Por Luis Bruschtein
�En ningún ejército del mundo debe haber un oficial que haya hecho tanto como yo para que lo destituyan, sin haberlo logrado�, expresa, perplejo y evidentemente un tanto frustrado, el ahora capitán (RE) �hasta hace pocas horas ex capitán� José Luis D�Andrea Mohr. Menea la cabeza mientras busca una explicación para �esta cosa de locos�. Porque el militar fue destituido por loco después de sus denuncias por la represión de la dictadura. Y lo que es más loco es que descubrieron que no había sido destituido porque un general retirado se quejó de que D�Andrea Mohr fuera atendido en el Hospital Militar, lo que obligó a una investigación sobre su situación institucional.
D�Andrea Mohr es paciente oncológico en el Hospital Militar �donde este año ya fui operado dos veces y, mal que les pese a los dinosaurios, me han tratado como a un ser humano, es decir, de manera extraordinaria�. A principios de este año, una señora lo identificó en los pasillos del hospital. �Era una señora con todo el aspecto de esposa de general procesista �describe con precisión�, me apuntó con su dedo índice regordete y enjoyado y chilló: �¿qué hace en nuestro hospital?�. Yo estaba con mi mujer. Me acerqué a la señora, le miré el dedo y le dije: �por favor no me apunte con esos anillos tan feos�. Y agregué que el Hospital Militar es del Estado argentino y no de quienes se dedicaron a destruir el Estado y a desaparecer compatriotas. La señora exclamó: �¡pero qué barbaridad!� y se fue.� Este encuentro fue importante para el último capítulo.
La familia de militares procesistas no lo quiere. En octubre de 1987 fue destituido y antes descalificado por �falta gravísima al honor�, sancionado por el mismo tribunal por burlarse de él, procesado por publicar en la revista El Periodista de Buenos Aires la apelación a la primera sanción del Tribunal de Honor, considerada por los jueces militares como agraviante, insolente, altanera e irrespetuosa. La acusación pasó así del ámbito del honor al de la justicia militar, o sea lo penal. En lo penal, su juez, el coronel de Comunicaciones Juan Esteban Echazú (que cumplió la misión de traducir folklore argentino al inglés para invadir culturalmente las Malvinas), en un sumario que incorporaba notas publicadas en distintos diarios, pidió una tregua de diez días al acusado, que se la concedió. Y aprovechando el factor sorpresa, el juez lo mandó a la Junta Superior de Reconocimiento Médico del Ejército.
La Junta concluyó que era un �psicópata paranoico, inútil para todo servicio, disminuido en un ciento por ciento para actividades militares y en un 70 por ciento para actividades civiles, con franca tendencia a desmejorar con los años�. En alguna de las ocho carillas del dictamen médico se puede leer que �el causante, y como producto de su enfermedad, imagina hechos y los defiende con inquebrantable y profunda convicción�. �Lo que yo imaginaba eran los secuestros y los desaparecidos�, aclara D�Andrea Mohr.
En diciembre de 1987 desistió de apelar la sentencia porque resultaba �inútil insistir en demostrar que mi caso era consecuencia de no participar del enfoque despótico de quienes, en un ejército sanmartiniano, no habrían tenido siquiera la honorable y humilde tarea de mozos de letrina�, según le indicó a su defensora, la abogada Alicia Oliveira, actual ombudsman de la ciudad de Buenos Aires.
La guerra seguía pero la destitución no llegaba. El 11 de junio, el capitán pasó a la ofensiva y envió una carta al presidente Carlos Menem donde le pedía que �tuviera a bien firmar el decreto de destitución tal y como dispone el artículo 552 del Código de Justicia Militar�. Agregaba su conformidad �con una sentencia que me diferencia públicamente de criminales golpistas, asesinos y deshonrados�.
Cuando todo parecía perdido, el 25 de octubre de 1989 recibió una carta donde el Estado Mayor del Ejército se dirigía a él como el ex capitán (R)don José Luis D�Andrea Mohr para comunicarle que su destitución de la fuerza �fue publicada en el BPE 4565, por lo que su situación está regularizada administrativamente�.
A pesar de esta comunicación, continuó recibiendo su haber de retiro, de 350 pesos, hasta que en 1999 se la suspendieron durante diez meses sin darle ninguna explicación. Al parecer, su adhesión pública y su colaboración con los esfuerzos del escritor Juan Gelman para encontrar a su nieta había desatado la ira de un general.
