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CAYO TRACTORCITO CABRERA, UNO DE LOS FUGADOS DEL DEPARTAMENTO CENTRAL
�Sé cuando me toca perder, soy profesional�

Fue detenido cuando iba en un auto con su mujer, embarazada, 
en Bahía Blanca: apenas dos horas antes Daniel Cabrera había robado un banco a punta de pistola, con dos cómplices. Vivía en un departamento alquilado y se hacía pasar por un empresario de Techint.


El ministro Orestes Verón se trasladó a Bahía Blanca al saber que había caído Cabrera.
De sus dos cómplices paraguayos en la fuga, �Tractorcito� dijo que �están arruinados�.
Por Cristian Alarcón 
y Raúl Kollmann

t.gif (862 bytes) A Daniel �Tractorcito� Cabrera el último asalto, el de ayer nomás, le salió OK. Fueron 80 mil los que se llevó a punta de pistola, sin disparar un solo tiro, y tratando amablemente a la clientela de jubilados que llenaban el Banco Balcarce de Bahía Blanca. Fue dos horas más tarde que le cambió la suerte. Lo metieron preso cuando iba en auto, a pocas cuadras del robo y de su nueva casa; pero ya sin el botín, sin armas, y acompañado por su mujer embarazada de siete meses. Uno de los custodios que lo vio escapar lo reconoció como el ladrón de barba que había levantado en una bolsa el dinero de las cajas. Había perdido otra vez, después de la última e increíble fuga del Departamento Central de la Policía Federal. Pero lo hizo con un talante propio de un profesional como el que reivindica ser. Entró a la taquería riéndose. Cuando estuvo frente al comisario le dijo: �Soy un profesional del delito. Cuando me toca perder, pierdo�. 
Cabrera es el mismo hombre que le dijo al juez Alberto Baños �quien investiga la salida ilegal de los presos de Devoto� que había pagado 100 mil pesos por escaparse de la cárcel en 1998. Y el mismo que se fugó, según la investigación del juez Gabriel Cavallo, con la ayuda de los guardias de la Alcaidía del Central. Su historia es la de los ladrones de vieja data, con una lista gruesa de causas por asociación ilícita, y robos a bancos y blindados. Ayer fue el propio Tractorcito el que le reconoció al comisario Daniel Belgaburu, cuando se encontraron en la primera, que había estado en el banco junto a tres �compañeros�. Cabrera lo había hecho a cara descubierta, y sabe que abundarán los testigos que lo reconozcan cuando pose en rueda de presos. �Yo soy Daniel Agustín Cabrera, de Polvorines, hijo natural de Fulana Cabrera. Estos documentos son falsos�, le dijo, interrumpiendo su charla distendida con dos oficiales, a Belgaburu. �Soy el que se fue de la jefatura, tengo un par de causas pendientes con la Federal�, continuó. Y ahí nomás dijo que nunca le dio un peso a nadie para irse por la puerta grande de Moreno 1550.
Vivía hacía una semana junto a su chica, haciéndose pasar por un ejecutivo de la empresa Techint, en un monoambiente funcional de la calle Lamadrid 260, justo al lado del sindicato de prensa local. �Era una pareja de pibes muy gauchitos�, les comentaron los vecinos ayer a los periodistas.
La policía asegura que había alquilado el lugar especialmente para preparar el robo al banco. Según una fuente �él mismo reconoció, muerto de risa, que no tenía infraestructura como para robar un blindado �lo que significaría un botín mayor� y por eso robó el banco�. Lo hizo sereno y rápido. Pasadas las diez de la mañana de barba tupida, petiso, relleno, y vestido �elegantemente� entró en la sucursal de San Martín y Las Heras del Banco Balcarce, dedicada los fines de mes al pago de los sueldos de jubilados. Se metió entre las cintas que separan al público de las seis cajas y sacó un arma de puño. Y usó la más clásica de las maneras de avisarlo: �Esto es un asalto�. 
Sus cómplices, más jóvenes, uno de pelo largo y flaco y el otro moreno, ya estaban adentro e hicieron lo propio con armas cortas. Nadie se resistió. Uno de los custodios sacó el arma pero no se animó a usarla porque las oficinas estaban repletas de jubilados. Tractorcito se ocupó de reunir el dinero de las cajas, metiéndolo en una bolsa de plástico. �Era el más tranquilo, los dos jóvenes gritaron un poco�, dijo uno de los testigos. Para irse le pidieron a un empleado de tesorería que les diera la llave de una puerta lateral por la que suelen entrar los camiones de caudales. Por allí se fueron. Afuera los esperaba el cuarto hombre, al volante de un Orion. En él se escaparon con 79.900 pesos. 
Una hora y media más tarde la bonaerense desplegaba un operativo para buscar a los ladrones. Un patrullero intentó parar a un Fiat Uno blanco de vidrios polarizados, que no se detuvo y aceleró. Lo siguieron durante cinco cuadras hasta que le cruzaron el coche. Cabrera, que se había sacado los bigotes dejándose una chivita, paró y les mostró los documentos. Tenía cédula, carnet de conducir y tarjeta verde a nombre de Martín Novo, la misma identidad que usaba al caer preso en Tandil, en abril de 1999, cuando había decidido pasar Semana Santa con su novia, su ex mujer y sus hijos de 8 y 10 años. Ahora iba con una joven, cuya identidad no fue divulgada, embarazada de su tercer hijo que nacerá a fin de año. Los policías no le creyeron que era un comerciante de Mar del Plata, como les dijo. Estaban a una cuadra del banco robado. Mandaron a buscar al custodio. �Es él�, lo escrachó el vigilante. Le pusieron las esposas y los llevaron a la comisaría primera. No le encontraron armas ni el dinero. En el departamento luego dieron con tres pistolas. 
Página/12 había adelantado, tras la fuga, y según un allegado al entorno de Luis �El Gordo� Valor, que Cabrera se había mudado al sur, donde vivía como un turista y que lo acompañaba una mujer. Una alta fuente policial reveló ayer a este diario que según los comentarios del propio Tractor este mes y medio estuvo asentado en Mar del Plata, donde pasó de un departamento a otro, siempre acompañado por su mujer, e imitando la vida de un turista venido del interior. Cada tanto viajaba al Gran Buenos Aires a contactarse con los suyos en la zona de Quilmes y Morón. Vio algunas veces a sus cómplices de la fuga del Departamento Central, los asesinos de Argaña. �Están arruinados, no tienen un mango, viven moviéndose en el Gran Buenos Aires, viviendo en casas de paraguayos, pensando en rajarse al Brasil �dicen que contó�. El día de la fuga ellos se fueron a Boulogne y yo a Lomas.� Tractorcito parece haber estado conversador con sus captores. De un solo tema no se movió: el dinero. La policía está convencida que él mismo lo tiene �encanutado�. 

