Por Ana Bianco
La idea no es nueva, pero atrae por el riesgo artístico que supone: el director de teatro Daniel Marcove convocó a cinco autores para que escribieran cinco monólogos y así comenzó a gestar La mayor, la menor y el del medio, una obra de autoría coral firmada por Lucía Laragione, Susana Gutiérrez Posse, Susana Poujol, Susana Torres Molina y Víctor Winer. La obra, compuesta por textos de una gran sutileza, se refiere a una familia en apariencia normal, �tipo�: una madre, un padre y tres hijos, producto de la apropiación ilegal durante la última dictadura. Estos dramaturgos, sin embargo, ya se conocían de antes, ya que conforman un grupo que participó con otros autores argentinos y españoles en el libro Monólogos de dos continentes (Corregidor 1999): La mayor, la menor y el del medio es su segundo trabajo grupal. En entrevista con Página/12, los cinco dramaturgos y el director de la obra, cuyo estreno está previsto para el próximo lunes en el nuevo espacio teatral Anfitrión, definieron la propuesta como �colectiva y autogestionaria�.
�¿Tuvieron dificultad para abordar una problemática tan próxima a la sensibilidad de la gente?
Susana Torres Molina: �No, al contrario. A mí me motivó la necesidad de seguir explorando en las heridas de nuestro cuerpo social, que no terminan de cicatrizar. El decretar olvidos y reconciliaciones por ley o puro voluntarismo es cruelmente injusto y tan perverso como la palabra �desaparecidos�.
Víctor Winer: �La desaparición y apropiación de personas era un tema que pasaba delante de mis narices, pero no me detenía a oler. Ante la necesidad concreta de reflexionar y crear alrededor de ello, entendí que había visto, escuchado y sentido mucho más de lo que me confesaba a mí mismo. De no haber tenido este estímulo exterior, seguiría conviviendo con estos temas en una especie de anestesia permanente. La daga que conlleva la sociedad argentina con esta problemática no es de truca y está clavada más profundamente de lo que pensamos.
Lucía Laragione: �Yo no tuve dificultad en abordar la temática de la apropiación de hijos. Recordé una historia que conocí en la que los denunciantes y apropiadores fueron los tíos de los chicos. Creo que las grandes tragedias colectivas sólo pueden revisarse cuando existe la suficiente distancia. No me parece casual que a casi sesenta años de ocurrido el Holocausto se escriba y se piense tanto sobre él.
�¿Qué aspectos consideraron relevantes para la elección de sus personajes?
V. W.: �Nuestro grupo se ciñó al tema de una familia y la represión vivida en nuestro país en los años de la dictadura. Creo que el personaje del Padre y yo nos fuimos gestando y conociendo simultáneamente. Al principio éramos dos desconocidos. El proceso creativo se encargaría de darnos intimidad.
Susana Gutiérrez Posse: �Mi elección respondió al deseo de escribir desde un personaje femenino. Aún ignoraba que la historia a contar me llevaría a descifrar un universo siniestro.
Susana Poujol: �En la elección de la actriz primaron mis ganas de trabajar con una persona joven debido a que en el proyecto anterior, Monólogos de dos continentes, me aboqué a la historia de una vieja actriz.
�En el texto es muy importante lo que no se dice. ¿Cómo trasladaron ese recurso a la escena?
S. T. M.: �Los conflictos surgen generalmente por lo que se intuye, pero no se explicita. Hay un subtexto. La familia convive como si no pasara nada. Se habituaron a mirar para otro lado. El no querer enterarse es clave en la trama. El saber obliga a hacerse cargo de ese conocimiento, con todos los cambios y rupturas que eso implica.
S.P.: �La relación de la hija menor con sus padres y en particular el oscuro vínculo que sostiene con el padre fueron tratados a la manera de un cuento. El secreto y el suspenso esconden un hecho desencadenante. De ahí el nombre de mi monólogo, �En lo oscuro�.
