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�Yo soy y seguiré siendo rebelde,
no es algo que pase por la edad�

Gabriela, la primera mujer que grabó rock en la Argentina, tiene una sólida carrera en el exterior, casi totalmente desconocida aquí. �No es culpa de la gente, que recibe lo que le dan�, explica.

Gabriela apareció cantando en el festival B.A. Rock, cuando el rock era sólo cosa de hombres.

Por Cristian Vitale

t.gif (862 bytes) Cuando apareció flotando en flores hippies y cantando �Abre el día� y �Campesina del sol� en el segundo B.A. Rock, era como Joan Baez. Pero, a diferencia de Baez en Woodstock, a Gabriela pocos la amaban. Una mayoría de un país machista la resistía o al menos la ignoraba. A casi 30 años de aquello, sus pasos más recientes son dos discos hechos en San Francisco junto al guitarrista Bill Frisell, Detrás del sol (1997) y Viento rojo (1999), que tienen una hermosa poesía, música sin etiquetas y buena respuesta en el exterior. Aquí, claro, pocos los conocen, pero Gabriela aclara que �la gente no tiene nada que ver con eso, recibe lo que le dan. Si machacás con música fácil en la radio, terminás convenciendo a todos�.
Esos 30 años se resumen en seis discos �los mencionados y Gabriela (1972), Ubalé (1980), Friendship (1983) y Altas planicies (1991)�, 14 años en el exterior y dos parejas con notables del rock: Edelmiro Molinari, ex Almendra y Color Humano �de ahí su apellido en los 70� y Pino Marrone, ex Crucis, con quien convive hace 18 años. �A Edelmiro le estoy muy agradecida porque me enseñó mucho�, dice. �Yo no tenía idea de cómo hacer un disco o un show. Pino es el amor de mi vida y un músico increíblemente abierto. Con él se me abrió la cabeza.� Fue Marrone quien la tentó con hacer algo con Frisell: �Me hizo escuchar un tema de él que me encantó. Le puse mi voz a una de sus canciones y se la mandé. Pasaron dos meses y recibí un fax de Frisell, que decía que le había atravesado el corazón y que le gustaría hacer algo. La noticia me cayó en un momento en que estaba muy mal. Había terminado la promoción de Altas... y no había recuperado recursos para vivir y menos para un nuevo trabajo�. La experiencia le cambió la vida. �Frisell se convirtió en una especie de gurú musical para mí.� Y el idilio artístico siguió en un segundo trabajo muy distinto. �Soy y voy a seguir siendo rebelde. No pasa por la edad. Me gusta rebelarme contra la comodidad. Hubiese sido fácil grabar otro disco como Detrás del sol, pero quise probar otra ruta.�
�¿Y pudo plasmar ese cambio en Viento rojo?
�Sí, le pedí a Frisell que escribiera arreglos para violín, contrabajo, cello y guitarra. Decidí hacer un disco sin batería, un disco que flota, lo opuesto a lo que siento cuando entro a un bar o tomo un micro y escucho ese ritmo funk que pega todo el tiempo. Me pudrí de la cosa rítmica sin melodías ni armonías. 
�¿Por qué no lo toca en vivo?
�Es que necesito una infraestructura de músicos, luces y dinero. Y a esos discos no los conoce nadie. No puedo tocar sin que la gente conozca los temas.
�Aquí hay músicos que investigan en experimentos atípicos: Sami Abadi, Juan del Barrio, Samalea, Kabusacki... ¿por qué ninguno tiene difusión?
�Tiene que ver con los sellos, la gente que no se juega, los productores de espectáculos. La gente no se anima a lo experimental. Les parece que los pibes no van a ir y se olvidan de que hay pibes que no escuchan lo que escucha todo el mundo. Yo de joven era así. Y hay muchos como yo. Hacen falta mecenas. 
�¿Y en la compañía que edita sus discos son mecenas?
�Sí. Es gente que nunca habla de marketing, de comercializar. Es todo arte, música y creatividad. Me hace acordar mucho a los primeros �70. En esa época, uno hacía lo que hacía y lo entregaba a la compañía. No había filtros. Y eso es lo que me pasa a mí ahora.
�Hay un punto en el que su pasado y su presente se encuentran.
�Es que la vida es como una cadena gigante, y cuando mirás para atrás cada eslabón está unido con el otro, de una manera extraña. Mi pasado en la Argentina lo recuerdo muy bien, a pesar de la represión y todo. Fueron años que me dieron una gran fortaleza. No tanto por el medio musical, sino por la lucha por no desaparecer, por seguir entero. 
�Otro escollo era el machismo rockero. 
�No todo el mundo estaba dispuesto a recibir a una mujer cantando. Pero no era culpa de los hombres, sino de una sociedad militarista. Hasta el más pelilargo tenía esa cosa de torearte.
�¿Cómo ve hoy su primer disco, el primero de rock grabado por una mujer?
�En ese momento se separaba la música acústica de la eléctrica, lo cual era ridículo. Yo cantaba rock con una banda híper rockera, y también temas folk. No tenía prejuicios. Ese disco es como un grito primario, no sabía bien lo que estaba haciendo. Hoy les gusta a muchos porque tenía mucha honestidad. Había una cosa adolescente. Yo lo negué bastante, pero cuando se reeditó en CD lo volví a escuchar y me gustó.
�Mientras estaba en el exterior, en la Argentina aparecieron muchas mujeres haciendo rock...
�No es mi lugar opinar sobre otros. Lo único que puedo decir es que las mujeres son artistas, no son mujeres. No tienen sexo. Pero como fenómeno ya no me siento cerca del rock. Me gustan las letras del Indio Solari, porque veo mucha rebelión ahí. Pero prefiero escuchar a Goyeneche, Dino Saluzzi o a Atahualpa Yupanqui.

 

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