Contra
todos los pronósticos, ayer se realizaron elecciones municipales
en Colombia sin que los enfrentamientos del día salieran de lo
normal. Más allá de los habituales incidentes
cruzados entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC),
los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y el ejército
que ayer dejaron el módico saldo de nueve heridos,
los comicios se desarrollaron con tranquilidad. Una situación
poco usual que el presidente Andrés Pastrana se apresuró
a presentar como un mensaje al mundo de que el país puede
celebrar sus elecciones en paz. Pero la escasez de enfrentamientos
no significó que las FARC quedaran opacadas por un proceso electoral
al que bien podrían haber hecho colapsar. En la zona de distensión
que controlan (42.000 km2 desmilitarizados al sur del país), la
participación fue masiva y terminó con un mensaje unívoco
de la guerrilla: En el país es ampliamente conocido que muchos
gobernadores y alcaldes tienen que consultar con la guerrilla y pedir
autorización para desarrollar sus obras.
La votación para elegir alcaldes y concejales (municipales) y también
la mayoría de diputados (departamentales) y gobernadores se realizó
bajo la vigilancia de 42.000 efectivos del ejército y la presencia
de unos 50 observadores internacionales. El presidente Pastrana fue uno
de los primeros en depositar su voto en una urna ubicada en la céntrica
plaza Bolívar de Bogotá, donde hizo un llamado a votar para
dar un mensaje al proceso de paz y decir a la insurgencia que los
colombianos queremos fortalecer nuestro proceso democrático.
En un país acostumbrado a que las muertes diarias se contabilicen
por decenas, se esperaba que las elecciones a nivel local fueran un baño
masivo de sangre. De hecho, este año fueron asesinados 12 alcaldes
y 21 candidatos, y las fuerzas de seguridad estaban desde el viernes en
estado de alerta máxima ante posibles ataques.
Pero el clima de los comicios fue calmo: apenas ocho campesinos
y un soldado heridos por el fuego entre las FARC y los paramilitares en
el departamento de Antioquia. En el departamento de Norte de Santander,
fronterizo con Venezuela, los guerrilleros que operan desde hace
un año en la zona cocalera boliviana del Chapare, según
confirmó ayer el ejército quemaron tres micros e intentaron
secuestrar a los pasajeros. El único incidente relacionado directamente
con las elecciones ocurrió en el municipio de Vista Hermosa (en
la zona desmilitarizada), donde las FARC robaron las tarjetas electorales
con las fotos y nombres de los candidatos a gobernador y diputados del
departamento de Meta. Finalmente, los comicios fueron suspendidos por
disposición del gobierno.
En la zona bajo control guerrillero, las elecciones se realizaron sin
presencia militar y policial, pero con decenas de guerrilleros patrullando
los puestos de voto. En San Vicente del Caguán, capital de facto
del subEstado guerrillero y sede del diálogo con el
gobierno, el nivel de votación fue alto. Por primera vez
en muchos años ha sido necesario hacer fila para votar, confirmó
un funcionario de la Registraduría Nacional (organismo que organizó
las elecciones), citando el antecedente de 1997, cuando la presencia amenazante
de las FARC que todavía no controlaba oficialmente la región
impidió una votación masiva. El actual alcalde de San Vicente,
Omar García, fue elegido entonces con apenas 602 votos sobre un
padrón de 18.000 electores. Ayer elogió la labor guerrillera
en el municipio asegurando que allí desaparecieron los muertos
de la guerra.
A cargo de la supervisión de las urnas en San Vicente, el vocero
de las FARC Andrés París explicó que la guerrilla
no participó en las elecciones a través de su flamante brazo
político (Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia) porque
aún no hay garantías suficientes para la oposición
política. Pero aclaró que los ganadores tendrán
que coordinar sus planes con nuestros distintos frentes y cumplir las
promesas hechas en campaña, pues las FARC en cierta forma cogobiernan
con representantes del Poder Legislativo. El favorito a quedarse
con la alcaldía, José Durá, dio inmediatamente una
muestra de buena voluntad a los gobernantes de facto dela región
al asegurar que las FARC están convocando a la gente a que
participe masivamente porque entienden que es una forma de decirle al
mundo que aquí se convive pacíficamente.
