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UN POLICIA PRESO DENUNCIO QUE PAGABA PARA SALIR
La libertad tiene su precio

Un oficial de la Bonaerense denunció en la Justicia que en el penal de Campana pagaba para salir a trabajar. Y contó que tienen precio la tobillera electrónica y las visitas íntimas.

Por Carlos Rodríguez

t.gif (862 bytes)  Un oficial de la Policía Bonaerense que está preso acusado de extorsión denunció ante la Justicia que durante un año, sin autorización legal, pudo salir de la cárcel de Campana para trabajar, luego de pagarle 1000 pesos a un subprefecto al que identificó con nombre y apellido. Al declarar ante dos camaristas de San Isidro, el policía Juan Eduardo Palma aseguró también que pudo haber accedido a la tobillera electrónica que permite el seguimiento de presos con arresto domiciliario, pero tuvo que desistir porque le fue imposible pagar las dos cuotas de 1500 pesos que le exigía otro jefe del penal. Palma dijo, además, que se pueden conseguir visitas íntimas por 50 pesos y que hay que pagar para acceder a los pabellones especiales. Los dos camaristas recibieron otra denuncia, en este caso por malos tratos, formulada por un grupo de presos de la cárcel de Sierra Chica que tenían “en el rostro y en el cuerpo los rastros del castigo referido”, anticipó a Página/12 uno de los magistrados (ver aparte).
En su presentación ante los jueces Juan Carlos Fugaretta y Fernando Maroto, miembros de la Sala I de la Cámara de San Isidro, el policía Palma dijo que está detenido en el penal de Campana desde 1998. El año pasado, comenzó a gozar de salidas laborales sin intervención del juez a cargo de la causa en la que está involucrado, “previo pago de aproximadamente mil pesos”. El denunciante precisó que la suma “se la entregó al subprefecto Hugo Ramírez”, tal como consta en la denuncia, según pudo establecer este diario. Palma dijo que obtuvo el dinero porque se lo facilitó su esposa.
Luego de salir durante seis meses, recién tuvo su primera entrevista con un psicólogo, con vistas a “legalizar” su situación, pero eso era de hecho imposible porque no estaban dadas las condiciones, de manera que “en ningún momento la Junta de Admisión y seguimiento o la Junta de Clasificación autorizaron la salida” laboral del detenido. El propio Palma reconoció que “las juntas no hubiesen autorizado” el beneficio.
Al cumplirse un año de las salidas, las mismas fueron interrumpidas por decisión del jefe del penal, cuyo nombre no figura en las actas, donde tampoco es especifica si las autoridades solicitaron algún tipo de investigación sobre el irregular beneficio del que gozaba Palma. Pasado un tiempo, el policía preso trató de reanudar su trabajo extramuros, pero en esa oportunidad “el jefe del penal le ofreció la ‘pulserita’ (se alude al sistema de la tobillera electrónica)”, pero el beneficio tenía “un costo de 1500 pesos al solicitarla y 1500 al obtenerla” y Palma tuvo que desistir porque le era imposible juntar el dinero.
Palma dejó constancia de que tiene conocimiento de que los presos pueden obtener “visitas íntimas” fuera de los trámites normales “pagando un valor de 50 pesos” y que esa posibilidad está al alcance de “cualquiera que tenga la plata, no importa si tiene buena conducta o no”. Los que carecen de dinero en efectivo pueden pagar regalándoles a los guardias “desde un par de zapatillas hasta comida”.
Su última experiencia personal fue la exigencia que recibió de parte de los carceleros para que les entregara “un pack de yerba” mate que su esposa le había llevado a la prisión. Como eran “nada más que dos kilos” del producto, “el subprefecto Hugo Ramírez empezó a los gritos” y resolvió que Palma fuera a una celda de castigo donde permaneció tres días “sin poder salir a bañarse”. Palma, pese a su condición de policía, sigue en un pabellón común porque “no puede pagar” para acceder a los lugares destinados a las fuerzas de seguridad.
El policía citó incluso el caso de otro preso, de apellido Aballay, quien “ahora está en el pabellón de las fuerzas de seguridad porque tiene la posibilidad de pagar, aunque no es policía”. Palma les pidió a los jueces que investigaran “hasta las últimas consecuencias” y que evitaran su regreso a una unidad dependiente del Servicio Penitenciario Bonaerense. Por pedido de los camaristas, Palma permanece en la comisaría del barrio Las Lomas de San Isidro, en un sector destinado a personal policial. El denunciante, antes de caer detenido, trabajaba en una comisaría de Tigre. Por razones de jurisdicción, Fugaretta y Maroto giraron la denuncia a la Fiscalía de Cámara de Zárate-Campana a cargo de Liliana Maero.

Sierra Chica a los golpes
Once presos que están alojados en el penal de Sierra Chica se presentaron ante dos jueces para denunciar “golpes, malos tratos y condiciones inhumanas de detención”, confirmó a Página/12 el juez Fernando Maroto, miembro de la Sala I de la Cámara de San Isidro. “Estuvimos reunidos con cinco de ellos y comprobamos que tienen golpes en el rostro y en el cuerpo”, precisó el camarista, quien durante la reunión con los detenidos fue acompañado por su colega Juan Carlos Fugaretta.
Durante la entrevista personal, realizada en una comisaría del partido de San Isidro, los presos les dijeron a los jueces que “en el penal está todo tarifado, desde el pabellón hasta las visitas de contacto”. Los detenidos, cuyos nombres fueron mantenidos en reserva, aseguraron que habían pensado realizar la denuncia ante un juez de Olavarría, pero desistieron porque, según afirmaron, ese magistrado se reunía con oficiales del Servicio Penitenciario Bonaerense “para comer asado”.
Maroto dijo que “cada vez hay más presos que denuncian malos tratos y esto es muy grave porque indica que no se están cumpliendo las normas tendientes a resocializar al preso”. Consideró que la denuncia de los presos de Sierra Chica “tiene elementos que hacen necesaria una investigación a fin de evitar posibles motines” como los que ocurren habitualmente hacia fines de año. Hoy los dos camaristas recibirán el testimonio de otros seis detenidos.

 

 

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