Por David Hirst *
Desde Dubai
¿Alguna vez tuvo la necesidad de dormir en una cama giratoria? ¿O cenar en un restaurante subacuático al que se llega con un submarino? Si es así, el Burj Al Arab, un hotel recientemente inaugurado en una isla artificial del Golfo, el más pequeño y más lujoso del mundo, es el lugar para usted. La maciza cama con dosel que lo hace girar en su sueño a una velocidad soporífera es de verdad. El submarino de diez asientos es sólo realidad virtual: lo lleva desde el nivel del hall a uno inferior, pero simulando un viaje acuático, con pescaditos que miran por las escotillas, mientras se le abre el apetito pensando en los camarones a rayas del Golfo o el caviar de Irán que vendrán.
El polvoriento y pequeño puesto de tráfico petrolero de hace 40 años es ahora una de las ciudades más políglotas y modernas del mundo, una futura Costa Azul del Golfo. Pero en una ciudad de superlativos, el Burj Al Arab es único en su clase. Un escritor profesional de viajes dijo, algo desdeñosamente, que a Madonna le encantaría ese templo de furiosos excesos, donde todo lo que no es oro �2 mil metros cuadrados de su superficie están cubiertos en oro 22 quilates� es mármol y mosaicos relucientes, o las más mullidas alfombras en violentos colores primarios. Como hazaña de ingeniería y arquitectura, en la rebuscada calidad de los materiales que la componen, en su a menudo impresionante uso de temas regionales �por ejemplo, el antiguo Egipto� el hotel es más que la locura de un sheik petrolero.
Sin embargo, no sería Dubai si no rompiera con todos los records posibles de medidas. Con 321 metros de altura, es más alto que la Torre Eiffel. El costo seguramente también es un record, pero ése, a diferencia de la altura, es algo que el libro Guinness de records no será invitado a certificar. Los sheiks de Maktums, los de los caballos de carrera, manejan su Estado-ciudad como un negocio familiar, benéficos, pero autocráticos y financieramente no demasiado transparentes. Los expertos manejan cifras de mil millones de dólares para este hotel y el establecimiento adyacente.
No es el único hotel en el mundo con un helicóptero para transportar a sus huéspedes, pero es el único en que uno aterriza en helipuerto suspendido como una jabonera gigante, a 200 metros sobre el mar. Si uno llega humildemente por medios terrestres, uno de los seis Rolls Royce Silver Seraph lo buscará desde el aeropuerto.
En realidad, usted debería llegar en un yate. Rodeado por el mar, Burj Al Arab está unido a la costa por una carretera donde un tipo común, ansioso de ver cómo vive la otra mitad, se verá obligado a regresar salvo que pague una tarifa de 60 dólares, que pueden ser reembolsados con compras en el lugar.
Estructurada con la forma de una abultada vela, esta �pantalla de fibra de vidrio tejida con doble capa de teflón� es, naturalmente, el mayor uso que se ha hecho de esos materiales. Hay agua por todos lados, y el saber que está costosamente des-salinada, como toda el agua fresca en esta tierra árida, pesa más que el oro o el titanio, el granito azul bahía o el vidrio de Sicis para proclamar �acá está el Lujo Descarado�. Una llama encendida en una fuente de agua da la bienvenida. Cuando ascendemos al hall de entrada, estamos flanqueados por paredes de vidrio, detrás de las cuales nadan peces exóticos y entre las escaleras mecánicas cae una catarata por una escalera. En el atrio más alto del mundo a los 182 metros, una fuente arroja agua y completa su performance con una poderosa eyaculación que llega hasta el techo.
No hay un mostrador de recepción tradicional esperando. Uno va directamente a su piso, donde un mayordomo de turno 24 horas nos guía a nuestra suite de dos niveles, con un jacuzzi que se autodesinfecta, una docena de teléfonos, pantallas TV de sonido envolvente y una asombrosa cantidad de aparatos para �negocios interactivos y entretenimientos�. Estas son las suites de un dormitorio que cuestan desde 817 dólares lanoche. Hay más grandes y mejores. Pero para la cama giratoria hay que contratar la Suite Royal; y con ella viene una escalera interna y tocadores del tamaño de un living. Cuesta 6138 dólares la noche. Si le parece un poco caro, reflexione un instante: ¿en qué establecimiento sobre Park Lane o la Quinta Avenida va a conseguir una mansión a gran escala por una bagatela así?
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère
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