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�Tapados�: historias de abandono
en un pueblo en vías de extinción

Un documental del joven Luciano Zito indaga
en las penurias y el desamparo de un pueblo 
bonaerense condenado a vivir bajo el agua.


�Tapados� prioriza la experiencia de vida a la denuncia explícita.
�¿Qué ilusiones podemos tener acá?�, se preguntan los pobladores.
Por Luciano Monteagudo

t.gif (862 bytes) Incertidumbre, desamparo, tristeza, impotencia son algunos de los sentimientos que afloran en los testimonios de Tapados, el sólido documental que Luciano Zito (25 años) le dedica a Coronel Charlone, un pueblo tambero de la frontera entre las provincias de Buenos Aires y Córdoba, condenado a sobrevivir bajo las aguas. En los últimos años, las inundaciones en la zona han sido cada vez más frecuentes y las explicaciones naturales no alcanzan. �El agua de lluvia no trae mojarritas�, comenta con los dientes apretados una vecina del pueblo, que tuvo que abandonar su casa ante el avance incontenible de una gigantesca laguna formada donde antes había un campo fértil, rico en ganado y sembradíos. La hipótesis que manejan algunos pobladores es que en el sur de Córdoba se construyeron canales clandestinos para desviar el agua de sus propias inundaciones. Pero el film �de apenas una hora de duración, realizado en video digital por el mismo director con la cámara al hombro� prefiere dejar la denuncia en un segundo plano y concentrarse en las historias de vida de esa gente tapada por el agua.
Un puñado de familias le sirve al documental para ir dando cuenta del drama de todo el pueblo. La fábrica local, un establecimiento lechero del grupo SanCor, está trabajando al 25 por ciento de su producción habitual, por los desvíos de las rutas de acceso y la paralización de la zona. En sus rostros serios, curtidos por el sol, pero también por la preocupación, se percibe en la gente de Charlone su angustia ante un futuro incierto. �Lo que desaparece no es el campo, porque si el agua baja, puede volver a florecer�, arriesga un hombre en una asamblea vecinal. �Lo que desaparece es el pueblo, porque la gente se va y ya no vuelve. Estamos en peligro de extinción.� Otra mujer plantea el drama de sus hijos, para quienes ni siquiera consigue una beca de estudios. �¿Qué van a hacer los chicos acá? Si ni trabajo tienen...�
El punto de vista de Tapados es inobjetable. Ante el abandono oficial, el film �que prescinde completamente de cualquier explicación didáctica en off� le da la palabra únicamente a las víctimas de una situación que, en una pequeña escala, refleja la desidia de un país que olvida a su gente. Un sermón del cura del pueblo, que habla de pecadores y de salvación eterna, queda expuesto en todo su absurdo frente a una familia que tiene necesidades más urgentes, más terrenales, como tratar de subsistir, por ejemplo, habiendo perdido todo. Sólo les queda ordeñar manualmente un par de vacas y repartir la leche en botellas usadas, en bicicleta, puerta a puerta. Otra familia, a la que todavía el agua no le ha entrado en su casa, mira con perplejidad un noticiero de televisión, en el que se habla de los millones de María Julia Alsogaray. Ellos, en cambio, no son noticia. La realidad los golpea, pero también los deja al margen. �¿A vos te parece que yo puedo tener ilusiones? ¿Qué ilusiones podemos tener?�, pregunta uno de ellos. La respuesta es el silencio. 

�LA LEYENDA DE 1900�, DE GIUSEPPE TORNATORE
El pianista que tocaba demasiado

Por Horacio Bernades

Cinema Paradiso, el film más famoso de Giuseppe Tornatore, estaba diseñado para gustar a todos los públicos, y lo logró. Difícil resistir a ese mix de risas y lágrimas, subrayados visuales y dramáticos, viejos proyectoristas trágicos y avispados niños sicilianos, todo en el marco de la nostalgia por el cine perdido y remachado por los enfáticos compases del inefable Morricone. En La leyenda del 1900, su primer film en inglés, Tornatore eleva la apuesta a la enésima potencia, y agrega kilos de declamación, grandilocuencia, solemnidad y obviedades. El resultado vuelve a ser difícilmente resistible, en el peor sentido.
Fábula con mensaje, ésta es la larga saga de un personaje imposible, narrada por otro personaje no menos imposible. Es Max, solitario trompetista, quien cuenta, allá por los años �30, la historia de quien él y el guión suponen un genio, desde su insólito hallazgo hasta su trágica desaparición. Ese personaje es Danny Boodman T.D. Lemon 1900. O simplemente 1900, llamado así por haber sido hallado ese año. Como Moisés, el bebé es encontrado a la deriva. Pero no a orillas del Nilo sino en el interior de un transatlántico. Adoptado por un trabajador de las calderas, criado en familia por los trabajadores del mundo unidos que laboran allí, el niño no tarda en exhibir extraordinarias facultades, aprendiendo a leer y escribir por su cuenta y ejecutando, en un piano de cola, las más diversas piezas musicales. 
No queda más remedio que atribuirle al niño la condición de genio, porque quienes lo rodean no hacen más que repetírselo y la película también. De grande, el niño es Tim Roth, milagrosamente contenido. A la altura en que el pianista recorre la entera superficie del paquebote, deslizándose con el piano a modo de skate y el gordito de copiloto, sin despegar el traste del asiento ni pifiar una sola nota, al espectador le van quedando dos cosas claras: Tornatore decidió poner toda la carne en el asador, y la carne está pasadísima. No sorprenderá que El Genio vapulee en duelo de piano al mismísimo Jelly Roll Morton, en una secuencia interminable, que pretende evocar algún pétreo spaghetti western. O que se lo vea en fotos con Freud, Einstein y Thomas Mann. Vendrá luego una catarata de frases ampulosas, redundancias, estiramientos. Luego de que El Artista descubra y postule que �la vida es inmensa�, el barco se irá a pique. Es de lamentar que no haya sucedido un par de horas antes. 



