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FESTIVAL BUENOS AIRES DANZA 2000
Vivir a los saltos

Hoy culmina un maratón de espectáculos gratuitos que, desde el 14 de octubre, permitió a una importante cantidad de público el acceso a un panorama completo del estado de la danza independiente porteña.
�Carne argentina�, de Mariano Pattin, se vio en el Teatro Regio.
El Festival se cierra hoy con la presentación del grupo El Descueve.
Por Silvina Szperling

t.gif (862 bytes) El Festival Buenos Aires Danza, que concluye hoy, será recordado como un paneo por el amplio abanico de la danza independiente, y los objetivos que consigue cuando cuenta con respaldo. Los espectáculos que se sucedieron, en un virtual maratón, desde el 14 de octubre hasta el cierre de hoy a cargo del grupo El Descueve, hablan de un estado de ebullición, del que no es ajeno un público que colmó las salas en todos los casos. El acceso gratuito y la atracción que ejercen las distintas propuestas de los coreógrafos sobre un grupo de personas que van desde el practicante de danza hasta el peatón desprevenido, pasando por el estudiante de artes y lo que solía llamarse �clase media con inquietudes�, resultó clave para el éxito. Una parte del público demostró interés suficiente también para una serie de mesas redondas y encuentros reflexivos, proyecciones de películas y una muestra fotográfica. Los estrenos, trabajos de estéticas disímiles y en estado de proceso dada la premura en su preparación (la convocatoria fue en marzo, la adjudicación en abril, el dinero de los subsidios del gobierno porteño apareció en agosto), dan cuenta de un fenómeno, ante todo, diversificado y difícil de abarcar. 
La obra de Gustavo Lesgart Por favor, sangra, elaborada en el contexto del X Group de la escuela P.A.R.T.S. que dirige Anne Teresa de Keersmaeker, fue uno de los aciertos de la programación. Lesgart fue uno de los participantes de esa experiencia, en la cual la ciudad de Bruselas becó a un grupo de jóvenes coreógrafos provenientes de distintos rincones del planeta, para que realizaran sus creaciones como cierre de un ciclo de talleres. Amén de las reposiciones de Mabel Dai Chee Chang, Mariana Blutrach, Silvana Cardell, Gabily Anadón, Miguel Robles, Mariana Estévez, Gerardo Litvak y el grupo Extasidados, y del estreno de Hombre en la puerta giratoria, de Silvia Vladimivsky, otro trabajo a destacar es el que presentó Brenda Angie, con un programa conformado por De parte en parte y South, wall and after, generado en el American Dance Festival. Angie continúa así su investigación en la danza aérea. Los seis bailarines de De parte en parte trabajan con los impulsos y rebotes de sus cuerpos en distintas superficies y un trabajo de parejas de tono alto, colgados de arneses y acompañados en vivo por la música de UNDO, un power trío que por momentos canjea guitarra eléctrica por cello. 
La coreógrafa Susana Szperling estrenó Inflamable, una obra inspirada en el mito de Icaro y en el deseo de trascender al cuerpo. Las transformaciones corporales y la apelación a la tecnología (desde un traje inflable hasta un masajeador capilar, pasando por el uso de un minitramp y proyecciones de video) generaron ciertos �efectos especiales� no exentos de humor, al tiempo que se cuentan los avatares de una pareja con sus ciclotimias, pasiones y ternuras. Alejandro Terán y su cuarteto de cuerdas Nocturna le pusieron sonido a este dueto año 2000, con ecos de los �40.
Puesta en abismo, de María José Goldin, se apoya en una puesta en la que conviven ramas con monitores de TV, sillas años �50 con peceras. La inclusión de Olkar Ramírez, un histórico de la danza y el mimo independientes, aportó chispa, presencia escénica y una notable máscara actoral. 
Roxana Grinstein estrenó Precaria muerte, un trabajo para trece bailarinas que convoca a los fantasmas desde las primeras imágenes. El piso del escenario aparece regado por los cuerpos de once mujeres que yacen casi desnudas mientras otras dos, vestidas de negro, generan un contrapunto en el eje vertical. El uso de tizas que bordean los contornos corporales deja huellas que evocan imágenes de desaparecidos. Con un lenguaje que se nutre en lo visual, esta coreógrafa continúa un camino que recorre aspectos de lo siniestro. Carne argentina, de Mariano Pattin, vistió el escenario del teatro Regio de imágenes modernas, con elementoskitsch y aires de happening en los que se olía un dejo a Kurt Weill. Con recursos que apoyan una idea de fiesta menemista en la utilería (carreteles de hilo en instalación, medias reses crudas que engalanan la mesa familiar) y el vestuario (tapados símil vaca, plumas de vedette, un vestido hecho con... pelucas), Pattin hilvana una maratónica cabalgata en la que no deja nada afuera. Dúos eróticos repetidos al milímetro con una partenaire femenina (la exquisita Viviana Iasparra) y uno masculino (el pirotécnico Román Beltrame), una película porno se erige literalmente en telón de fondo del río revuelto de esta familia en la que unas tías muy argentinas no cesan de opinar y exponerse.

 

 

 

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