 

 
Un hombre habituado a las fugas

Daniel �Tractorcito� Cabrera no es un hombre habituado a estar tras las rejas. Se abren las apuestas para saber cuánto tiempo estará preso, dada su reconocida capacidad para fugarse. Dos veces dejó atrás la cárcel de Devoto y en su última aventura, el 17 de setiembre pasado, se evadió de la Alcaidía del mismísimo Departamento Central de la Policía Federal, junto a los dos detenidos paraguayos.
Su primera vez fue en 1994, cuando se escapó de Devoto con Luis �Gordo� Valor y parte de su banda. La segunda tuvo tintes cinematográficos, pero más cerca de la comedia que de una de acción: el 26 de junio de 1998 salió caminando por la puerta principal de la cárcel, vistiendo un elegante traje y fingiendo ser abogado. Luego confesó haber pagado 100 mil dólares a efectivos del Servicio Penitenciario Federal para que hicieran la vista gorda y le facilitaran la fuga a él y a otros dos presos �pesados�: Julio Pacheco (de la banda de Valor) y Gabriel Chavanca. Cabrera vivió 665 días en libertad desde aquella fuga. Lo detuvieron en Tandil donde se había comprado una casa y se hacía pasar por terrateniente.
�Tractorcito� no es de gustos sencillos, tiene modales elegantes y es un amante de la buena vida. En una época vivió en un piso ubicado en la Avenida del Libertador y Sucre, y fingía ser un empresario exitoso. Cuando la policía lo paró en Tandil, estaba al volante de un BMW.
De allí fue a parar a la cárcel de Batán, pero tras su denuncia contra el SPF convenció al juez Alberto Baños para obtener su traslado: �Doctor, mientras pueda quiero decidir mi forma de morir, por eso le pido que me lleve a un lugar más seguro�, dicen que dijo. Ese �lugar seguro� era estar fuera de la órbita del Servicio Penitenciario Federal y del Bonaerense, por lo que Baños decidió cambiarle su domicilio y llevarlo a una celda del Departamento Central. Lo que siguió ya es historia conocida.


