Por Martín Granovsky
Desde Barcelona
Cada vez que Raúl Alfonsín subía al avión de vuelta a la Argentina guiñaba un ojo a su comitiva: �Bueno, muchachos, ahora, la realidad�. Quince años atrás, un viaje presidencial era una especie de descanso porque la realidad, en la Argentina, parecía detenerse. Como Carlos Menem, Fernando de la Rúa no puede decir lo mismo. Ahora, los viajes sólo permiten olvidarse del estrés argentino sólo por momentos. El resto del tiempo influye una nueva entidad, casi un espantapájaros, el espectro de lo que alguna fue, según los gustos, el capital financiero internacional, el imperialismo o, simplemente, el extranjero. Se dice siempre en plural: los mercados.
Los sustos, ahora, son on line. Pasó el jueves por la mañana. De la Rúa estaba embelesado con botafumeiro, el inciensario de la catedral de Santiago de Compostela que vuela sobre las cabezas. Había dormido tranquilo. En la noche del miércoles la Bolsa argentina había cerrado en alza pese a un día de insoportables rumores sobre la salida de José Luis Machinea, la llegada inminente de Domingo Cavallo al Gobierno y hasta una disparada del dólar por agotamiento de la convertibilidad estampada en uno a uno. Pero el desayuno del jueves no fue tan bueno. Expansión, uno de los dos diarios económicos de España, o sea del sexto inversor del mundo, indicaba en tapa que �la precaria situación económica y política en Argentina desató ayer fuertes rumores sobre la posibilidad de que el país tenga dificultades para afrontar sus compromisos financieros�. Agregaba que ese temor �se trasladó a los mercados internacionales, y especialmente a aquellos valores que han realizado inversiones en la región�, como el Banco Bilbao Viscaya Argentaria (BBVA) y el Banco Santander Central Hispano (BSCH). Las acciones de uno cayeron el 5,72 por ciento. Las del otro, el 5,55.
Los funcionarios argentinos estaban desconcertados. En 1890, la banca inglesa Baring Brothers había invertido tanto dinero en la Argentina que la crisis política y financiera de Buenos Aires la arrastró a la quiebra. ¿Podía ser que la Argentina repitiera la historia 110 años después? El presidente del gobierno, José María Aznar, acababa de decir a De la Rúa durante un almuerzo privado:
�Para nosotros, sus intereses estratégicos son nuestros intereses estratégicos. Tenemos 30 mil millones de dólares invertidos en la Argentina. Téngannos al tanto de todo.
Y en público hizo profesión de fe con la confianza en la Argentina.
En un desayuno, directivos de Telefónica, Repsol YPF, los dos bancos citados por Expansión y el gigante energético Endesa Iberdrola sólo se habían inquietado por el momento en que comenzarían el consumo y la reactivación.
¿Cómo era posible una reacción como la registrada por el diario económico? ¿Por qué el miércoles a la noche los cables de las agencias internacionales hablaban de un país al borde de la catástrofe, cuando no era cierto, o era igual de cierto que la semana anterior o la que viene?
En una oficina de la avenida Recoletos y la calle de Prim, sobre el café Gijón, que era el café de los intelectuales republicanos, el economista Guillermo de la Dehesa, autor del libro Comprender la globalización, explicó a Página/12 su visión de cómo actúan los mercados y por qué desesperan a los gobiernos.
�Antes, los gobiernos tenían su deuda colocada en 40 o 50 bancos �recordó De la Dehesa, vicepresidente del Banco Pastor y de Goldman Sachs Europa�. Entonces el presidente o el ministro de un país llamaban a los directores generales para buscar una solución sentándose con un grupo de diez o quince presidentes de bancos. Con las últimas crisis, eso es imposible. Hay millones de accionistas que son partícipes de fondos, y están los responsables de la gestión y los analistas.
�Un ministro puede discutir con ellos.
�Puede, pero un ejecutivo senior no es lo mismo que un antiguo presidente de banco. Los dos gestionan intereses ajenos. La diferencia es que el segundo está sujeto al escrutinio de miles de inversores que no toman las decisiones muy colegiadamente que digamos.
De la Dehesa mencionó también a los analistas financieros, esos que en la Argentina ya son conocidos como gurúes. En una visión positiva, serían los que ayudan profesionalmente a los accionistas para tomar decisiones sabias.
El problema es cuando no funcionan. Cuando se contradicen. O cuando mezclan planos de análisis. Y todo es peor si un diario económico revuelve la mezcla más de la cuenta. Es lo que pasó con los artículos de Expansión. La consultora Beta Capital, que el diario tomó como cabeza de sus análisis, alertó contra la chance de que la Argentina entrara en cesación de pagos y que, así, una corrida destruyera la convertibilidad. Otro experto, pero del Citibank, José Luis Martínez, vaticinaba que la fortaleza del dólar frente al euro ejercería una presión nociva en la Argentina. Pero, como apuntaba el mismo diario, Martínez decía que �la necesidad de financiación para el país hasta finales de año ascienden a 2500 millones de dólares, de los que 2000 millones están cubiertos por una línea de crédito y un bono a dos años emitido hace unos días�. En otro artículo que no cita nombres, la información es que �los expertos indican que BBVA y BSCH podrían verse afectados por una eventual crisis en la Argentina�, lo cual es obvio. También podrían verse afectados por la caída de Wall Street, una invasión marciana sobre Londres o la designación de un trotskista en la presidencia del Deutsche Bank.
