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Diego cumple 40

 

Diego Maradona cumple hoy cuarenta años. En la trajinada vida, en la historia grande del fútbol del mundo, en la memoria de las multitudes agradecidas, en la primera plana de todos los medios. Sin embargo, nadie como él para negar la tiranía del tiempo.

 el momento más glorioso en su carrera deportiva: campeón del mundo.
Dicen los señores López
Por Juan José Panno

Dicen los señores López, desde este lado de las puertitas, que en el lugar de Maradona harían una fiesta de cumpleaños muy austera y pedirían tres deseos sobrios y dicen que en el lugar de Maradona adelgazarían, harían menos declaraciones al periodismo y se olvidarían definitivamente de la droga y se dedicarían a disfrutar del dinero acumulado en tantos años de éxito y dicen los señores López que Maradona no tendría que haber gritado como un desaforado el gol contra Grecia en Estados Unidos, ni tendría que atentar contra su vida ni tendría que dirigir a Almagro y ni pensar en seguir jugando al fútbol ni meterse en política y dicen los señores López que estuvo mal en dedicarle su libro a Fidel Castro y a Menem y que sería mejor que rompiera con el cordón que lo une a Doña Tota y no tendría que andar metiéndole los cuernos a la Claudia y no tendría que darles bola a las minas que se le regalan y, a cada cosa que hace o deja de hacer Maradona, dicen los señores López, siempre de este lado de las puertitas, lo que hubieran hecho o no hecho ellos.
Pero los señores López, de este lado de las puertitas, nunca le hicieron un gol a los ingleses gambetéandose hasta a la Reina Madre y si lo soñaron capaz que en el instante final se les quedaba con la pelota Shilton. Chito, eso. Mejor que se callen los señores López, que la última mina que se les regaló fue una espantosa veterana, mujer del coronel de la compañía donde hicieron la colimba... qué saben los señores López, que ni siquiera son los mejores jugadores de metegol del club del barrio lo que es ser el mejor jugador de fútbol del Mundo... qué saben los señores López, perfectos desconocidos para el vecino del departamento de enfrente, lo que pesa ser el tipo más conocido del Mundo, Papa incluido. El día que al descubrir su presencia todos canten “OeOeeeé... oeoeeeé... oeoeeeé... López, López”, el día que sepan lo que es la presión de verdad, el día que no los dejen ni caminar por la calle ahí podrían empezar a criticar los señores López.
Por ahora, únanse al coro que le canta el feliz cumpleaños al Diego. Y déjense de joder.


Maradona no cumple
Por Juan Sasturain

Se sabe que los años se cuentan una vez pasados: te los reconocen cuando ya los gastaste. Uno “tiene” tantos años cuando ya no los tiene, en realidad, cuando nunca los ha tenido. Lo que demuestra que la vida no nos considera inquilinos –que te lo cobran adelantado– sino propietarios, pero responsables de unas expensas desmesuradas. Lo de la responsabilidad es un equívoco que quién sabe quién nos inculca pero que ahí está, ineludible. Como evidencia, ahí está el raro verbo que se utiliza para indicar el paso puntual de los años: cumplir. Como si hubiera un compromiso previo, una promesa por la que uno debiera rendir cuenta cada año. Sin embargo, nada más lejano a la realidad de la vida. Se podría hablar, acaso, de alcanzar años (los adeptos al Guinness), de rasguñar años (los miserables), de descontar años –para los que tienen fe– pero nunca de cumplir. Sin embargo, eso es lo que se dice. La palabra no es alcanzaños ni descontaños ni sumaraños sino cumpleaños.
En estos días, precisamente, la altura del mes ha coincidido con el redondeo en décadas cumpleañeras de algunos notables por conocidos. En saltos de veinte. Se contaron los ochenta de Benedetti, los sesenta de Pelé, los cuarenta –hoy– de Maradona. Y tal vez en la comparación de estos aniversarios, el cómo se asumen, particular y socialmente esas pilas de años públicos, haya algo para despuntar. Por ejemplo, es evidente que el personalmente bueno, políticamente progre y poéticamente accesible Mario Benedetti es un hombre que cumple –entre otras cosas– años. También está claro que el políticamente correcto, futbolísticamente intachable y económicamente tranquilo Edson Arantes do Nascimento, cumple sin sobresaltos con todos los requisitos del bronce y con todos los años que le caigan: es recumplidor.
Falta Maradona. Como siempre, lo del Diez es no ser ni hacer lo que se supone que debería. Porque Maradona, por definición, no cumple. No hace nunca lo que se espera de él ni lo que él espera de sí mismo. Patea los años, los esquiva, amaga por un lado y sale por otro. Feliz gambetaños, Diego.


