I
No me mueve, mi Diez, para quererte,
ni el gozo que nos diste por partido,
ni aquel gol, ni el ocaso tan temido,
ni el fantasma reciente de la muerte.
Nadie aspira a que zafes, ni perderte
será el triunfo previsto del olvido.
Ya nos alcanza con que hayas nacido
en Fiorito. Tenemos esa suerte.
No fue capricho de un destino ciego
que a algunos sí y a otros no perdona
que no naciste inglés, chileno o griego
sino hijo del caño y la rabona.
Amo el potrero, ese jardín sin riego
donde fuiste posible, Maradona.
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