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OPINION
De bisagra a salvador
Por Martín Granovsky


Domingo Cavallo se acerca cada vez más al Gobierno. Al Gobierno de la Alianza. Pero sobre todo se acerca al gobierno. Al suyo. La jugada de ayer ofreciéndose como vicepresidente no es el gag de un economista que, a la norteamericana, llama la atención antes de una conferencia aburrida sino una vuelta de tuerca del juego que más gusta al ex ministro: quedar como el personaje salvador en medio de una crisis. 
Cuando empezó la gestión de la Alianza, el menemismo estaba muy desacreditado. Cavallo había dejado a Carlos Menem tras el choque por Alfredo Yabrán, pero no conseguía despegarse de su pasado de superministro de Economía. Una parte de la memoria histórica recordaba la derrota de la hiperinflación a manos de la Convertibilidad. (Por suerte para Cavallo, entre las experiencias de aquella época no había quedado grabado su copyright sobre el Plan Bonex, la llave para licuar la deuda interna). Y otra parte de la memoria lo asociaba con la hiperdesocupación. La conclusión era mala para los intereses del ex ministro. En política los éxitos del pasado se devalúan (con perdón) cuando la penuria del presente es demasiado intolerable.
Ni siquiera la pelea con Yabrán permitió a Cavallo hacerse de un gran triunfo electoral. Le fue mal como candidato a jefe de Gobierno porteño. Aníbal Ibarra le ganó en primera vuelta después de azotarlo en un famoso debate de televisión donde logró que el economista quedara como el gran técnico que, sin embargo, no conocía bien los números de la ciudad. Su destino era el de jefe de un típico partido-bisagra. Había sido el complemento que le sirvió a Carlos Ruckauf para ampliar la coalición que derrotó a Graciela Fernández Meijide en la provincia de Buenos Aires. 
Hasta ahora el Gobierno coquetea con Cavallo, pero le teme. Quisiera sumar su caudal de votos, porque así emparcharía la pérdida que sin duda sufrirá la Alianza por el desgaste del poder. Y le encantaría anexar la imagen de fortaleza política que Cavallo cultiva con pasión. Con más pasión a medida que pasa el tiempo y el desencanto con la Alianza aumenta el olvido de algunos traumas de la gestión de Menem y, también, de la del propio Cavallo. El ex ministro parece jugar con esta idea: si igual hay hiperdesocupación, como antes, y no se ven alternativas en el horizonte, ¿qué tiene de malo que el Gobierno llame o se acerque al brujo de la tribu?
El problema es que aceptar esta hipótesis significaría decretar el fracaso de la Alianza y entregarle a De la Rúa el certificado de Presidente frágil cuando le quedan, aún, tres años de mandato. 

 

 

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