V. W.: �Teníamos una consigna: el texto debía llevar algo secreto en sus entrañas. Esto es muy difícil desde la voluntad o la racionalización. Hurgando en las imágenes ellas definieron hasta dónde, y de ese modo mostraron la punta del iceberg a voluntad. Así surgió mi monólogo Mago.
S. G. P.: �Lo que no se dice avanza a lo largo del texto para cubrir, para ocultar, es tan sólo una fuga sobre lo que no se quiere saber. Y como un sesgo demoníaco, insiste, en un eterno retorno en búsqueda de verdad.
�¿Cómo trabajaron para que las historias se ensamblaran, llegaran a un cierre en su entramado?
S. T. M.: �A mí me resultan interesantes los procesos colectivos, aunque resulten más laboriosos. En este caso, con los otros dramaturgos venimos reuniéndonos desde hace más de dos años y éste es nuestro segundo trabajo grupal. Y siempre es fluido el proceso. Todos apuntamos a que la obra sea la protagonista. Y en esa dirección puntual trabajamos. El conocernos mucho, autoralmente, también ayuda a los objetivos, como era en este caso lograr el ensamble.
L. L.: �El proceso colectivo de unión del material fue interesante. Nos pusimos de acuerdo sobre lo que queríamos lograr e hicimos un trabajo conjunto. La revisión final quedó a cargo de Susana Torres Molina.
EL DIRECTOR DANIEL MARCOVE EXPLICA EL PROYECTO
Una apuesta a varias voces
La mayor, la menor y el del medio surgió, según su director Daniel Marcove, �del requerimiento de un grupo de alumnos míos que anteriormente habían participado en un seminario, quienes me plantearon la frustración de no poder acceder a la fascinación del escenario, al encuentro con el público. Convoqué a cinco autores, con algunos de los cuales había participado en Fuego que enciende el fuego en el �97 que en ese momento fue un gran éxito. Quise retomar esa experiencia y con estos cinco dramaturgos que forman un grupo, aunque sin nombre, les planteé la creación de cinco monólogos sobre la familia. Surgió un tema rico, potente, como la apropiación ilegal de hijos. Son temas que tengo necesidad de contar en el escenario. El año pasado dirigí una obra sobre José Luis Cabezas y anteriormente Bar Ada, sobre Malvinas. Los dramaturgos escribieron sobre un miembro de una familia, se trató de vincularlos para que fueran los miembros de una misma familia y se realizó un ensamble. De otra manera iba a resultar escénicamente tedioso, un monólogo detrás de otro. En el escenario y en los ensayos íbamos encontrando otras opciones y de ahí surgió el último texto�.
�¿Qué nuevo desafío se le presentaba como director?
�El de unir escénicamente los monólogos y darles teatralidad a estos textos, donde cada uno tiene un mundo personal. Sentía que debían estar los cinco en el escenario y recurrí al living como lugar de encuentro de la familia. El material es de una gran calidad, de una gran sutileza, y requiere de la atención del espectador. Si algo no es entendido carece de importancia, porque igualmente hará vibrar el inconsciente del espectador. La sociedad y nuestro teatro tienen a veces una cruel distancia sobre estos temas. La agrupación HIJOS está al tanto de la obra: leyeron los textos, les interesaron y estuvieron en un ensayo. Mi estética siempre se basa en el autor, esencialmente. Yo pasé por experiencias en que a los autores no se los dejaba ingresar a los ensayos. Y quería trabajar con el autor vivo y como cómplice.
�¿Estrenar esta obra en un ámbito off como el teatro Anfitrión tiene una significación especial?
�Es la alegría de estrenar un teatro, un nuevo lugar donde dar rienda suelta a los sueños. Hacer teatro en estos circuitos es producto de una pasión. Compartimos este proyecto con Juan Parodi en la asistencia de dirección, Carlos Di Pasquo en escenografía y vestuario, Jorge Leyba en iluminación y Silvia Wladimivsky en la coreografía. Los actores autogestionaron el proyecto y con la venta anticipada de entradas se convirtieron en productores del espectáculo.
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