Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
ESPACIO PUBLICITARIO


EL CASO DEL ATENTADO A LA EMBAJADA ISRAELI EN LONDRES
Los culpables no tan culpables

Página/12
en Gran Bretaña

Por Marcelo Justo
Desde Londres

t.gif (862 bytes)  El conflicto palestino-israelí regresa al corazón de la Justicia inglesa. La Alta Corte de Apelaciones de Londres considerará hoy la apelación de dos palestinos condenados a 20 años de prisión por los atentados contra la embajada israelí y un local cultural judío el 26 de julio de 1994, una semana después de la bomba a la AMIA. Según la defensa, los dos palestinos son víctimas de una celada y de la necesidad de los servicios de seguridad de encontrar una cabeza de turco que encubriese su propia inoperancia.
En julio de 1994, el proceso de paz en Medio Oriente, que hoy está en llamas, atravesaba una de sus primeras pruebas de fuego con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Jordania e Israel. La obvia insatisfacción de sectores fundamentalistas árabes e israelíes y el atentado a la AMIA habían colocado en estado de alerta a los servicios de seguridad de las grandes capitales mundiales.
A pesar de ese estado de tensión, el 26 al mediodía, una mujer de “apariencia mediterránea” pudo estacionar sin el permiso correspondiente un coche Audi gris en un sector privado de estacionamiento al lado de la embajada israelí, en el corazón de la zona diplomática de Londres. Cuando un policía del cuerpo de protección diplomática la abordó, la mujer dijo que venía a visitar a unos amigos que vivían al lado pero que antes tenía que comprar cigarrillos en la esquina. Increíblemente, la mujer consiguió eludir al policía y dejar el coche. Unos minutos más tarde, el Audi volaba 15 metros y destruía el lado sur de la embajada, hiriendo a 14 personas. Esa misma noche una explosión similar en un local en el que funcionaban varias agencias judías en el norte de Londres dejó siete heridos. Una agrupación llamada “Resistencia palestina” se atribuyó ambos atentados que constituían un papelón para una nación que se preciaba del prestigio internacional de la Scotland Yard.
En enero de 1995, la policía arrestó a cuatro palestinos que vivían en Londres por “conspirar para causar explosiones”. En diciembre de 1996 dos de los acusados, Samar Alami, una ingeniera de 31 años, y Jawad Botmeh, un empresario de 29, fueron condenados a 20 años. Según la prensa británica, el juicio probaba que los dos “estudiaban para encubrir sus actividades subversivas” y que “fabricaron sus bombas con el conocimiento científico adquirido en universidades británicas”.
Ningún periódico mencionaba que los dos “experimentados subversivos” no tenían siquiera una coartada sobre lo que habían hecho el 26 de julio. Las dos pruebas centrales en su contra eran en apariencia de peso, pero también revelaban una extraordinaria ingenuidad. Más extraño aún, en los seis meses que mediaron entre los atentados y su arresto y los 11 que pasaron desde esa fecha hasta su condena (durante los que estuvieron libres bajo fianza), es que Botmeth y Alami viajaron por toda Gran Bretaña y fueron al extranjero, pero siempre volvieron a Inglaterra. El juez reconoció al final del juicio que las 10 semanas de audiencias habían sido como intentar “agarrar un jabón en el baño”. A pesar de ello, en un fallo de 11 a 1, el jurado los halló culpables.
Ahora una intensa campaña para liberar a ambos está en marcha encabezada por dos diputados laboristas –Jeremy Corbyn, líder de la lucha para extraditar a Pinochet, y Tonny Benn– y un ex ministro conservador, lord Ian Gilmour, que no tiene dudas: “La única razón por la que están presos es porque los servicios de seguridad están más interesados en encubrir su propia inoperancia que en encontrar a los verdaderos culpables”, según dijo a The Guardian.

 

KIOSCO12

PRINCIPAL