OPINION
Doblando la apuesta perdedora
Por Mario Wainfeld
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Cualquier dato sirve como prueba de la debilidad del Gobierno y del desparpajo del poder económico. Sin ir más lejos: que una frase perdida de Raúl Alfonsín, deslizada en medio de un mar de cumplidos y zalamerías en el living de Mirtha, haya provocado el maremoto que la sucedió. Esta vez no hubo dolo, casi ni picardía del ex presidente, sino apenas un amable divague. La reacción de (por darle un nombre convencional) la comunidad económica fue descomunal. A ella, a sus peores y más despóticos tics, se plegó (sobreactuando para ese lado como es su costumbre desde el 10 de diciembre del año pasado) José Luis Machinea, quien �de la mano de tanto consultor y especialista� le gritó �chito� al ex Presidente.
Ocurre, predican los que se supone que saben, que �los mercados� se ponen nerviosos ante cualquier mención a sus vacas sagradas, así sea volcada en una charla de café, de quincho o de almuerzo. Los mercados son vulnerables, delicados y neuras como, según viejas leyendas, eran las primas donnas o las divas de Hollywood. En verdad, como ocurría también con dichas damas, esos berrinches tienen un objetivo preciso que es obtener veloces transferencias de recursos, beneficios inmediatos, usualmente medidos en metálico. Las subas y bajas que producen los arranques de �los mercados� no sólo repercuten en los gobernantes: generan diariamente desplazamientos de fortunas a manos de quienes predican el bien común pero �a la hora de repartir� sólo garantizan la prosperidad de un puñado de vivos.
La pérdida de favor que se viene prodigando desde ciertos centros de saber y de negocios a Machinea no parece condigno castigo a una supuesta heterodoxia. Machi ha hecho �todos los deberes�, aun el de lavarle la boca con jabón a Alfonsín, ofendiendo además a quien fue siempre uno de sus defensores. Igual está en caída, lo que seguramente alude más a algunas necesidades de negocios concretos que a la macroeconomía.
Lo que jaquea a Machinea no son las fantasías que Alfonsín comparte con Chiquita, sino su pobre desempeño, el fracaso de sus predicciones, el crecimiento cero. Penurias no menores que el equipo económico, el Gobierno todo, quiere remediar doblando la apuesta de la única idea fuerza que parece animar el pensamiento del Presidente: el equilibrio de las cuentas fiscales como nervio motor del crecimiento, la distribución, la generación de empleo. Un pensamiento que atrasa 40 años, si se quiere ser severo, y 25 si se anhela ser piadoso.
La Alianza ata su suerte, como quien se pone una soga al cuello, a un programa mínimo en ambición, ínfimo en creatividad y nulo en resultados que ha licuado el prestigio del Gobierno y llevado al piso la imagen presidencial. El oficialismo, contradiciendo cualquier lógica, incluida la de la autopreservación, porfía en seguir aplicándolo desde el borde del precipicio.
Eppur si muove
La percepción de la cercanía del abismo tiene, con todo, algunos efectos terapéuticos. La Alianza viene intentando evitar el ataque de internismo y centrifugación que animaron �cada uno a su manera� el Presidente y el ex vice Carlos Alvarez. Y por lo menos, detuvo la entropía. El bloque de diputados funge como tal, el jefe de Gabinete le imprime a su gestión un ritmo y un tono que no tuvo jamás la de Rodolfo Terragno. De todas maneras, el equilibrio interno de la co(a)lición está en crisis y las confianzas en riesgo.
El temor a la débacle, por caso, determinó a Chacho Alvarez a matizar su alejamiento del Gobierno. Dos reuniones con su tropa y sendos largos discursos intentaron demostrar cierta unidad estratégica entre el partido y el incipiente movimiento. Pero, tal como le advirtieron incluso algunos de sus compañeros más fieles y perdurables (Juan Pablo Cafiero en voz alta en uno de los cónclaves, Darío Alessandro hablando mano a mano) y sugiereel más craso sentido común, hay una tensión entre la tentación opositora y purista �en cualquier momento antipolítica� del movimiento y las duras tareas del partido de Gobierno.
Una carencia severa resiente el actual discurso de Alvarez, que trata de no aparecer en los medios y hasta se ha tomado breves vacaciones. Su discurso no asume ninguna autocrítica, ni aún ningún análisis profundo, de su participación en el actual oficialismo, con el que se había comprometido hasta el tuétano. Al fin y al cabo el Frepaso, por iniciativa suya, puso dos ministros con quienes ahora Alvarez ni se habla. Además, Alvarez apoyó y hasta promovió a Machinea y la patética experiencia de Juan José Llach en Educación. O sea, asumió un innegable nivel de protagonismo y compromiso en lo que fueron diez meses de pobre gestión. Una herencia que el líder del movimiento debe aceptar sin beneficio de inventario.