Lo cierto es que el ex capitán estaba en paz hasta la mañana del lunes pasado cuando recibió el llamado telefónico del coronel Jorge Augusto Cardoso. De manera muy amable, el militar le comunicó que necesitaba su firma para un dictamen del jefe del Estado Mayor del Ejército, teniente general Ricardo Brinzoni, cuyo contenido no podía plantear por teléfono.
D�Andrea Mohr dijo que podía concurrir el viernes �siempre que no fuera en horario militar�. Cardoso propuso a las nueve y media y finalmente arreglaron a las once. Con toda la incertidumbre del caso, D�Andrea Mohr estuvo allí, como un granadero, a las once menos cuarto. En la recepción del Departamento de Retiros y Pensiones, una hermosa señora mayor, rubia, pidió permiso al coronel que en ese momento se acercaba, le dio un beso al hasta ese momento ex capitán y le expresó su �enorme admiración por conocer a un militar ejemplar�.
Evidentemente, las cosas no se estaban desarrollando en el cauce previsto. Ya en su despacho, el coronel Cardoso le explicó que había estado a cargo de la investigación ordenada por el jefe del Estado Mayor para establecer la situación militar de D�Andrea Mohr y le mostró, con una sonrisa, una carpeta con más de cien hojas.
Aquí viene a cuento la señora del dedo regordete, porque lo que Cardoso no le dijo �pero que D�Andrea Mohr pudo saber� fue que el general procesista, esposo de la �señora propietaria� del Hospital Militar, reclamó furioso ante el general Brinzoni por el hecho de que el citado nosocomio atendiera a un ex militar vinculado a la subversiva defensa de los derechos humanos. Harto de los reclamos, Brinzoni ordenó la investigación, resultado de la cual era la abultada carpeta que ahora le mostraba el coronel Cardoso.
El veredicto era un tiro por la culata para el general procesista porque el loco incurable �según los sabios de la Junta Superior de Reconocimiento Médico del Ejército� nunca había sido destituido. Algo verdaderamente de locos. O sea: el Estado Mayor actual había descubierto que el Estado Mayor de 1989 lo había destituido salteándose el decreto presidencial que nunca se produjo y que debía ejecutar la sentencia. Por otra parte, esta situación prescribió después de los cuatro años, le explicó de manera muy gentil el coronel Cardoso.
Este viernes, después de trece años, volvió a ser capitán (RE). �Estamos como al principio �refunfuña D�Andrea Mohr�, pero eso sí, antes, la Junta Superior de Reconocimiento Médico del Ejército va a tener que responder por el falso dictamen que hizo que se me considerara loco por sostener en todos los ámbitos que los desaparecidos están desaparecidos y los que matan prisioneros son criminales de la peor especie; esto lo digo ahora como capitán retirado, cargo con el que afirmo todas y cada una de las páginas públicas que llevan mi firma, con o sin mi grado�.
Un libro y un juicio
El capitán (RE) José Luis D�Andrea Mohr escribió y publicó dos libros sobre las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura: Memoria debida y El escuadrón perdido. Por sus conocimientos militares realiza aportes esclarecedores sobre la modalidad de la represión, la estructura y las responsabilidades en el aparato represivo. El escuadrón perdido es una investigación sobre los 129 soldados desaparecidos durante la dictadura. El general retirado Héctor Luis Ríos Ereñú había presentado una demanda contra D�Andrea Mohr por 50 mil dólares en concepto de reparación de daño moral, porque su nombre aparecía mencionado en este último trabajo junto con otros militares. El 18 de octubre pasado, la Justicia rechazó la demanda. |
Agresión en La Boca
Fernando Abal Medina, director de la Biblioteca Popular de La Boca, y Rubén Granado Insúa, presidente de la República de La Boca, denunciaron haber sido �golpeados y robados� por custodios mientras protestaban, junto a vecinos de su barrio, por el bautismo de una rambla en la ribera. Los vecinos objetaban que una rambla fuera nombrada Carlos Bello en lugar de Benito Quinquela Martín, como habían solicitado apoyados por decenas de instituciones privadas y oficiales de la zona. Ayer, se congregaron para protestar en el acto donde se encontraban el secretario de Seguridad Enrique Mathov y Enrique �Coti� Nosiglia, entre otros. �Ante la indiferencia de la policía presente�, los manifestantes fueron agredidos. Abal Medina fue atendido en el Hospital Argerich.
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