Por Fernando D�Addario Gabriela Torres se tomó un tiempo prudencial para encarar su contraofensiva tanguera. En 1997 removió ligeramente el anquilosado ambiente del tango con Círculos de fuego, un CD que a través de canciones nuevas (algunas de ellas contestatarias para el estándar tanguero, como �Nunca más�) y de músicos invitados formalmente ajenos al género (Iván Noble, Flavio de los Cadillacs) se instaló en un camino de renovación hasta entonces poco transitado: música de tango hecha por gente que se crió escuchando rock. Este año Gabriela retomó ese camino, que sigue sustentado en su particular estilo interpretativo, cercano a la postura desafiante del rock, pero apoyado en la versatilidad musical de Lucho González y en la experiencia de un �tanguero de ley�, el bandoneonista Carlos Buono. Mañana (sin Buono, pero con la presencia de Colacho Brizuela y otros invitados), y todos los viernes de noviembre, Gabriela presentará en el Club del Vino su nuevo espectáculo, que tuvo su estreno nada menos que en el reciente �Argentine Music and Film Festival� en Londres, donde, dice la cantante en la entrevista con Página/12, �conseguimos un sonido y un ensamble bárbaro. Allá estuvieron también los Divididos. Y si ellos son el power trío del rock, nosotros somos el power trío del tango�. El próximo disco de Gabriela está en proceso de elaboración. Sabe que habrá nuevas canciones del tándem Lito Vitale/Lucho González, más poesías urbanas de Adrián Abonizio y de Hipólito Torres, y alguna novedad estilística, que no renegará, asegura, la esencia de lo ya hecho. Entusiasmada con los discos de Salif Keita y todo lo afro, Gabriela dice que el sucesor de Círculos... tendrá toques de percusión que apuntarán a �recuperar el costado negro de la milonga�, a través de composiciones nuevas. �¿Cómo encuentra hoy esos tangos que hace tres años, cuando grabó el disco, eran flamantes y ahora podrían estar un poco añejados? Gabriela Torres: �Es muy lindo eso de reversionar, de buscarles otra vuelta a tangos que una misma estrenó. Son canciones que añejaron, pero como los buenos vinos, porque se asentaron. A lo mejor, a la hora de grabarlas no tuve el tiempo suficiente para dejar que maduraran y ahora están mucho mejor, aunque yo las siento como si fuese la primera vez que las canto. �¿Encontró más receptividad entre la gente de su generación, con orígenes en el rock, o entre los tangueros tradicionales? G.T.: �En general, entre los de mi generación, pero ojo que de los tangueros de ley también recibí mucho respeto. Tocamos por ejemplo una vez en el anfiteatro de Mar del Plata, y la misma noche se presentaban Salgán-De Lío. Y a mí Salgán me miraba medio de reojo, como preguntando �¿ésta hace tango?�. Y yo, como provocadora que soy, salí con el pelo todo batido, los ojos pintados, la guitarra eléctrica y salió un show bárbaro. Tanto que después Salgán reconoció que sí, que lo nuestro era tango, y los veteranos que estaban adelante de todo nos preguntaban, después de escuchar �Amor y espanto�, �¿de quién es esa letra, que no la conocemos?�. Lucho González: �Yo soy amigo de los tangueros más recalcitrantes y nunca me miraron mal. �¿Cómo ve usted, Lucho, siendo peruano, pero habiendo vivido muchos años en Argentina, el tema de la �esencia porteña�? L.G.: �Lo que pasa es que yo crecí en una Buenos Aires en la que toda la música era bien recibida, desde Sinatra hasta Los Fronterizos, pasando por Troilo y Los Plateros. Me acuerdo de que tenía 9 años, me despertaba a las 8 de la mañana, prendía la radio y la cortina del programa era �A fuego lento�, de Salgán. La escuchaba, apagaba la radio y seguía durmiendo. G.T.: �No soy una tanguera, pero nunca hice rock, por ejemplo. Soy rockera por una cuestión generacional. Para los de treintaipico, haber estado cerca del rock es casi una obligación. L.G.: �Yo no estoy de acuerdo con eso. Sos tanguera, hay una cuestión de actitud, de discurso y hasta del barrio donde naciste, Floresta, que hace que estés más cerca del tango... G.T.: �Sin embargo, yo reniego de todo eso. Lo único que te puedo decir es que no llegué al tango desde el rock. Cuando canto tango, canto tango. �¿Y en cuanto a Floresta? Es un barrio típicamente porteño, pero en la misma cuadra donde vivías funcionó durante la dictadura el centro de detención clandestina El Olimpo. ¿Eso le provoca una contradicción? G.T.: �Cuando pienso en Floresta, se me pone la piel de gallina. Porque los recuerdos de mi barrio son los mejores, recuerdo las recorridas con mi viejo, yendo a la casa de mis tíos, las ideas al colegio, o al Parque Avellaneda, la terminal del 5. Y tantos años después me vine a enterar de que en ese lugar por donde pasaba todos los días, estaban torturando gente. Sigo sintiendo asco por eso y el barrio me sigue inspirando amor y odio, aunque son muchas más las cosas que me lo recuerdan con alegría.
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