Las cuarenta a los cuarenta
Por Daniel Guiñazú

Dice un viejo código no escrito pero sí respetado que aprendimos desde muy chicos, que “al del cumpleaños” no se lo molesta en su día. Hay que tratar de no contrariarlo, darle todos los gustos, consentirle los caprichos y disimular cualquier diferencia. Sobre todo si se pasa la temida barrera de los cuarenta, preludio de crisis inevitables, según parece, para todos aquellos que nos reconocemos como hombres.
penal no cobrado en méxico ’86. En esa línea de razonamiento, lo mejor, entonces, sería alzar las copas y desearle felicidades al más grande jugador que ha dado la historia del fútbol argentino. Y a otra cosa. Pero, aun cuando es obvio el derecho de Diego de hacer lo que plazca con sus días y con sus noches, quien esto escribe preferiría a otro Maradona cantando hoy sus cuarenta. Menos cargado de rencores con todo y con casi todos. Menos caprichoso y autoritario. Menos rodeado de vividores y sidieguistas. Menos hedonista. Menos enamorado de la tele y de las revistas del corazón. Menos amigo del poder, de Menem y de Avila por más que se haya autotitulado como “el Diego de la gente” y que diga que lo que le queda de su corazón maltrecho sigue latiendo en su Villa Fiorito natal.
Si fuera posible elegirle una vida entre las tantas posibles de ser vividas, a esta altura de su existencia Diego podría ser como Platini y como Beckenbauer. En cierto punto, mas allá de las diferencias de origen, sus vidas son comparables. Como él, ellos vinieron de abajo. Y como él, llegaron a lo más alto. Fueron, son, superestrellas del fútbol, multicampeones, millonarios, banderas humanas de sus países, ídolos eternos de sus pueblos. Pero mientras la fama de Platini fue el motor que impulsó la organización de la Copa del Mundo de Francia en 1998 y el prestigio de Beckenbauer, la carta clave y ganadora que jugó Alemania para ser sede del Mundial 2006, la celebridad inmensa de Maradona parece ser su salvoconducto y su justificativo para seguir haciendo lo que mejor le ha salido en la vida: transgredir y transgredirse. A los tumbos llega hoy a sus primeros 40. Que los cumpla feliz. Lo necesita.


Todo un futuro venturoso
Por Gustavo Veiga

Es curioso. Diego Maradona, el argentino más conocido y reivindicado en el mundo junto al Che Guevara (ni hace falta aclarar la diferente dimensión de ambos), busca –eso parece– su lugar bajo el sol. Y se comprende que lo haga a los 40, cuando millones de contemporáneos, a su edad y en peores condiciones, son condenados por la globalización a ocupar un sitio entre los trastos viejos.
Pero también es curioso que, alguien como Diego, acaso uno de los pocos seres que basta llamarlos por su nombre de pila para saber de quién estamos hablando, reciba una oferta de Almagro como si fuera maná que cae del cielo. ¿Quién no habría de desear un futuro venturoso para el ídolo después de tanta desdicha?
De buena fe, creemos, todos sus biógrafos, ocasionales opinantes y hasta algunos de sus detractores. Pero descontados sus amigos –que por algo son sus amigos–, deberían dar un paso al costado los partidarios de las lisonjas. Habría que recordarles un proverbio danés: “La adulación es como la sombra, no nos hace más grandes ni más pequeños”.
Maradona ha sido y todavía es el futbolista más grande de todos los tiempos –nostálgicos de Pelé y Alfredo Di Stéfano abstenerse–, aunque ya no juega. Habla, sí, mas no juega. Como sostiene Eduardo Galeano en “El fútbol a sol y sombra”, ha sido “incontrolable” su gambeta como su labia. Necesitó un libro –y apenas salió, ya prometió el segundo– para contar cómo transcurrió una buena parte de su vida. Y hoy –enhorabuena– hay quienes descubrieron que necesitaba también un trabajo. Una ocupación –si fuera posible– ligada al fútbol, por el alto valor terapéutico que le transmitiría.
Resulta descabellado suponer que ése haya sido el móvil principal por el cual el vicepresidente de Almagro, Dardo De Marchi, planeó su contratación, primero como técnico y después como manager. Aunque, al fin de cuentas, fue el único dirigente que se atrevió a ofrecerle lo que más le gusta a Diego desde que abandonó los cortos y se calzó por primera vez el buzo de técnico.
Maradona, el desocupado más famoso, consiguió laburo después de cinco años y medio (el 6 de mayo de 1995 renunció al cargo de DT en Racing). Ojalá que eso le permita recuperar toda su salud en el año en que la muerte casi le canta las cuarenta, a los 40.


