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Cómo votar y gobernar en el país de las guerrillas

 

t.gif (862 bytes)  Contra todos los pronósticos, ayer se realizaron elecciones municipales en Colombia sin que los enfrentamientos del día salieran de lo “normal”. Más allá de los habituales incidentes cruzados entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y el ejército –que ayer dejaron el módico saldo de nueve heridos–, los comicios se desarrollaron “con tranquilidad”. Una situación poco usual que el presidente Andrés Pastrana se apresuró a presentar como “un mensaje al mundo de que el país puede celebrar sus elecciones en paz”. Pero la escasez de enfrentamientos no significó que las FARC quedaran opacadas por un proceso electoral al que bien podrían haber hecho colapsar. En la “zona de distensión” que controlan (42.000 km2 desmilitarizados al sur del país), la participación fue masiva y terminó con un mensaje unívoco de la guerrilla: “En el país es ampliamente conocido que muchos gobernadores y alcaldes tienen que consultar con la guerrilla y pedir autorización para desarrollar sus obras”.
La votación para elegir alcaldes y concejales (municipales) y también la mayoría de diputados (departamentales) y gobernadores se realizó bajo la vigilancia de 42.000 efectivos del ejército y la presencia de unos 50 observadores internacionales. El presidente Pastrana fue uno de los primeros en depositar su voto en una urna ubicada en la céntrica plaza Bolívar de Bogotá, donde hizo un llamado a votar para dar “un mensaje al proceso de paz y decir a la insurgencia que los colombianos queremos fortalecer nuestro proceso democrático”. En un país acostumbrado a que las muertes diarias se contabilicen por decenas, se esperaba que las elecciones a nivel local fueran un baño masivo de sangre. De hecho, este año fueron asesinados 12 alcaldes y 21 candidatos, y las fuerzas de seguridad estaban desde el viernes en estado de “alerta máxima” ante posibles ataques.
Pero el clima de los comicios fue calmo: “apenas” ocho campesinos y un soldado heridos por el fuego entre las FARC y los paramilitares en el departamento de Antioquia. En el departamento de Norte de Santander, fronterizo con Venezuela, los guerrilleros –que operan desde hace un año en la zona cocalera boliviana del Chapare, según confirmó ayer el ejército– quemaron tres micros e intentaron secuestrar a los pasajeros. El único incidente relacionado directamente con las elecciones ocurrió en el municipio de Vista Hermosa (en la zona desmilitarizada), donde las FARC robaron las tarjetas electorales con las fotos y nombres de los candidatos a gobernador y diputados del departamento de Meta. Finalmente, los comicios fueron suspendidos “por disposición del gobierno”.
En la zona bajo control guerrillero, las elecciones se realizaron sin presencia militar y policial, pero con decenas de guerrilleros patrullando los puestos de voto. En San Vicente del Caguán, capital de facto del “subEstado” guerrillero y sede del diálogo con el gobierno, el nivel de votación fue alto. “Por primera vez en muchos años ha sido necesario hacer fila para votar”, confirmó un funcionario de la Registraduría Nacional (organismo que organizó las elecciones), citando el antecedente de 1997, cuando la presencia amenazante de las FARC –que todavía no controlaba oficialmente la región– impidió una votación masiva. El actual alcalde de San Vicente, Omar García, fue elegido entonces con apenas 602 votos sobre un padrón de 18.000 electores. Ayer elogió la labor guerrillera en el municipio asegurando que allí “desaparecieron los muertos de la guerra”.
A cargo de la supervisión de las urnas en San Vicente, el vocero de las FARC Andrés París explicó que la guerrilla no participó en las elecciones a través de su flamante brazo político (Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia) porque “aún no hay garantías suficientes para la oposición política”. Pero aclaró que los ganadores “tendrán que coordinar sus planes con nuestros distintos frentes y cumplir las promesas hechas en campaña, pues las FARC en cierta forma cogobiernan con representantes del Poder Legislativo”. El favorito a quedarse con la alcaldía, José Durá, dio inmediatamente una muestra de buena voluntad a los gobernantes de facto dela región al asegurar que las FARC “están convocando a la gente a que participe masivamente porque entienden que es una forma de decirle al mundo que aquí se convive pacíficamente”.


