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�La TV hace un uso muy limitado de sus posibilidades creativas�

Adolfo Rozenfeld es uno de los realizadores de �Código de barras�, un micro de Canal á poblado de imágenes de calidad infrecuente.

Por Julián Gorodischer

t.gif (862 bytes)  La imagen multiplica un rostro, lo fracciona, encuadra un detalle, se detiene en una boca y allí se queda. La cámara de “Código de barras” –una serie de micros de entrevistas a actores, músicos y escritores que emite Canal á– es juguetona, y se adapta al tema que sirve como eje a cada envío. Alguien habla sobre libros, amor, TV, música, teatro, con un fondo despojado y una economía de elementos que expresa lo justo, sin una palabra, plano o sonido de más. El desafío, siempre, es la coherencia entre lo dicho y lo mostrado. Cuando Inés Estévez habla de pasión, el plano se congela en su mirada. Los cortes son hiperkinéticos cuando Daniel Melero contesta sobre tecnología. El tono es sepia y borroso para encuadrar el relato de Palo Pandolfo sobre bares en la escena de una mesa de café, de esos que van quedando pocos.
Estos breves pasajes que se distribuyen en la programación del canal como separadores, sin horarios fijos, aportan una disciplina novedosa al medio: el diseño gráfico en movimiento. El resultado es un producto de un alto impacto visual. Formas geométricas, planos, colores y sonido se ensamblan al servicio del tema que se trata. Adolfo Rozenfeld –realizador del ciclo junto con Paola Rizzi y Romina Colela– generó el proyecto partiendo de un objetivo: “Trabajar en un producto de cinco minutos con el mismo tiempo y esfuerzo que implicaría hacer un programa de una hora”.
–¿Por qué “Código de barras” apela a un formato tan poco convencional?
–Yo venía de trabajar en productoras de TV, y estaba disconforme con el sistema de trabajo de 48 minutos por semana. Quise achicarme en cuanto a recursos, y poner todo el esfuerzo en un producto de cinco minutos. Contra el prejuicio de que para entrar al medio hay que tener contactos, nosotros le dejamos el material a un portero del canal. A la semana nos llamó una gerente de programación.
–¿Cuál es el aporte novedoso del diseño gráfico en movimiento a la TV?
–El diseño siempre fue el packaging de las cosas, quizá fruto de la diferencia que impone la posmodernidad entre forma y contenido. Yo quise usarlo como vehículo de mensajes, aprovechando cada recurso del medio. Partimos de la idea de que la TV hace un uso muy limitado de sus posibilidades creativas.
–¿Cómo se hace para compatibilizar técnicas tan sofisticadas con la falta de recursos económicos?
–El diseño gráfico en movimiento es un área que tiene mucho que ver con las tecnologías de bajo presupuesto. En los ‘90 empezaron a aparecer técnicas que antes estaban en pocas manos y ahora permiten jugar con la imagen. Con una computadora de quinientos pesos y un scanner se pueden hacer muchas cosas: son altas tecnologías de bajo presupuesto. De hecho, el programa está hecho en el living de mi casa, con una computadora de escritorio. Trabajamos de noche, porque hay ciertas cosas que no se pueden hacer de día. A esa hora la vida tiene una gran parte cadeteril. Preferimos hacerlo cuando el mundo no funciona.
–¿Por qué decidieron que las entrevistas sean siempre temáticas?
–El formato “perfil de personaje” necesitaba una vuelta de tuerca en televisión. No se puede repetir eternamente lo mismo. “Código...” es una construcción colectiva que nunca va a ser un fiel reflejo de lo que se habló. Es un juego que proponemos a los entrevistados, en el cual ellos depositan su imagen y palabra en nosotros. En una época con un vacío de contenidos muy fuerte, queremos decir algo, aunque el producto dure cinco minutos. Hoy a los directores jóvenes les gusta decir que sus películas no tienen mensaje. Son oportunidades demasiado buenas para llenarlas con vacío.

 

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