Por
Karina Micheletto
En 1980, en un caserón de Villa Adelina en el que vivía
la familia Vitale, deambulaba un nutrido grupo de músicos, poetas,
artistas plásticos, productores y sonidistas. Allí se gestaba
M.I.A. (Músicos Independientes Asociados), un ambicioso emprendimiento
de experimentación del que se desprendían diversas formaciones,
compuestas por gente como Alberto Muñoz, Lito Vitale, Mex Urtizberea
y Gustavo Mozzi. También estaban Liliana Vitale y Verónica
Condomí, dos adolescentes que comenzaban a experimentar con sus
voces. El dúo siguió buscando ritmos y melodías con
las voces como único instrumento y concretó dos discos,
Danzas de Adelina (1981) y Camasunqui (1982). Muchos años más
tarde, aun cuando cada una fue construyendo por su lado una sólida
carrera musical, Vitale y Condomí volvieron a reunirse en esta
particular propuesta, editaron en CD esos vinilos y volvieron a presentarlo
en vivo.
¿Cómo fue que decidieron retomar la producción
original del dúo?
Liliana Vitale: Este proyecto surgió hace muchos años,
empapado de la búsqueda libre y experimental de M.I.A. Después,
cada una tomó su camino, y no nos vimos durante mucho tiempo. Las
vueltas de la vida hicieron que nos volviéramos a encontrar en
las salidas del colegio de nuestros hijos, y con el tiempo empezamos a
redondear una relación de verdad. Nos dieron ganas de revisar el
material del dúo, y hace unos cuatro años empezamos a juntarnos
todos los lunes, como una cosa ritual, por el placer de hacerlo, buscando
en el mismo sentido de experiencia musical.
Verónica Condomí: Yo tengo la certeza de que la música
es para compartir. Me hace muy feliz comprobar que lo que hicimos hace
veinte años sigue siendo potente. En el medio hubo un enorme crecimiento,
que se nota en la soltura y en la fluidez del trabajo. Si cuando éramos
chicas éramos audaces, ahora que somos adultas seguimos siendo
libres, y eso me emociona.
¿Cómo definirían el trabajo del dúo?
L.V.: Lo nuestro es buscar con la voz. Trabajamos con la voz como
un instrumento, en su sentido más musical. Hacemos lo que se llama
discantos, cantos a dos voces, con un desarrollo contrapuntístico,
que no tiene armonía. En este juego de los armónicos las
notas suenan por simpatía: tiene cierto carácter que podría
calificar como hipnótico, aunque no tenga nada que ver con la new
age.
V.C.: La improvisación juega un lugar muy importante. Trabajamos
buscando melodías y ritmos, utilizando el lenguaje de diferentes
regiones como parte de la riqueza tímbrica, con el concepto de
que la voz también forma parte del color de una región.
Hay cierta idea de que este tipo de trabajos sólo es accesible
a un público entendido. ¿Creen que es así?
L.V.: No creo que sea una cuestión de entender o de ser músico
sino de tener una sensibilidad de músico, de estar abierto al juego.
Es cierto que hay ciertos chistes que sólo captan los
músicos, pero eso no significa que sólo puedan ser apreciados
por ellos.
V.C.: No es para un público de músicos sino para gente
que ame la música, que esté con la cabeza lo suficientemente
abierta como para escuchar otra cosa. Así como nosotras nos permitimos
la libertad de ser por momentos dos locas sueltas y por momentos dos señoras
serias, el público está con una apertura mental y sensitiva
para recibirnos.
¿Qué cosas quedan y qué cosas cambiaron en
estos veinte años?
L.V.: Estamos cantando cosas en su tonalidad original, una confirmación
de que la voz no envejece. Por el contrario, si se la cuida y trabaja,
madura. Quedan las composiciones que hizo Verónica para el dúo,
pero es como si cantáramos obras de otro, y tienen una enorme vigencia,
con un color latinoamericano y a la vez con un carácter armónico
muy moderno.
¿Piensan seguir trabajando como dúo?
L.V. --Si, claro. Por suerte, el dúo no depende de tener o no una
fecha...
V.C.: ...forma parte del abanico de posibilidades de nuestra vida
musical. Yo quiero seguir trabajando con mi trío, junto a Facundo
Guevara y Ernesto Snajer, con el ensamble de tambores, con otras chicas
con las que hago afrocubano y yoruba, y también con el dúo.
Estoy abierta a todo lo nuevo, por eso me encantó haber cantado
como invita111da de Los Piojos o de Divididos, músicos de otro
palo a los que admiro. Para mí, la vida y la música van
por el mismo carril. Yo canto todos los días de mi vida, y espero
poder hacerlo siempre, aunque no sea en un escenario.
|