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�MASCARO�, UNA NUEVA SERIE DE POETAS ARGENTINOS
�La poesía abre el debate�

Cuatro escritores, sobrevivientes de un grupo diezmado por la represión de la dictadura, se reunieron para lanzar una colección de libros.

Sergio Kisielewsky, director de �Mascaró�, en la plaza Rodolfo Walsh.
El nombre de la colección homenajea la memoria de Haroldo Conti.

Por Patricia Chaina

t.gif (862 bytes) La presentación en sociedad de la colección Mascaró en el Instituto de Cultura Iberoamericana pareció devolverle cuerpo a un espacio de reflexión poética que la dictadura militar 1976-1983 estuvo a punto de liquidar. La primera parte de la colección agrupa cuatro libros de poetas argentinos. Esos textos resumen, bajo el título que homenajea a Haroldo Conti y a la novela que lo consagró con el premio Casa de las Américas �Mascaró, el cazador americano�, una visión de vida de una generación cruzada a fuego por la militancia. La que se fogueó a la luz de la escalada revolucionaria de los 70. La de las desapariciones y la muerte, las búsquedas y la resistencia.
Para los autores, el derrotero literario comenzó al iniciarse en los 70, cuando formaban parte del taller de poesía Mario De Lellis. Sergio Kisielewsky, director de la colección presentada en sociedad el jueves, integró ese taller entre los años 1974 y 1977. Ahí conoció a Leonor García Hernando, a Luis Alonso y a Nora Perusín, con quienes hace pocos meses compartió la decisión de reflotar un espacio poético vinculado a la reflexión política y social. �Ese taller funcionó en la Galería Meridiana, en La Boca y por último en el teatro IFT�, recuerda Kisielewsky. Durante esa última etapa, mientras las reuniones se convertían en asambleas abiertas con 200 personas debatiendo sobre una poesía, dos de sus integrantes, Claudio Ostrej y María Elena San Martín de Valetti, fueron secuestrados y desaparecidos. �Tenían 19 años �continúa Kisielewsky�, eran poetas y, como el resto, también militaban en la Federación Juvenil Comunista�.
Luego de esas desapariciones el grupo decidió disolver el taller. Pero Kisielewsky señala que �esas vidas ya habían quedado en nosotros, presentes para siempre en nuestra historia y plasmadas en los poemas y en los libros que pudimos escribir�. Algunos de esos libros integran hoy la Colección Mascaró: Sudestadas, de Luis Alonso, Tangos del orfelinato, tangos del asesinato, de Leonor García Hernando, Los soles oblicuos de Nora Perusín, y Electrificar Rusia de Kisielewsky. 
�¿Cuál era la veta literaria que se trabajaba en ese taller?
�Debatíamos sobre las imágenes a partir de mucha lectura: circulaban Cesare Pavese, Salinger, Ezra Pound, autores latinoamericanos como Ernesto Cardenal, el chileno Enrique Lhin, Antonio Cisneros, un gran poeta peruano. Todas las estéticas, una multiplicidad de voces. 
�¿Cómo se afianzaba la relación entre literatura y política?
�Yo me integré en 1974 y me fasciné con ese mundo, como dice Zitarrosa, de espacios rotos y espacios reconstruidos por la propia escritura. Y me impactó la gente, tipos de pelo largo y barba que fumaban. Algunos estudiaban letras y habían publicado libros. La poseía era la matriz, lo que unía, y llegábamos a la política por la poesía, la escritura: Paul Leloir, Neruda. Había discusiones sobre autores como Vallejos que trabaja lo que se dice y lo que no se dice en la poesía, contra la desmesura de imágenes de Neruda, por ejemplo. El taller nos daba la capacidad de pensar al mundo y debatirlo. Cuando íbamos al IFT armábamos asambleas de 200 tipos, de taller. Y teníamos el himno de Gabriel Celaya que dice la poesía es un arma cargada de futuro, como consigna. 
�¿Cómo se dio la posibilidad de reunirse en esta colección?
�En 1985 nos reunimos y publicamos la revista literaria Mascaró. Nos devoró la hiperinflación, el golpe de Estado económico. Pero el año pasado decidimos refundar el grupo, rearmarlo como un colectivo. Cada uno pagó su libro y lo distribuimos nosotros en librerías, a pulmón. Poesía tiene que ser tracción a sangre. Lo importante es que la gente tenga los poemas para abrir el debate, que sirva para encontrarse. Hay una movida de poesía en Buenos Aires muy fuerte y mucha vitalidad estética: el grupo Zapatos rojoscon un taller en Flores, otro grupo en el pasaje Bollini, también está Belleza y felicidad, la riqueza de estéticas amortigua el dolor. Y calculo que las nuevas generaciones seguirán pensando a la poesía como un palo en la rueda del pensamiento único, que rompa con la uniformidad de la TV y de Hollywood. Un lugar, en fin, donde pensar las cosas.

 

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