La
sangre volvió ayer al corazón del este árabe de Jerusalén
cuando un guardia de seguridad israelí fue muerto por un disparo.
Precisamente el día en que el primer ministro israelí, Ehud
Barak, se enfrentaba a una hostil sesión de apertura del Knesset
(Parlamento). Dos guardias armados de una empresa privada recibieron disparos
a la cabeza, hechos a corta distancia, dentro de una sucursal del Instituto
Nacional de Seguros, que es responsable de los servicios sociales de Israel.
La oficina está a menos de 100 metros de una de las comisarías
más grandes de la ciudad.
Un guardia murió instantáneamente, el primer judío
muerto en Jerusalén desde que comenzaron los disturbios, y el segundo
está seriamente herido. Los empleados de los negocios cercanos
dijeron que un hombre disparó seis tiros con una pistola antes
de desaparecer entre la multitud de empleados que salían a almorzar.
Los guardias no devolvieron los disparos. La oficina no ha estado funcionando
desde hace un par de meses debido a una huelga. Normalmente no abre los
lunes, por lo que se tiene la impresión de que ésta fue
una operación muy bien planeada.
El ataque, y el descubrimiento, horas antes, del cuerpo de un hombre israelí
atado y apuñalado en el lecho de un río cerca de un asentamiento
judío en los márgenes sur de la ciudad fueron un desafío
obvio para Barak, quien nunca pareció más débil.
Horas después de los asesinatos, en la apertura de la sesión
de invierno del Parlamento, fue permanentemente provocado por los miembros
árabes israelíes y por los opositores de la derecha, con
los que no consiguió cerrar un acuerdo para un gobierno de emergencia
nacional. En la caótica primera sesión invernal, un parlamentario
árabe mostró las fotos de niños palestinos muertos,
mientras desde la bancada derechista le gritaban: Ustedes sacrifican
a sus niños para que sean mártires.
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