Están de moda los chistes sobre la inutilidad de los economistas. Uno cuenta que tres economistas salen a dar un paseo en globo pero bajan en el lugar equivocado. Se acerca una persona.
�Parece un campesino �dice uno.
�¿Dónde estamos? �le pregunta el segundo al lugareño.
�En un globo �contesta el hombre.
�¿Ves? �le dice a uno a otro�. No era un paisano, era un economista: tiene razón en lo que dice, pero no nos sirve para nada.
De la Dehesa defiende, sin embargo, a los analistas financieros. Aclara que a los buenos analistas.
�Para un gobierno es muy difícil hacer que un analista cambie de sesgo. Es muy complicado presionarlo. Y el ejecutivo de un banco de inversión lo puede echar, puede prescindir de sus servicios, pero si es independiente y reconocido ese banco perderá a sus inversores, que se sentían defendidos por él. Según el experto, que fue secretario de Hacienda con Felipe González, otra de las tendencias, que los gobiernos también han experimentado en carne propia, es que en los últimos años, con las fusiones y las adquisiciones, los gerentes pasaron a tener más autonomía por la heterogeneidad de los propietarios de cada empresa.
�¿Y en el futuro qué pesarán más las empresas como se las conoce hoy predominantemente en Europa o los grupos basados en capitales aportados por fondos de inversión, que crecen en los Estados Unidos y, por ejemplo, en la Argentina?
�En diez años más habrán crecido las empresas basadas en fondos, pero también aumentará el control que éstos ejercerán sobre las empresas, designando consejeros delegados en el directorio. Y entonces la tendencia, como en un ciclo, volverá a cambiar.
Durante sus cuatro días en España, el gobierno argentino se topó, o al menos ésa es la impresión, con empresas de carne y hueso, �viejas�, más que con fondos. Más aún: con empresas (perdón por la palabra que viene) �nacionales�.
De la Dehesa dijo a este diario que para una firma como Nestlé la patria suiza no importa. �Es una empresa global�, definió. �Tiene filiales en 160 países y de las 10 personas que mandan hay sólo tres suizos entre una dirección de alemanes, españoles, británicos e incluso mexicanos�. Pero las españolas siguen siendo �multinacionales normales, con sede en España, dirigentes españoles�.
�El efecto sede es básico �dijo De la Dehesa, quien está convencido de que la Argentina no devaluará y seguirá en el uno a uno, y también de que el país es un atractivo destino para las inversiones españolas.
Es decir que reunirse con Aznar le sirvió a De la Rúa. Eso cuenta en el efecto sede. Pero, ¿está garantizado el paraíso? De ninguna manera. Un analista financiero argentino de los malos podría aconsejar a los inversionistas �siempre de buena fe, claro� que se retiren y se pasen a mercados más estables y seguros. Esa opinión circulará por todo el mundo en el mismo momento en que se emita. Operadores argentinos podrían tomarla en cuenta. Y, en su informe, otro analista con oficina en Buenos Aires dará cuenta tanto del retiro de fondos como de los informes producidos en el extranjero, aunque se hayan originado en Buenos Aires y, quizás, en él mismo.
Es esa gigantesca bola de nieve lo que temen los gobernantes de todo el mundo, más miedosos a medida que disponen de menor poder. Los vuelve locos la sensación de que ese monstruo sin cabeza identificable llamado �los mercados� puede jugar con ellos como un huracán, y que incluso cuando creen complacer al monstruo cualquier suceso fortuito cambia todas las reglas. A esa bola de nieve se refirió Machinea cuando, según citó Página/12 esta semana en su tapa, dijo a los industriales que no podía arriesgarse porque en dos o tres días los mercados podían provocar un desastre en la Argentina.
Hay dos consuelos frente a esta situación de economía orwelliana. Uno, tonto por lo obvio, o quizás esperanzador por el mismo motivo, es que nada en la historia quedó para siempre. (Aclaración: la realidad puede ser, también, infinitamente empeorable.) Y otro consuelo, recogido por este diario tras conversar en Madrid, Galicia y Cataluña con directivos de bancos y analistas menos dispuestos que De la Dehesa a dar su nombre, es que no hay mercado que pase por alto el ejercicio de autoridad, la solidez política y la legitimidad de un gobierno. La sensación, otra vez, y disculpad vosotros la subjetividad, es que la bola de nieve terminará llevando el nombre de Domingo Cavallo si esa presencia política no es sólida.
Si fuera obligatorio sacar una conclusión a corto plazo sobre la Argentina a partir de esas charlas, habría que resumir así la preocupación actual de los mercados:
�No se obsesionen por el ajuste fiscal. Jamás lo descuiden, pero eso ya pasó. Ustedes necesitan reactivar, porque de otro modo sí tendrán que volver a preocuparse por el déficit y los vencimientos de la deuda. Entonces, reactiven. Consuman. ¿Que la mayoría está mal? Ya lo sabemos, pero en una economía pequeña como la Argentina el aumento del consumo de un pequeño sector de la clase media alta, que hoy puede estar temerosa del futuro, tiene un efecto de calentamiento que entibiará al resto.
O, dicho en español:
�Pues vamos, hombre, poned en la televisión a un tío creíble que os ordene ¡consumid, coño!.
|