LA
DERECHA DE JOAQUIN LAVIN ARRASO EN SANTIAGO
La
Marta que pierde en Chile
Por
Pablo Rodríguez
Hay
una Marta que gana y otra que pierde. Si Marta Suplicy arrasó en
las municipales en San Pablo, a Marta Larraechea de Frei, candidata de
la Concertación oficialista chilena a la intendencia de Santiago
(que no es todo Santiago, sino lo que aquí sería equivalente
a la mitad de la Capital Federal), más bien la arrasaron. La tromba
fue el derechista Joaquín Lavín, la pesadilla de la Concertación,
que obtuvo el 60 por ciento de los votos frente al 29 por ciento de la
ex primera dama. En los resultados de todo Chile, con el 93 por ciento
del escrutinio ya realizado, la Concertación está venciendo
con el 52 por ciento de los votos, pero la derecha confirmó que,
con Lavín, puede superar la barrera del 35 por ciento de los sufragios
en elecciones municipales.
Las comparaciones de los comicios municipales chilenos con los del resto
de Sudamérica no terminan en Brasil. Si podría esperarse
un saldo de muertos y heridos en Colombia (algo habitual en todo momento
y especialmente en elecciones municipales), en la comuna chilena de Quillota
(a 100 kilómetros de Santiago) un conscripto de 19 años
se suicidó con su fusil mientras custodiaba una mesa femenina de
votación. En otro orden de cosas, el ex dictador Augusto Pinochet,
sin fueros y a punto de ser juzgado por los tribunales, continuaba internado
por una afección pulmonar que lo tendrá por cinco días
en el Hospital Militar de Santiago. Y no votó.
Hasta las presidenciales de diciembre de 1999 y enero de 2000, la Concertación
estaba tranquila: su peor elección había sido la municipal
de 1996, donde obtuvo el 54 por ciento de los votos. La derecha, en tanto,
estaba dividida entre la ultrapinochetista Unión Demócrata
Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN), una corriente que
en algún momento quiso ser la alternativa democrática
de la derecha en tiempos de Pinochet. Esa derecha dividida apenas si alcanzaba
el 35 por ciento de los votos, aunque en virtud de la Constitución
de Pinochet de 1980, aún vigente, tiene a su disposición
una representación inflada. Los senadores designados
de las Fuerzas Armadas y un sistema electoral no demasiado proporcional
le garantizan la primera minoría mucho más allá de
los votos obtenidos.
Las elecciones presidenciales que terminaron en enero le causaron a la
Concertación el susto más grande de su historia. Al frente
de una alianza entre la UDI y RN, Joaquín Lavín obtuvo el
48 por ciento de los votos, una cifra que muchos analistas consideran
más de lo que ambos partidos pueden conseguir juntos si el candidato
hubiese sido otro. La pregunta era, entonces cómo ahora, si fuera
de una disputa meramente personal esa que anima las elecciones norteamericanas
entre un caliente George Bush Jr. y un frío
Al Gore la derecha y su líder podrían sobrevivir.
Parece que sí, pero parece que efectivamente Lavín es más
que los partidos de derecha juntos.
Con el frío Lagos pasa algo parecido. El presidente
chileno está atravesando una recesión prolongada, denuncias
de corrupción que afectan a la Concertación (hechos mínimos,
si se los compara con los que ocurren de este lado de los Andes) y los
sacudones de un Pinochet de vuelta y juzgado. Y su nivel de popularidad
se mantiene en el 60 por ciento. Así, Lagos terminaría siendo
a su Concertación lo que Lavín a su Alianza por Chile. Parece
que los partidos, una vez más y como se dice hasta al hartazgo,
ceden el espacio a las personalidades. Y tanto Lagos como
Lavín se están transformando en pesos pesados. Quiero
ser socio del presidente Lagos, dijo Lavín.
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