Por
Mariano Blejman
Alberto Migré podría haber sido un buen chef, de no
haber sido porque prefirió abocar la creación de sus recetas
a la cocina de la radio y la televisión. Las tenía a montones,
cuando era un hacedor de éxitos populares, que las cátedras
ignoraban. Hoy parece dirigirse a los nietos de aquellas miles de mujeres
que suspiraban con hermanos no declarados, mujeres en celo, amores con
la servidumbre y ancianas malvadas que manejaban los hilos desde la oscuridad
cuando aparece como invitado permanente en el programa Marcapazos,
de la inefable Nancy Pazos. Migré está chocho, este mes:
desde hace tres semanas, conduce por Radio República (AM 530) un
ciclo denominado Permiso para imaginar, una reivindicación
del radioteatro en que suman esfuerzos Beatriz Taibo, Marilina Ross, Elena
Lucena, Norma Aleandro, Mabel Pesén, Dora Ferreiro y Aldo Barbero,
entre otros clásicos.
¿Por qué esta insistencia con hacer resurgir el radioteatro?
Creo que la radio es el medio más fantástico para
transmitir una ficción. Cualquier historia se puede hacer con siete
actores, un buen sonidista de sala y un buen operador o un buen libro.
Así sea Eva Perón, el hundimiento del submarino ruso o lo
que se me cante. En la radio el estado de la palabra es más puro.
Y yo creo que hay que limpiar el lenguaje. Los modismos son muy respetables,
pero el idioma está hecho pelota, está destruido. También
la noticia es más pura por radio que por televisión. En
la televisión la noticia es contada por una señora que está
muy maquillada y luego le ponen el traje que se pone es de fulano
de tal. Después uno no sabe si es un noticiero o un teleteatro.
¿Por qué cree que se perdió el espacio del
radioteatro?
Porque la Argentina es una fábrica de locos. Cuando nació
la televisión en los 50, llegó un loco administrativo
que entendió que estaba haciendo economía modificando la
programación radial en base a ese gran monstruo de la televisión.
Entonces dijo que la radio era música y noticias, con lo que desapareció
al radioteatro. Disolvió elencos estables, disolvió coros
estables, disolvió orquestas estables. ¿Pero cuál
es el sentido de esa economía? Porque un radioteatro no cuesta
más de diez mil pesos mensuales. Pero además destruyó
los archivos del radioteatro. Así como apareció en Santa
Fe Tire Dié en un tacho de basura, él tiró
todo: los bailables con Troilo y Piazzolla, por ejemplo. Dijo ¿para
qué?, esto es viejazo. Después pensó juntar
todas las radios en el Estudio B de Radio El Mundo y que de ahí
transmitiera un solo locutor apretando botoncitos.
¿Habla de una persona en concreto?
Fue un señor en concreto, con nombre y apellido. Yo no lo
quiero nombrar porque es hacerle publicidad, además no sé
si está vivo. No quiero nombrarlo. Yo me acuerdo perfectamente
cómo se llama. El tema es que lo hizo. Dijo que la radio tenía
que ser una cosa económica, rápida, pero ahora se lee el
diario y mal leído. La radio puede seguir siendo un espectáculo:
hay orquestas, hay buenos instrumentistas. Hasta el año 64
o 65 trabajaban en radiofonía en capital 12.500 personas.
Es claro que se cerró una fuente de trabajo fabulosa.
¿Qué rescata de la radio como medio?
Cuando yo cuento una plaza es la plaza que usted quiere ver, no
la que yo quiero. Cuando le describo un personaje y digo: este tipo está
despeinado y con barba y la remera es de color bordó, es el bordó
que quiere la gente, se imagina que está despeinado de otra manera,
con el pelo corto y no con colita. Quiero que la gente se entretenga,
se distraiga y sueñe con algo. Porque el arte de entretener a la
gente es muy difícil. Mi leit motiv es contar una historia de amor
bien contada.
¿Qué idea cree que tiene la gente de usted?
No sé, los argentinos son muy hipócritas.
¿Y cómo piensa que es su espacio actualmente en los
medios?
Los medios son medios porque no están enteros. Las corporaciones
tratan de que el autor desaparezca. El productor, en nombre del canal,
se toma el derecho de decir deme los derechos de esta novela de
por vida. Entonces, lo que yo pienso es que me debe pagar un millón
de dólares. Porque acá no existe el copyright, cuya ley
es de 1913. Si quiere mis derechos de por vida que me pague un millón
de dólares. Si no, ¿de qué hubiera vivido yo a partir
de este enojo? Se lo simplifico: usted es maestro de escuela y les pide
a sus alumnos que escriban una composición sobre San Martín
liberó a Chile. Los chicos hacen la composición, ¿de
quién es: del maestro o de los chicos? Pues la escribieron los
chicos. Las corporaciones lo prostituyen todo y yo no estoy dispuesto
a transar con eso.
Un
hombre insistente
He pateado lo que nadie puede imaginar, dice Alberto
Migré, que admite haber sido siempre un hombre insistente.
Con la hoy mítica telenovela Rolando Rivas, recorrió
los pasillos de los canales durante meses hasta lograr que saliera
al aire. La historia detrás de Permiso para imaginar
está llena de idas y venidas. La por entonces secretaria
de Cultura, Teresa Anchorena, le propuso el año pasado al
autor, quien ya había hecho su recorrido por Mitre, Radio
10 y América, que hiciera el programa en Radio de la Ciudad.
El proyecto quedó en la nada. Suele suceder que los
nuevos gobiernos vienen con grandes ideas, pero después no
tienen plata para materializarlas, sentencia Migré.
Fue gracias a la Fundación Maranata, que tiene un espacio
en Radio República, que pudo poner su proyecto en el aire
este año. Ahora espera tener una charla con Juan Alberto
Badía, director de Radio de la Ciudad, para lograr una mayor
repercusión de su ciclo, cuya transmisión se da cada
semana con una historia diferente donde se mezclan el suspenso,
la comedia y el humor. Va durar lo que podamos resistir, porque
ésta es una patriada, razona.
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