Por Cristian Vitale Rodolfo
Mederos ha tenido una intensa actividad este año: editó dos discos �-Las veredas de Saturno y MederosBrizuela--,
pero además puso su bandoneón al servicio de una grabación de tangos clásicos
por el trío integrado además por el director de orquesta Daniel
Barenboim y el contrabajista Héctor Console. Sin embargo, Mederos siente
que esta experiencia resultó paradójica. Para el bandoneonista más
rockero de la Argentina --recordar sus experiencias de
"vanguardia" a principios de los 70 con el grupo Generación
0--, lo que Barenboim paseó por Europa, Estados Unidos y Argentina no fue
tango. "Mucha gente se acercó después del concierto despedida en
Argentina y me dijo 'qué lindo escuchar los tangos así'.
Mi pensamiento inmediato fue 'esta persona jamás en su vida
escuchó un tango'". Y enseguida justifica su
razonamiento. "Así no se toca el tango. Así lo toca Barenboim que,
más allá de haber nacido en Argentina, es un europeo. El haber nacido acá
no le da chapa de porteño. Ojo, esto no invalida que pueda sacarse el
gusto. Por algo yo me sumé al proyecto. Pero de ahí a decir que así se
toca el tango hay una diferencia importante. Aclaro algo por las dudas: creo que
negar los valores artísticos de Barenboim sería una tontería. Eso es
indiscutible", le dice a Página/12 en una entrevista en la
que, además, habla de su gusto por otros géneros musicales, su condición
de docente y su admiración por Astor Piazzolla.
--¿Cuál es, entonces,
el balance que puede hacer de su trabajo con Barenboim?
--En lo personal, creo que fue una interacción positiva. Ambos
aprendimos algo del otro. En cuanto al resultado, hay bastante para decir.
Después del último concierto, leí algunos comentarios en los medios y
vi que algunos periodistas habían sido justos en aclarar ciertas cosas
que la gente no tiene claras. Acá hay una especie de cholulismo
generalizado, una servidumbre imitativa que confunde, que presupone que
alguien que viene de Europa siempre es mejor que nosotros. Esto pasa desde
1810: el porteño siempre estuvo más cercano a un francés que a un
santiagueño. Entonces, viene un señor que se llama Barenboim y todo el
mundo sale comentando que el tango que toca es una maravilla. No es así.
Y es lo que aclararon algunos críticos. --¿Entonces usted cree
que se puede tocar tango sin tener una formación "clásica" de
tango?
--Soy un convencido de que es equivocado pensar que el tango es
para los tangueros. No confundamos, el tango lo puede tocar cualquiera...
pero no cualquiera puede captar su verdadero espíritu. Yo también puedo
tocar un blues, pero evidentemente no puedo pensar que soy un blusero.
Cuando experimenté fusiones con otras músicas, los tangueros ortodoxos
me dieron vuelta la cara. Curiosamente, hasta el día de hoy sólo me
llaman para felicitarme cuando trabajo con tangueros. Piensan que estoy
del lado de ellos... Y en realidad yo estoy del lado de la música. Huelo
que el mensaje es "qué suerte que estás volviendo con
nosotros". --¿En su último trabajo
se puede hablar de un "regreso a las fuentes"?
--En un punto, sí. Pero mi música se ha nutrido de muchas músicas,
entre ellas el rock. Y esta influencia también se nota. Todas las
experiencias alternativas que viví, en algún punto me dieron una manera
de pensar que hace que determinada frase la toque entre Ruggero y el rock.
Yo escucho Almendra, Brahms o Pugliese con la misma emoción, que es la
que luego vuelco en mis canciones. --¿Por qué se interesó
por un tipo de experimentación que hasta entonces casi no existía en el
tango tradicional?
--Desde muy joven, cuando empecé tocando tango en algunas
orquestas de Córdoba, siempre tuve una conducta muy abierta. Pienso que
el eclecticismo enriquece y lo hermético no sirve para nada. En aquellas
noches, me quedaba después del show para escuchar jazz y descubrir nuevas
cosas. --¿El jazz lo llevó al
rock?
--Se puede decir que sí. Cuando vine a Buenos Aires nacía el rock
nacional y me conecté directamente con el movimiento. Me ayudaba el
aspecto: cuando empecé con la orquesta de Osvaldo Pugliese tenía el pelo
por la cintura, collares, morral de cuero y sandalias. Era un hippie. Es más,
cuando me vio Osvaldo dijo "¿quién es este tipo?". Se quería
morir. Entré a su orquesta porque era buen arreglador. Pero yo sentía
una enorme necesidad de encontrarme con los rockeros. Por eso, grabar con
Spinetta "Laura va", en el primer disco de Almendra, me resultó
muy natural. --¿Cuánto lo satisface
que se lo llegue a comparar con Astor Piazzolla?
--Me están asociando a un músico que yo respeto mucho. Peor sería
que me asociaran a alguien cuya estética no me toca. Pero esas
asociaciones generalmente son producto de la ignorancia, es como pensar
que Bach y Haydn eran lo mismo sólo porque eran barrocos. Si no tenés un
oído adiestrado para percibir las diferencias y los matices, no te das
cuenta. Creo que el que nos compara lo hace simplemente porque ambos somos
bandoneonistas y tocamos parados. La gente ve la piel del fenómeno, no
percibe más adentro. No es descalificador lo que digo, pero hay opiniones
que se dicen muy a la ligera. --¿De quién se
considera "heredero" entonces?
--Tengo lazos más fuertes con Osvaldo Ruggero. --¿Cómo resultó su
experiencia como docente en la Escuela Popular de Avellaneda?
--Enseñar es un poco componer, organizar racionalmente para poder
comunicar. Básicamente, la diferencia con lo artístico profesional es
que subirse al escenario está más impregnado de elementos psicóticos:
uno quiere ser observado por todos. Hay como un narcisismo que está
funcionando. Busca que lo aplaudan, que lo acepten. Uno busca una
respuesta, una afirmación del público. La docencia es precisamente lo
contrario. No hay luces, no hay amplificación, no hay distancia con el
receptor, no hay privilegios. La pedagogía es sanadora, compensa el
narcisismo que uno tiene cuando sube al escenario.
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