�AHORA O NUNCA�, DEL ITALIANO GABRIELE MUCCINO
El adiós a la adolescencia

Concebido como un impiadoso retrato de las relaciones juveniles en 
la Roma contemporánea, el de este director aquí desconocido es un
film pequeño y divertido, alejado de las convenciones sobre el tema.

Por Martín Pérez

¿Qué es más importante: perder la virginidad o protestar contra la privatización de la educación? ¿Una asamblea estudiantil o un beso? ¿La política o el amor? La respuesta correcta a estos interrogantes depende de las circunstancias. Pero, en la vida de un joven de dieciséis años... ¿qué pudo haber sido más importante? Alrededor de estas cuestiones gira �con mucho de ironía, autoparodia y una gran dosis de sensibilidad� un film tan encantador como Ahora o nunca. 
Segundo opus del director italiano Gabriele Muccino �asistente de Pupi Avati, entre otras cosas�, Ahora o nunca fue presentado este año en la competición oficial del Festival de Cine Independiente. Coescrito junto a su hermano Silvio �que lo protagoniza�, el film de Muccino cuenta la típica historia de iniciación adolescente tan cara al cine más clásico, centrándola en un grupo de chicos y chicas ansiosos por asomarse al aún lejano pero incipiente mundo adulto, en el que los esperan el sexo opuesto y la política. Pero, claro, antes que ese mundo les llegarán sus frases hechas, tanto en uno como en otro ámbito. Ambientada en la Roma contemporánea, Ahora o nunca desarrolla los acontecimientos que rodean a tres días de agitación juvenil en la secundaria a la que asiste Silvio, un joven más obsesionado por su entrepierna que por los entretelones de la política juvenil. Sincero, simpático y ambicioso de la mejor manera, Ahora o nunca es un film que se ríe con ternura de sí mismo, al tiempo que se permite emocionarse cuando corresponde. Llena de banderas rojas, retratos del Che Guevara y música de Inti Illimani, la revolución adolescente alrededor de la cual se deshoja la trama de la vida de Silvio �y la de sus amigos, padres y una sociedad que se reproduce a sí misma con una facilidad sorprendente� pasará demasiado rápidamente de las furiosas consignas a las llamadas por teléfono desde la comisaría. �Vos sos un trabajador, tendrías que estar con nosotros�, grita una joven enfurecida por la resistencia del portero de su escuela ante la toma de la misma. �Pero vos no sos una trabajadora�, es la sorprendida respuesta.
Pero nada hay de reaccionario y mucho de reflexivo en el impiadoso retrato del modus operandi de las rebeliones estudiantiles que hace Ahora o nunca, que permite el reconocimiento y al mismo tiempo una crítica que se percibe como propia y no como ajena. Y, a partir de ese sinceramiento, es posible entrar también en el ir y venir sentimental de esos chicos que luchan por su vida y su corazón con mucha más sinceridad al saltar por sobre los decorados de las consignas callejeras. Ingenua y por momentos demasiado lineal en su narración, Ahora o nunca es un film pequeño que triunfa también en sus imperfecciones, porque la alejan de la narración clásica del film generacional a la estadounidense y abre su trama a preguntas y puntos muertos más cercanos a la vida cotidiana que al mecanismo cinematográfico. 
Arriesgándose al más obvio fresco bigeneracional en las discusiones entre Silvio y sus padres (y hermanos), pero saliendo ilesa de esa trampa con la ayuda de un coro de personajes con una profundidad que los aleja de la caricatura, Ahora o nunca es una película querible. En ella se puede escuchar con tono de consejo la pesadilla del �ya crecerás y serás como nosotros�. Pero también la respuesta perfecta a otra de esas amenazas: �Mi madre dice que ésta es la mejor época de nuestra vida�, dice Silvio. �Tu mamá no deja de decir estupideces�, responden los demás, que quieren de una vez y para siempre dejar la niñez para asomarse al sexo y a esa vida adulta en la cual, supuestamente, cada uno es dueño de sus decisiones.

 

 

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