Por Carlos Polimeni Esta pieza de colección podría ser vendida con una advertencia que rezase: esto no es un disco. Porque en realidad, la primera parte del proyecto El salmón �cinco compacts con 98 canciones� es un manifiesto de un artista en estado de erupción. Escucharlo en serio es compartir trozos de vida de un Andrés Calamaro corrido al borde de una serie de precipicios que él mismo se inventó. Por momentos, parece un esfuerzo demencial por quemar las naves de la relación de complicidad entre el autor y su público, ese contrato tácito en que se basa la industria. La punta del iceberg de El salmón, estas 25 canciones como de entrecasa, obligan a un esfuerzo infrecuente: son como clips fragmentarios de una estadía en los bajos fondos del infierno. Dejan claro que el responsable está harto de convenciones, y seguro de que tiene los puños llenos de verdades. Si no te gusta el viaje, no viajes, parece advertir desde el principio. En Argentina no se entendió del todo Honestidad Brutal, que en España convirtió a Calamaro en el rocker de la temporada 1999. El Salmón parece redoblar esa apuesta, una especie de provocación al gusto medio. Si no se entendió la razón de un compact doble con 37 temas, el autor arroja en el rostro de la gente un compact quíntuple, en que alternan perlas, temas a medio terminar, reiteraciones, y temas descartables. La esencia de la idea, nunca expresada, es que en el Universo Calamaro 2000 nada es descartable. Un giro fenomenal en la carrera de un hombre que hasta Alta Suciedad, el disco de su consagración en las ventas, era considerado un dotado productor de estudios. Calamaro ya casi no necesita de los estudios: sus tiempos internos no coinciden con los externos. A Calamaro mucha gente lo malquiere desde sus años de icono moderno en un grupo, Los Abuelos de la Nada, que tenía, pese a lo que hiciera, una respetabilidad rockera. Cierta estrechez argenta no les dio cabida a discos claves de su carrera solista, los de fines de los 80, y eso terminó con él viviendo en España. Cuando el grupo Los Rodríguez se convirtió en un éxito, algunos lo aceptaron y otros redoblaron preconceptos. Muchos son varones a los que molesta que las canciones de amor de Calamaro peguen en el plexo de las chicas. Alta Suciedad lo instaló en el rango de estrella de ventas, y le solucionó buena parte de los problemas básicos. Pero de ahí para adelante, algo empezó a andar diferente en su vida. La separación de su musa inspiradora fue el puntapié inicial de un proceso que hoy está en la cúspide. En él, como el rey que estaba desnudo, el artista ya no tiene vergüenza de mostrarse sin artificios. El resultado puede ser moralmente desolador, aunque sea estéticamente respetable. �Harvey Keitel es un actor judío estadounidense, no un policía drogón�, grita Calamaro en una entrevista, subrayando que el personaje de sus letras bien puede ser ficción. Pero curiosamente, ese personaje instalado en una Camboya personal se le parece en todo, incluso en el intento de alterar la modorra de los modos burgueses del vivir. O de meter miedo a los vecinos. Canciones como �Mi funeral�, �Tuyo siempre�, �Eumbo errador�, �Enola gay�, �All you need es Pop� o �Vigilante medio argentino� podrían ser parte de cualquier antología Calamaro, y tienen su touch. Otras serán piadosamente olvidadas, que es parte del destino de las canciones. En los cuatro discos que vienen �podrán comprarse los cinco juntos, a precio conveniente� hay numerosas versiones �algunas buenísimas, como �Durazno sangrando� y �Laura va�, de Luis Alberto Spinetta y �Libros sapiensales�, de Vox Dei� y más de lo mismo, ese sentido del concepto instantáneo de creación trasladado sin maquillajes a un público que tal vez ame el maquillaje. En estos cuatro discos, como en varios temas del primero, no hay más edición que la quepermite una portaestudio de esos que cualquier principiante compra en cuotas. Hay una vieja frase que dice: �Cuidado con lo que sueñes, porque puede convertirse en realidad�. El Calamaro del bate de béisbol y mandíbula apretada, ese que puede ser tu (su) peor pesadilla anda suelto por la vida. Sus discos son batazos, revoleados a la altura de la cabeza del mundo. Los discos no se venden: los discos se compran, recuérdenlo.
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