Por
Roque Casciero
El
show en Obras será un termómetro que nos incluirá
o no dentro del fenómeno rock. En la cancha se ven los pingos.
Si nos caemos, habrá que levantarse, sacudirse la tierra y salir
silbando, le dijo esta semana Guillermo Novellis, cantante de La
Mosca, al Suplemento No de Página/12. El calvo y entrañable
vocalista todavía debe estar limpiándose el polvo y silbando
bajito, porque su banda hizo agua por varios costados durante su primera
presentación importante en Buenos Aires. El grupo de Ramallo es
un verdadero fenómeno en Europa (ver recuadro) y aquí ha
cosechado simpatías entre un público poco habituado a consumir
rock, más acostumbrado a tragar sin digerir lo que las compañías
discográficas pautan en las radios. Con su música fiestera,
y sus letras simples y bienintencionadas, La Mosca llega a diferentes
generaciones. Y eso se vio en Obras: cuando sonaban los temas más
conocidos (como el tribunero Yo te quiero dar o Cha
cha cha), abuelos y nietos bailaban juntos. Pero si no se trataba
de los hits, el estadio se apagaba de modo notable. Encima, el grupo estiró
cada canción hasta el hartazgo, lo que le restó efectividad.
La presentación de los músicos, por ejemplo, excedió
los quince minutos, con solos individuales por demás innecesarios:
la música de La Mosca no necesita de exhibiciones de virtuosismo
(que, por otra parte, la banda no derrocha).
Los ramallenses también tienen buen ascendiente en el interior
del país, donde todavía pisa fuerte el pop rock nacional
de los años 80. Es que La Mosca mamó de esa fuente:
sus canciones suenan como una mezcla entre lo que ofrecían en esa
década Los Auténticos Decadentes, Los Pericos y Los Fabulosos
Cadillacs, más algo de Los Enanitos Verdes. En vivo se hizo notorio
que, además, arrastraron todos los trajinados y aburridos clisés
de esa época.
Y si la popularidad de La Mosca en cuanto a ventas es un argumento indiscutible,
hay que decir que eso no se notó en su show argentino más
importante hasta el momento. Se podía caminar con cierta facilidad
en Obras, a pesar de que el estadio se había achicado (sin populares)
y de que había mucho público invitado.
Los miembros de La Mosca no parecieron prestar demasiada importancia a
todo lo antedicho y disfrutaron de su Obras como si pensaran que nunca
volverán a estar allí. Se dieron varios gustos, como invitar
a una murga de Ramallo, a un cantante amigo de San Nicolás, y a
miembros de Los Pericos, Kapanga y Super Ratones. Incluso subieron Ricardo
Mollo (Novellis lo presentó como Oscar Mollo... ¡dos veces!)
y Diego Arnedo, para un popurrí de temas de Sumo que el público
recibió como si no supiera de qué se trataba y que, aunque
parezca increíble, ni siquiera sonó muy interesante. En
el final, La Mosca invitó a tocar a Fierita, el movilero de Versus,
lo que terminó de dar la sensación de la Biblia junto al
calefón. Un verdadero cambalache.
En Europa
sí lo consiguen
2 son los discos que grabó la banda: Corazones
antárticos y Vísperas de carnaval.
30 son los países en los que se ha editado el segundo
álbum, incluidos Grecia, Alemania, Islandia, Tailandia, Arabia
Saudita, Sudáfrica y Japón. En diciembre sale en Estados
Unidos.
55 conciertos ha hecho la banda en España. Durante 4
meses transitaron entre 50 y 60 mil kilómetros en micro.
60 mil copias vendió Vísperas... en la Argentina.
300 mil copias logró vender en Europa (150 mil en España,
100 mil en Italia y 20 mil en Portugal). |
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