Los policías involucrados

La fuga de la Alcaidía del Departamento Central de la Federal, además de permanecer varias semanas en la tapa de los diarios, determinó la caída de una veintena de jefes y el procesamiento de 11 de ellos por haber facilitado o encubierto la evasión o por instigación al ocultamiento de pruebas. El procesado de más alto rango es el comisario general Roberto Galvarino, quien al momento de ocurrir la fuga, el 17 de setiembre pasado, ocupaba el cargo de superintendente de Seguridad Metropolitana y como tal era responsable de todas las comisarías de la Capital Federal, además de integrante de la plana mayor de la Federal. 
Diez de los imputados eran policías de la Federal en actividad y el restante es el detenido Diego Barreda, oficial de la Bonaerense acusado de participar en el atentado contra la AMIA. Barreda fue aparentemente golpeado por los tres presos que se fugaron, pero de todos modos fue imputado de participar en la facilitación del escape. Galvarino está imputado por los delitos de �encubrimiento� e �instigación al falso testimonio�, porque el juez Gabriel Cavallo, a cargo de la causa, entiende que aleccionó a sus subordinados sobre cómo declarar a fin de evitarle a la institución el papelón que finalmente sufrió, a pesar del esfuerzo. 
Hay otros dos comisarios procesados. Se trata de Hugo López, quien era el jefe de la Alcaidía cuando ocurrió la fuga, y Gustavo Luis Carca, responsable de la comisaría sexta, que tiene jurisdicción en la zona donde está ubicado el Departamento Central. López fue acusado de �favorecimiento de evasión culposo� y Carca, de �falsedad ideológica reiterada en tres oportunidades� y �ocultamiento de pruebas�. 
Por �facilitación de fuga� quedaron pegados el sargento Sofío Godoy y la auxiliar Violeta Locatelli, los dos policías que estaban de guardia en la Alcaidía el día de la fuga. Por el mismo delito fue procesado el agente Víctor Hugo Parodis, en el grado de �partícipe necesario�. Los otros involucrados son los policías Darío Alejandro Montana, Adalberto Tomás Rosas y José Pablo Mur, por el delito de �falsedad ideológica reiterada� y Noé de Rui, por �encubrimiento�. 

CRITICAS TRAS LA INTERPELACION A VERON 
�Al límite de la ilegalidad�

�Nos quedó claro que el gobierno bonaerense no tiene política de seguridad. La situación es muy grave y no hay ninguna respuesta�, aseguró ayer a Página/12 el senador del Frepaso Eduardo Sigal, al evaluar la virtual interpelación al ministro de Seguridad provincial, Ramón Orestes Verón. �El informe no nos dejó satisfechos�, concluyó el senador radical Carlos Pérez Gresia. En las más de siete horas que duró su exposición, Verón relativizó las denuncias sobre apremios ilegales y torturas a menores en comisarías y justificó los ascensos a policías con sumarios o sentencia judicial de primera instancia, al señalar que tales situaciones no son �obstáculo para que la Junta de Calificaciones no pueda promoverlos�.
Verón llegó al recinto de la Cámara de Senadores a las 18 del jueves, en medio de un aplauso: el funcionario tuvo como hinchada a familiares de policías heridos o muertos en enfrentamientos que colmaron los palcos y a los legisladores justicialistas que, en su momento, trataron por todos los medios de evitar la citación. La dura interpelación a la que lo sometió la oposición finalizó a la 1.30 de la madrugada de ayer. 
Pero las respuestas de Verón no conformaron a los senadores de la Alianza. �En primer lugar, de sus palabras se deduce que el ministerio no tiene política de seguridad. En segundo lugar, algunas medidas se mueven en el límite de la ilegalidad: los comisarios han empezado a dirigir la instrucción de los sumarios, a pesar de que la ley lo prohíbe y que deberían ser auxiliares de la Justicia�, enumeró Sigal. 
�El informe del ministro revela en puntos clave la ineficiencia de la acción del gobierno provincial para combatir el delito y para mejorar la seguridad de los bonaerenses. El discurso que emana de los más altos funcionarios de �meter bala� termina con una policía que comete desbordes y que destruye vidas inocentes�, indicó Pérez Gresia.
Sigal destacó que Verón admitió que hay 5200 presos en comisarías. �Significa un 200 a 300 por ciento de sobrepoblación y que buena parte de la policía está cumpliendo con tareas penitenciarias�, consideró el senador frepasista. 
Ante una pregunta, el funcionario minimizó las denuncias por torturas y apremios ilegales a menores detenidos en seccionales del conurbano. �Curiosamente el mayor número de apremios ilegales llega del Departamento Judicial de San Isidro donde el defensor Carlos Bigalli denuncia estos episodios ante los medios de prensa�, chicaneó Verón.
El secretario de Seguridad fue categórico a la hora de defender el ascenso de agentes con sumarios o sentencias de primera instancia. Si no está firme, no existe �obstáculo� para que �la Junta de Calificaciones no pueda promoverlo�, porque hay presunción de inocencia. 
�Es una barbaridad. Se están ascendiendo policías cuestionados por corrupción y torturas�, sostuvo ante este diario Sigal. Y mencionó el caso del actual comisario de la seccional primera de San Nicolás, Rubén Gatti, �condenado por golpes al detenido Juan José Tejada en 1991 cuando se desempeñaba en una comisaría de Los Polvorines�, y el del jefe de la Departamental Azul, comisario Eduardo Julán, promovido a ese cargo a pesar de haber sido condenado por la Justicia por cohecho en 1983. 

 

 

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