Al intentar despegarse de su ¿ex? partido, Alvarez consigue granjearse buena bronca de Aníbal Ibarra, quien encabeza la primera importante experiencia de gobierno del Frente Grande y percibe como un injusto desdén que la crítica chachista a los partidos políticos sea indiscriminada. Ese malestar, que anuncia senderos que se bifurcan, ya se anticipó en un reportaje publicado el domingo pasado en Página/12 y rebrotó en la reunión del viernes entre los funcionarios del Frepaso y su líder.
Más allá de los mimos que prodigó a sus compañeros, quienes conocen a Alvarez intuyen que su actual pulsión es �abrirse� de la Alianza y aun del Frepaso, que el corte se demora, ya que cualquier golpe propinado a un gobierno groggy podría decretar su knock out, un costo que el ex vice no quiere erogar. Pero el divorcio vincular ocurrirá cuando haya transcurrido algo de tiempo o cuando alguna medida de gobierno lo facilite (por caso, si rueda la cabeza de Machinea).
Mejor Matanza que Biarritz
Una de las frepasistas más críticas, sí que en voz baja, de lo obrado por Alvarez en los últimos meses es Graciela Fernández Meijide. �Somos más liberales que los liberales�, les dice a sus íntimos reprochando las �a su ver� sucesivas actitudes inopinadas e individualistas de Chacho. La ministra de Desarrollo Social fue casi la única (si no la única) de su partido que defendió en sus últimos momentos a Alberto Flamarique.
Se precia de tener una vocación por la gestión de gobierno que compartía Flamarique y de la que Alvarez estaría exento.
Paradojalmente, en estos días, Graciela debilitó al Frepaso repitiendo un gesto que la emparentó con María Julia Alsogaray o con el gobernador salteño Juan Carlos Romero: viajó al exterior en medio de una afligente situación social que hacía aconsejable su presencia en La Matanza y no en Biarritz.
Los argumentos acerca de una misión oficial, por demás imprecisos, son inaceptables. El conflicto tenía que ver con un convenio que había firmado �y en buena medida incumplido� su ministerio, ocurrió en la provincia que ella aspiró a gobernar y exigía funcionarios de primer nivel poniendo el cuerpo. Algo que, se suponía, formaría parte de la nueva forma de hacer política de la Alianza, que creció cuestionando a los dirigentes que están a miles de kilómetros del dolor y las tensiones.
La Matanza, vale recordarlo, es el distrito donde el Frepaso mordió el polvo ante Pinky y ésta ante el PJ. Fernández Meijide es la presidente del Frepaso bonaerense que fue arrasado en la última interna y en la última elección general y está embarrado por el manejo discrecional de fortunas que �de consuno con el peronismo y la UCR� ejercitó su bloque parlamentario.
Otro dolor de cabeza para Graciela es el desmadre que está ocurriendo en su propia cartera. A la renuncia de su mano derecha, Carlos Porroni (dizque por presión de Alvarez, quien le cuestionaría falta de transparencia), se suma su pésima relación con el secretario de Políticas Sociales Eduardo Bustelo. Graciela le pidió la renuncia, desatando un vendaval en el interior del propio Frepaso, cuyos dirigentes buscan ahora un armisticio que evite una sangría en un momento por demás inadecuado.
Con Carlos Ruckauf a la cabeza, el peronismo bonaerense le pegó duro y parejo a la ministra. Esta aduce, con razón, que en el PJ se ceban especialmente con ella. Pero no es menos real que muy poco hizo la ministra para articular o relacionarse con los gobernadores del PJ a través de la gestión y las acciones comunes. Una tarea peliaguda pero -si se tiene muñeca y mano firme y se sabe dialogar� no imposible cuando hay carencias y necesidades compartidas.
Falta envido
Animales de poder, los peronistas husmean la debilidad de la ministra frepasista, quien está separada por muros de silencio del jefe de su partido, con su equipo de gobierno en crisis y que cometió en estos días un error que frisa lo imperdonable.
La derecha económica prepotea usando a Alfonsín como pretexto para imponer sus dogmas.
Domingo Cavallo se autopromociona para vicepresidente y crece como posible transfusión a un gobierno exangüe.
Carente de iniciativa, autocondenado a repetir una receta que le viene fallando, el Gobierno está para que lo corran cantándole falta envido con cuatro.
A esta altura lo más grave ya no son los errores cometidos (difíciles de empardar) sino la falta de imaginación o de voluntad para rectificar su -por decirle algo� rumbo. |
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