El corazón en Villa Fiorito
Por Diego Bonadeo

Es tanto lo que se ha escrito, dicho y mostrado de Diego Maradona, que para ser “original” son suficientes, entre otras tantas cosas, las sobreesdrújulas y los pleonasmos de Ernesto Cherquis Bialo, y empecinarse en ser “diferente” parece petulante.
Como la mitomanía es uno de los ingredientes del fútbol-memoria, es bien sabido que muchos más que los que cabían por entonces en la cancha de River dicen haber visto en la década del ‘40 aquel famoso gol de Vicente de la Mata a Sebastián Sirni en el River-Independiente de la época. En el mismo sentido, quien esto escribe pretende que sea empecinadamente verídica la posibilidad de que el relato del primer gol de Maradona para la televisión en un preliminar de Primera, por el viejo Canal 7 y a principios de la década del ‘70, jugando para los Cebollitas, sea de su autoría. Yo decidí haber relatado ese primer gol de Diego para la tele, aun sin estar seguro de que así haya sido, pero sucede que es casi imposible la desmentida. Son las travesuras del fútbol-memoria.
Más de veinte años después, durante el Mundial de 1994, este mismo mitómano que se autoatribuye aquel relato tuvo para sí, como muchos otros argentinos, aquella angustia de la enfermera vestida de parca acompañando a Diego al lapidario antidoping de la efedrina.
Mientras el Norte ordenaba que Maradona quedaba afuera de la Copa del Mundo, remedando –el Norte– a Benedetti-Serrat “con su gesta invasora y su saña opulenta”, aquí abajo, en el Sur, pasábamos de la perplejidad a la desolación y de la angustia a la bronca.
Pero la “saña opulenta” se vino para aquí, para abajo, junto con los cables, los satélites, las noticias, las imágenes y las declaraciones. Y los serviciales comunicadores de los regímenes de turno asomaban sus narices desde los pestilentes albañales para reflexionar respecto de la posibilidad de que Maradona hubiera dejado su cerebro en Villa Fiorito, olvidando que ellos mismos entregaron sus partes pudendas a algún batallón de inteligencia. El cerebro de Maradona, solamente Diego sabe dónde está. Pero el corazón, eso que en parte le robó la puta merca, sigue estando acá. Abajo, en el Sur. En Villa Fiorito.

Cuatro décadas de títulos

1978
- Goleador del Metropolitano, con Argentinos. Convirtió 22 goles.
1979
- Campeón Mundial juvenil con la Selección Argentina, en Japón.
- Goleador del Metropolitano, con Argentinos. Convirtió 14 goles.
- Goleador del Nacional, con Argentinos. Convirtió 14 goles.
- Balón de Oro al mejor futbolista del Centro de Periodistas Acreditados en AFA (CEPA).
- Olimpia de Plata al mejor futbolista argentino, del Círculo de Periodistas
Deportivos (CPD).
- Olimpia de Oro al mejor deportista argentino, del CPD.
- Mejor futbolista de América, según encuesta del diario El Mundo de Caracas.
1980
- Goleador del Metropolitano, con Argentinos. Convirtió 25 goles.
- Goleador del Nacional, con Argentinos. Convirtió 14 goles.
- Olimpia de Plata al mejor futbolista argentino, del CPD.
- Balón de Oro al mejor futbolista, del CEPA.
- Mejor futbolista de América, según encuesta del diario El Mundo de Caracas.
1981
- Campeón del Metropolitano, con Boca.
- Olimpia de Plata al mejor futbolista argentino, del CPD.
- Balón de Oro al mejor futbolista, del CEPA.
1986
- Campeón Mundial, con la Selección Argentina, en México.
- Balón de Oro al mejor jugador del Mundial, según la FIFA.
vBalón de Oro al mejor futbolista de Europa, según France Football.
- Olimpia de Plata al mejor futbolista argentino, del CPD.
- Olimpia de Oro al mejor deportista argentino, del CPD.
- Mejor futbolista de América, según encuesta del diario El Mundo de Caracas.
- Onze de Oro, al mejor futbolista del mundo, según Onze.
1987
- Campeón de Liga de Italia, serie A, Scudetto 86/87, con el Napoli.
- Goleador de la Liga de Italia, Serie A, con el Napoli. Convirtió 15 goles.
- Campeón de la Copa de Italia, con el Napoli.
- Onze de Oro, al mejor futbolista del mundo, según Onze.
1988
- Campeón de la Copa UEFA 87/88 con el Napoli.
- Goleador de la Copa de Italia, con el Napoli. Convirtió 6 goles.
1989
- Mejor futbolista de América, según encuesta del diario El Mundo de Caracas.
1990
- Campeón de Liga de Italia, serie A, Scudetto 89/90, con el Napoli.
- Subcampeón Mundial, con la Selección Argentina, en Italia.
- Mejor futbolista de América, según encuesta del diario El Mundo de Caracas.
1992
- Mejor futbolista de América, según encuesta del diario El Mundo de Caracas.
1993
- Ganador de la Copa Artemio Franchi, con la Selección Argentina, entre los campeones de América y de Europa.
1996
- Balón de Oro especial por su trayectoria, de la revista France Football.
1999
- Olimpia de Platino al deportista argentino del Siglo XX, según el CPD.

 

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