera vez en la historia, el miércoles pasado,
hubo una reunión de las cúpulas completas de la Federal
y la Bonaerense, con la venia tanto de Storani como del gobernador Carlos
Ruckauf. El encuentro, en la escuela Juan Vucetich, fue para romper
el hielo. A partir de ese momento, los centros de información
de ambas fuerzas empezaron a utilizar la misma frecuencia de radio, permitiendo
una coordinación en algunos operativos contra delincuentes que
roban en Capital y cruzan la General Paz. Fue el primer paso. Pero es
evidente que la competencia entre las fuerzas y, sobre todo los negocios,
son un durísimo obstáculo a vencer.
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