LA DERECHA DE JOAQUIN LAVIN ARRASO EN SANTIAGO
La Marta que pierde en Chile

Por Pablo Rodríguez

Hay una Marta que gana y otra que pierde. Si Marta Suplicy arrasó en las municipales en San Pablo, a Marta Larraechea de Frei, candidata de la Concertación oficialista chilena a la intendencia de Santiago (que no es todo Santiago, sino lo que aquí sería equivalente a la mitad de la Capital Federal), más bien la arrasaron. La tromba fue el derechista Joaquín Lavín, la pesadilla de la Concertación, que obtuvo el 60 por ciento de los votos frente al 29 por ciento de la ex primera dama. En los resultados de todo Chile, con el 93 por ciento del escrutinio ya realizado, la Concertación está venciendo con el 52 por ciento de los votos, pero la derecha confirmó que, con Lavín, puede superar la barrera del 35 por ciento de los sufragios en elecciones municipales.
Las comparaciones de los comicios municipales chilenos con los del resto de Sudamérica no terminan en Brasil. Si podría esperarse un saldo de muertos y heridos en Colombia (algo habitual en todo momento y especialmente en elecciones municipales), en la comuna chilena de Quillota (a 100 kilómetros de Santiago) un conscripto de 19 años se suicidó con su fusil mientras custodiaba una mesa femenina de votación. En otro orden de cosas, el ex dictador Augusto Pinochet, sin fueros y a punto de ser juzgado por los tribunales, continuaba internado por una afección pulmonar que lo tendrá por cinco días en el Hospital Militar de Santiago. Y no votó.
Hasta las presidenciales de diciembre de 1999 y enero de 2000, la Concertación estaba tranquila: su peor elección había sido la municipal de 1996, donde obtuvo el 54 por ciento de los votos. La derecha, en tanto, estaba dividida entre la ultrapinochetista Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN), una corriente que en algún momento quiso ser “la alternativa democrática” de la derecha en tiempos de Pinochet. Esa derecha dividida apenas si alcanzaba el 35 por ciento de los votos, aunque en virtud de la Constitución de Pinochet de 1980, aún vigente, tiene a su disposición una representación “inflada”. Los senadores designados de las Fuerzas Armadas y un sistema electoral no demasiado proporcional le garantizan la primera minoría mucho más allá de los votos obtenidos.
Las elecciones presidenciales que terminaron en enero le causaron a la Concertación el susto más grande de su historia. Al frente de una alianza entre la UDI y RN, Joaquín Lavín obtuvo el 48 por ciento de los votos, una cifra que muchos analistas consideran más de lo que ambos partidos pueden conseguir juntos si el candidato hubiese sido otro. La pregunta era, entonces cómo ahora, si fuera de una disputa meramente personal –esa que anima las elecciones norteamericanas entre un “caliente” George Bush Jr. y un “frío” Al Gore– la derecha y su líder podrían sobrevivir. Parece que sí, pero parece que efectivamente Lavín es más que los partidos de derecha juntos.
Con el “frío” Lagos pasa algo parecido. El presidente chileno está atravesando una recesión prolongada, denuncias de corrupción que afectan a la Concertación (hechos mínimos, si se los compara con los que ocurren de este lado de los Andes) y los sacudones de un Pinochet de vuelta y juzgado. Y su nivel de popularidad se mantiene en el 60 por ciento. Así, Lagos terminaría siendo a su Concertación lo que Lavín a su Alianza por Chile. Parece que los partidos, una vez más y como se dice hasta al hartazgo, ceden el espacio a “las personalidades”. Y tanto Lagos como Lavín se están transformando en pesos pesados. “Quiero ser socio del presidente Lagos”, dijo Lavín.

 

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