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Clinton salió a levantar negros

Para los demócratas, el presidente Clinton está manchado por el Sexgate. Pero sí sirve para mandarlo a ganar el voto afroamericano. 
Clinton reza con un obispo afroamericano en una iglesia negra. 
La misión del presidente es que la comunidad vote demócrata. 
Por Martin Kettle 
y Duncan Campbell * 
Desde Minneapolis y L. A. 

t.gif (862 bytes) Finalmente, Bill Clinton ocupó el centro del escenario en la campaña presidencial norteamericana. Lo hizo anoche, sabiendo que sólo quedan cinco días para que los demócratas recuperen lo que se pueda recuperar de su perturbadora presidencia. La prueba será ver si el martes su vice Al Gore sale elegido presidente. Después de semanas de un apartamiento que le exigió el mismo comando electoral de Gore, el presidente Clinton tiene por primera vez una oportunidad de ayudar a que las cosas le salgan bien a su partido con el primero de los dos mitines de perfil alto en California, probablemente seguido por visitas a Michigan, un estado peleado voto a voto, y a Arkansas, donde fue gobernador.
La tarea número uno de Clinton es energizar a los demócratas tradicionales para que se decidan a no dejar de votar en lo que se considera que será una elección caracterizada por la baja participación. 
Los últimos sondeos asustaron al Partido Demócrata, ya que sugieren que Bush podría ser un verdadero desafío entre los 54 electores que aporta California, el estado decisivo para el colegio electoral. La asistencia a los comicios es vital, porque los sondeos muestran que los demócratas de toda la vida están menos bien dispuestos a votar que sus correlatos republicanos. 
Los sondeos, sin embargo, también habían sido negros para los demócratas en las elecciones de renovación legislativa de 1998. Pero la feligresía demócrata acudió a las urnas en números de una magnitud inesperada, cuando Sexgate e impeachment llegaban a su clímax. En todas sus apariciones públicas, Clinton tiene un objetivo principal: asegurar el voto afroamericano, que siempre le fue obstinadamente fiel a lo largo del impeachment. 
Los demócratas, ostensiblemente, tuvieron a Clinton a distancia, para evitar cualquier olor sexual en su campaña. Pero el sexo puede estar en la agenda de esta noche en Los Angeles. No muy lejos de donde Clinton va a estar arengando a su tropa, Larry Flynt, editor de la célebre revista pornográfica Hustler y fervoroso partidario demócrata, estará haciendo campaña. En vez de edecanes y de personal del servicio secreto disfrazado de civil, Flynt estará flanqueado por �las conejitas de las revista Hustler� y firmará autógrafos y ejemplares de su autobiografía. Flynt, cuya vida fue tema de un film de Milos Forman, atraerá precisamente el tipo de publicidad sexual que la campaña de Gore procuró evitar por todos los medios. 
Esta semana, los asesores de Gore vieron cómo se confirmaban sus peores miedos cuando Clinton dio una entrevista a la revista Esquire en la que decía que los republicanos deberían pedir disculpas a la nación por haber buscado su juicio político con el affaire Monica Lewinsky. El impeachment de Clinton es el tema más intrigante y semisumergido de la campaña de este año, donde Clinton, que debería ser la bandera del Partido Demócrata, es también un vergonzoso lastre. En una campaña llena de ironías, no es imposible que Gore pierda la Casa Blanca mientras que los demócratas recuperen el control del Congreso al ganar las bancas de al menos tres republicanos que desempeñaron roles de líderes en el impeachment. 
Mientras Bush conservaba su impulso hacia la victoria con dos gigantescos mitines en Minnesota, los demócratas insistían en que podían adelantarse en los sondeos nacionales y retener la Casa Blanca la semana próxima. Y si los demócratas pidieron a Clinton que se mantenga aparte (salvo para ganar votos negros), los republicanos le pidieron lo mismo a Bush Sr, el ex presidente padre de su candidato. Salvo, claro, para ganar votos blancos, como corresponde en su caso. Y así estuvo gastando su oratoria, para beneficio de los blancos en los estados del Medio Oeste, los más impresionables por el affaire Lewinsky. Bush prometió que su hijo,como todos los presidentes, cometería errores. Pero no, nunca, nunca serían errores de honor. Para que los republicanos tomen debida nota. 

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12

 

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