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Gabriel Cevasco buscó y encontró su identidad

Las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaron ayer que con Gabriel, 24 años, llevan identificados setenta nietos. Su madre está desaparecida. Su padre, Enrique, lo pudo abrazar después de casi veinticuatro años.

María Leiva, la mamá, junto a Gabriel de apenas tres meses, poco antes de desaparecer.

Por Victoria Ginzberg

t.gif (862 bytes) Gabriel Matías Cevasco supo a los seis años que era adoptado. Pero no sabía que su familia biológica lo buscaba, aunque lo empezó a intuir en su adolescencia. El año pasado se decidió y fue a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi). El miércoles pasado se enteró que era hijo de María Delia Leiva de Cevasco, quien fue secuestrada el 11 de enero de 1977, y de Enrique Cevasco. Esta semana, Gabriel Matías se encontró con miembros de su familia, entre los que estaba su papá. Las Abuelas de Plaza de Mayo expresaron a través de un comunicado su satisfacción por la resolución de un nuevo caso de un hijo de desaparecidos que �se encuentra a sí mismo�.
El 11 de enero de 1977, a las 14, la psicóloga María Delia Leiva de Cevasco, de 28 años, esperaba el colectivo frente a la textil San Andrés en San Martín, donde trabajaba. La mujer, que tenía a su bebé de tres meses en brazos, fue obligada a ascender a un vehículo por varias personas de civil que se identificaron como policías. 
A pesar de la búsqueda que hizo su familia �a través de hábeas corpus, trámites en la Policía Federal, Minoridad, Episcopado, Ministerio de Interior, Cruz Roja Internacional, Naciones Unidas y la OEA�, nunca se tuvo noticias de lo ocurrido con María Delia ni con su pequeño hijo. 
Por el sitio donde fueron secuestrados, resultan responsables de sus desapariciones el ex comandante de Institutos Militares y jefe de la zona 4, Santiago Omar Riveros, y el coronel Ovidio Pablo Riccheri, quien mandaba en el área 430 y era director de la Escuela de Caballería. 
Mientras su abuela, su papá y su tía, entre otros parientes, investigaban su paradero, el bebé fue entregado por medio de una mujer que trabajaba en la policía a una pareja sin hijos y sin contactos con los militares. El matrimonio que crió a Gabriel Matías le dijo, cuando tenía seis años, que él era �hijo del corazón�. El niño creció con esa información hasta que en su adolescencia ató cabos, fechas y circunstancias. Ayudó en el proceso haber leído en una oportunidad una entrevista a la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto; y averiguar que, a pesar de ser adoptado, fue anotado como hijo propio. Además, a través de un contacto con gente cercana a la mujer que lo había entregado cuando era un bebé, supo que �era hijo de terroristas�. Gabriel Matías, que vive en Entre Ríos, se presentó el 25 de febrero del año pasado ante la Comisión por el Derecho a la Identidad que dirige Claudia Carlotto y luego se dirigió a la sede de Abuelas. El 1º de marzo el joven, hoy de 24 años, extendió el brazo para someterse a los análisis genéticos que podrían devolverle su identidad. Esta semana, un año y medio después, se tuvieron los resultados de la pericia genética que arrojó con un 99,994 por ciento que es hijo de María Leiva Sueyro y de Enrique Eduardo Cevasco. El hombre está vivo y el miércoles se pudo estrechar en un abrazo con el hijo que no veía desde el 11 de enero de 1977. �El encuentro con su familia fue inmediato y conmovedor, así como su deseo de conocer a quienes lo buscamos. Sus palabras de emoción significaron lo que las Abuelas sostenemos con seguridad: nuestros nietos nos están buscando�, manifestó el organismo de derechos humanos. Gabriel Matías Cevasco se convirtió en el nieto recuperado número 70.
La búsqueda de su propia identidad que hizo Gabriel Matías no es única. Hace unos años, una joven que había sido anotada como María Carolina Guallane conmovió a quienes la miraban por televisión mientras pedía saber quién era. Los Guallane no le habían ocultado que era adoptada y ella presentía que sus verdaderos padres eran desaparecidos. El 24 de noviembre de 1998 las pruebas realizadas en el Hospital Durand le confirmaron a María Carolina que era hija de Blanca Zapata y Enrique Cortassa, que desaparecieron el 11 de febrero de 1977. María Carolina supo que en realidad era Paula Cortassa y que además tenía un hermano o hermana que buscar, ya que su madre estaba embarazada cuando fue secuestrada. Javier Viñas también se acercó por su cuenta a las Abuelas. Su caso es algodiferente porque sabía que lo estaban buscando. Había sido apropiado por el represor Jorge Raúl Vildoza y viajó desde su incierto destino para someterse a los análisis de sangre. 
Las Abuelas siguen convocando con éxito a los jóvenes que dudan de su identidad. Este año, una campaña en radio, televisión y medios gráficos provocó que más de doscientos chicos llamaran a la sede de la institución e iniciaran un camino para saber si son hijos de desaparecidos. 

 

 

opinion
Por Rubén Berguier *

Delich y la escuela privada

El pasado 26 de octubre, Página/12 publicó un reportaje a Andrés Delich, viceministro de Educación. A través del mismo nos enteramos que envía a su hijo al Colegio Pestalozzi, escuela privada ubicada en uno de los barrios más aristocráticos de la ciudad. Igual que la ex ministra de Educación, Susana Decibe, optó por la enseñanza privada para sus hijos.
Todo un símbolo, un mensaje para las capas medias urbanas; si ellos, que se supone que conocen el tema, optan por pagar una escuela privada, habrá que hacer lo mismo si queremos educar a nuestros hijos.
Ellos saben que con los fondos que se invierten en educación es poco lo que se puede mejorar. Saben que nuestro país tiene una inversión por alumno no sólo muy por debajo de cualquier país del primer mundo sino también menor que Chile y Brasil, por ejemplo.
Saben también que las escuelas públicas no deben esperar grandes inversiones en los próximos años. Cuando la periodista le pregunta de dónde saldrán los fondos para todas las transformaciones educativas que plantea, dice que �tal vez la plata necesaria no es tanta� y que �hay que pensar en una reorganización laboral de los docentes�.
Por ello optan por la escuela privada y, como él dice, no lo ve como una mala señal para la sociedad. Años atrás hubiera sido impensable que un político de los grandes partidos populares enviara a sus hijos a una escuela privada. Hoy, salvo honrosas excepciones, todo ha cambiado. En campaña electoral, se sacan fotos rodeados de chicos con guardapolvos blancos y luego, sus hijos, se ponen el uniforme.
Esta nueva generación de políticos abandonó lo público, sea la Escuela, el Club, la Sociedad de Fomento. Al optar por la educación privada para sus hijos, pierden, incluso, la interesante y agotadora experiencia de la Asociación Cooperadora, evitan el intercambio con los vecinos, con la gente común.
Quedan pocos como el inolvidable Jaimovich, cuya actividad en el Partido Socialista la complementaba con el movimiento de Asociaciones Cooperadoras.
La escuela privada no ha podido demostrar en la Argentina tener más calidad pedagógica que muchas escuelas públicas. Hay más control y más homogeneidad, con las ventajas y desventajas que ello trae aparejado.
Los que, como Delich, abandonan la educación pública, no conocen ni entienden sus problemas y, aunque no lo crean, con el esfuerzo de toda la comunidad educativa, la ciudad de Buenos Aires cuenta con innumerables escuelas públicas de tanto o más nivel que muchas escuelas privadas.

* Secretario de la Junta de Clasificación Docente del G.C.B.A.

 

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