Por
Pablo Vignone
Desde 9 de Julio
¿Qué sensación te invade cuando te dicen
campeón?
Era sábado a la tarde, y pese a manejar su Chevrolet con 180 kilos
de lastre, Guillermo Ortelli se las había ingeniado para meterlo
segundo en la clasificación, a 30 milésimas de la pole-position.
En los boxes hacían cálculos de lo que el piloto de Salto
tenía que hacer para no ganar el campeonato al día siguiente,
tan fabulosa la ventaja. Sin embargo, a él lo molestaba la cuestión:
Digo que no es cierto. Que todavía falta.
Sucedió lo que se temía: pisando el umbral del título,
Ortelli corrió sabiendo que sólo un milagro podía
impedir la consagración. Especialmente desde que su principal rival
en el torneo, Ernesto Bessone, quedó malamente fuera de carrera
muy temprano, en la segunda serie, cuando el Chevrolet sin frenos de Javier
Balzano lo sacó impiadosamente de pista.
Yo corro en auto. No sé especular. Pienso en la carrera,
no en el título arriesgaba apenas, cuando lo apuraban. A
la una de la tarde era tan sencillo como que si el Gurí Martínez
no ganaba la carrera, el campeonato era suyo. Nadie dudaba. El tampoco.
Sólo que elegía no pronunciarlo en voz alta.
Las claves son varias enumera Jorge Pedersoli, que le prepara
los motores, que acabana de ganar el quinto torneo en seis años,
los cuatro anteriores con Juan María Traverso. El trabajo
del piloto, la cohesión del equipo, la planificación de
las pruebas, la seriedad de todos. Ortelli es un piloto muy rápido
y seguro de lo que hace.
La sufrió desde adentro: en la segunda vuelta se le cruzó
un Ford por delante y lo esquivó de milagro; más tarde,
zafó de varios trompos rivales. Tomó riesgos por eso
de correr en auto y lo persiguió a Martínez,
cuando le bastaba con mirar la cola; sonrió toda la última
vuelta, saboreando la conquista, y lloró como el pibe que es cuando
pisó la meta. Raúl Sinelli, el honesto volante de Pergamino,
había ganado una de esas curiosas carreras en las que el vencedor
resulta prácticamente inadvertido. Al ganar, coronaba automáticamente
a Ortelli, sobre quien se posaban las 15 mil miradas congregadas en el
treintañero autódromo.
Este campeonato lo siento más que el del 98, porque
lo gané con un equipo propio. Llevé el coche a Salto, puse
a la gente que quería, es más mío. A los 27
años, con dos títulos bajo el brazo y 20 años más
de carreras por delante, Ortelli puede transformarse en el Gálvez
del siglo XXI. Falta. Pero puede darse.
¿Cuándo se dieron cuenta de que podían ser
campeones?
Cuando vi que, en las ocasiones en las que teníamos altibajos,
el equipo no se caía, y respondía con moral cuenta
Sandro Crespi, el técnico que le encontró al chasis Chevrolet
dos secretos que hicieron la diferencia y que se niega a revelar.
Ortelli se jugó su patriada personal armando su propio equipo y
contratando a Crespi, el primer ingeniero que trabajó con él
en el automovilismo, hace ocho años, y que no tenía experiencia
en TC. Se jugó y se le dio, no gracias exclusivamente a la fortuna.
Ese era un auto bárbaro y le pusieron un motor que mata,
arriesga Tito Bessone antes de quedarse fuera de carrera.
No gané yo. Ganó el equipo. A los 27, con el
futuro inmenso por delante, Guillermo Javier Ortelli, bicampeón
de TC, prometió tácitamente la gloria.
Torino
efímero
Dos vueltas. Eso fue lo que resistió el Torino
que los hijos de Luis Di Palma presentaron en 9 de Julio en homenaje
a su padre recientemente fallecido. La presión de aceite
se había caído antes de largar explicó
a Líbero Patricio, el menor de los Di Palma, y piloto del Torino
y en la segunda vuelta de la serie lo paré porque no podía
seguir. El Torino volverá a correr en Balcarce y para
el año que viene, los hermanos decidirán cómo
continuar. Vamos a hacer una reunión para discutirlo
dijo José Luis Di Palma, el mayor. |
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