El cinismo �vale-todo�
Por Osvaldo Bayer
|
|
He estado visitando a los presos de La Tablada. Cincuenta días ya de su segunda huelga de hambre. Pálidos, muy delgados; sus ojos hundidos me miraban como preguntándome: ¿qué pasa? ¿Por qué todos hablan, van y vienen y nadie resuelve nada? ¿Por qué todos le quitan el bulto a algo tan sencillo: cumplir con una resolución de la OEA? Nadie les pidió otra cosa y desde ese momento todos los funcionarios se hacen los sordos, miran para otro lado; diputados y ministros que no cumplen lo prometido, que faltan a su palabra; la subsecretaria de Derechos Humanos que hoy dice una cosa, mañana otra, un ex ministro de Justicia que corría de un lado a otro con papelitos así llamados borradores...
Los argumentos en los recintos de diputados y senadores son más que lamentables; nadie sabe nada; nadie conoce la jurisprudencia; el hijo del asesino Bussi con lágrimas en los ojos y mocos colgantes metiéndose en un trabalenguas patriótico; Jaunarena, el radical hoy ascendido, haciéndose la víctima cuando fue ejecutor. Todo parece el juego a las escondidas cuando la resolución del organismo internacional es tan clara. Nuestros representantes se han convertido a la religión del cinismo: van a la cárcel a prometer a los presos en huelga de hambre y salen y hacen absolutamente lo contrario de lo que prometieron. Se han convertido en crueles burócratas sonrientes y disimuladas figuras que antes prometieron algo y fueron creídos y hoy no abren la boca porque podría ser perjudicial para su futuro político. De pronto no captan, no entienden, no les consta.
Pero atienda el lector a lo ridículo de la situación: el Gobierno esperó hasta cincuenta días de la segunda huelga de hambre para reconocer que el pedido de los presos era justo. El comunicado reciente del Ministerio de Justicia del hermanísimo Jorge de la Rúa señala textualmente: �La democracia restaurada había adherido, en 1984, por ley 23.054, al Pacto de San José de Costa Rica, de protección de los derechos humanos. En ese pacto se reconoció la intervención de los organismos internacionales, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que los países aceptaron en resguardo de los derechos que el Pacto establecía�. Y sigue el comunicado de Jorge de la Rúa: �Los condenados de La Tablada acudieron a esa comisión planteando que se había violado la exigencia de doble instancia que surgía del art. 8,2 h, del pacto y según el cual todo condenado tiene derecho a recurrir su condena ante un juez o un tribunal superior.� Luego expresa que la Comisión de la OEA concluyó en un pronunciamiento de la comisión que instaba al gobierno argentino a que se les reconociera a los condenados otra instancia�.
Y ahora viene el reconocimiento del gobierno de De la Rúa: �Se trata de una recomendación que la Nación debe acatar por los principios del derecho internacional�. Y culmina así: �Es el cumplimiento de una obligación internacional�. Y aquí cabe la pregunta: ¿Y, señor presidente De la Rúa, recién ahora? ¿Y para eso dejó que los presos pasaran casi cien días entre las dos huelgas de hambre con todo el dolor que eso trajo a sus familiares? La irresponsabilidad de este gobierno, de los legisladores, de sus jueces es vergonzosa. Después que los Roggero, los Bussi, los Eduardo Menem, los Jaunarena y toda la cohorte se explayaran con una irresponsabilidad y una crueldad inusitada y que el gobierno radical se callara la boca y sus ministros y subsecretarios se lo pasaron diciendo nimiedades, pretextos, y hasta gansadas (basta recorrer los diarios de estos últimos tres meses), resulta que los presos tenían razón. ¿Quién esel responsable de tamaña perversidad, de esta total irresponsabilidad? Las coimas de los senadores y este cruel comportamiento de los gobernantes en este hecho nos hablan del clima que vive la República. ¿Quién se hace responsable de los daños sufridos por la democracia en este procedimiento vergonzoso? Un preso de La Tablada me decía ayer una verdad que, claro, poco importa a quienes tienen la sartén por el mango: �Cuando los militares les mostraron armas, los gobernantes en seguida corrieron a votar obediencia debida y punto final; cuando nosotros le mostramos los tratados internacionales se hicieron los indignados y salieron con cualquier pretexto�. Es cierto esto y uno de los que más abogó por el perdón a los criminales uniformados de la desaparición de personas fue el hoy presidente de la Nación, basta leer las crónicas de aquellos días.
Los médicos de la Liga por los Derechos del Hombre han alertado repetidas veces por el estado de salud de los prisioneros. Pero nadie de los responsables los lee. Están en otra cosa. Pero eso sí, cuando dos de los prisioneros, por su estado de salud, fueron trasladados al Hospital Fernández, el ministro del Interior, señor Storani, mandó un verdadero batallón de policías federales a custodiarlos. La experiencia fue una disparatada parodia: los policías ocupaban los pasillos donde debían pasar los enfermos, por las noches reinaba la algazara entre ellos. Todos con armas largas. (Storani apenas manda un agente con arma corta a la casa del máximo criminal de la República, al dictador Videla. Pero más para protegerlo de los escraches que para custodiar que no se escape.) Los presos de La Tablada fueron devueltos del Hospital Fernández a la cárcel, al día siguiente, con el pretexto de que por su estado de debilidad podían contraer cualquier clase de enfermedades por los virus que probablemente pueblen un hospital. Pero, claro, se los mandó de nuevo a la cárcel donde hay ratas del tamaño de perros y hay enfermedades entre la población penal. El asesino Camps, verdugo máximo, murió con el solícito cuidado de veinte enfermeras y siete médicos en el Hospital Militar. El presidente De la Rúa se entrevistó con Martínez de Hoz y se negó a recibir a una delegación de intelectuales argentinos que iban a pedir justicia para los presos en huelga de hambre. Democracia argentina. El Presidente argentino y su señora concurrieron a varios oratorios en Galicia para rogar por su gobierno.
Sagrado corazón de Jesús, tened piedad de nosotros.
El cinismo termina por carcomer los cimientos de la República.
REP
|