Por
Sergio Kiernan
El
presidente argentino Fernando de la Rúa fue recibido ayer en La
Paz por su colega boliviano, Hugo Banzer, el ex dictador ahora presidente
elegido democráticamente. Fue el comienzo de una visita que busca
relanzar la relación con un socio a medias del Mercosur y que tiene
tres ejes: comercio, energía y el agudo problema migratorio. De
la Rúa llegó junto al canciller Adalberto Rodríguez
Giavarini, al ministro de Salud Héctor Lombardo, el jefe del Ejército,
teniente general Jorge Brinzoni, la secretaria de Energía Débora
Giorgi, y los gobernadores de Jujuy, Eduardo Fellner, y de Salta, Juan
Carlos Romero.
Antes de iniciar el viaje, De la Rúa tuvo un gesto importante para
sus anfitriones: levantó la veda de ingreso a Argentina de vegetales
y frutas frescas bolivianos, prohibido hace tiempo por cuestiones sanitarias.
Las ventas de estos productos, modestas en sí, pueden ayudar a
mejorar la balanza de comercio bilateral, favorable a los argentinos,
que venden por 600 millones de dólares a Bolivia y compran por
apenas 50.
Banzer y De la Rúa firmarán hoy varios convenios que giran
sobre la construcción de tres represas en la zona de fronteras,
sobre la explotación de vetas minerales que comienzan en un país
y terminan en el otro, y sobre la creación de un nuevo régimen
de explotación del gas. El modelo para la minería que proponen
los argentinos es el que se utilizó en los recientes convenios
con Chile, y para el gas se habla de estudiar la exportación en
común a Brasil. Es que después de 27 años de tratados
entre gobiernos, el negocio gasífero se maneja ahora entre empresas
privadas.
No es casualidad que el titular de la Dirección Nacional de Migraciones,
Angel Roig, viajara en el avión presidencial. Después de
una década de conflictos con los inmigrantes bolivianos, el gobierno
argentino firmará un acuerdo que flexibiliza y hace más
fáciles sus trámites de radicación. La prensa boliviana
destacó como tema excluyente la cuestión migratoria: aunque
nadie sabe exactamente cuántos son, se habla de un millón
de bolivianos radicados legal o ilegalmente en Argentina. Los protocolos
que se firman hoy son muy prácticos y detallados e incluyen ventajas
como un alargamiento de la residencia provisoria de seis meses a tres
años, una baja en el costo de los trámites del 60 por ciento
y un cambio en la obtención del DNI que hace que se puedan sacar
por familia y no individualmente.
El canciller boliviano Javier Murillo de la Rocha destacó estas
ventajas: De este modo los bolivianos residentes en Argentina tendrán
la oportunidad de mejorar sus condiciones de vida, trabajo y acceso a
la educación y la salud. Lo que el canciller eligió
no destacar es la ola de malos tratos que sufrieron sus compatriotas en
años recientes en Argentina, que incluyó robos, algunos
asesinatos, infinitos casos de discriminación y acoso por la policía,
y la definición por parte del Estado del inmigrante como motivo
de la inseguridad y el desempleo.
El anterior director de Migraciones, Hugo Franco, llegó a decir
en enero de 1999 que el sesenta por ciento de los delitos los cometen
los extranjeros. Esto marcó lo que su sucesor llama una
línea dura (ver reportaje en esta página). Migraciones
se transformó en un lugar más que desagradable para los
que venían a realizar los trámites. Los inmigrantes, especialmente
los más humildes y menos educados, recibían poca o ninguna
ayuda en trámites que pueden resultar complejos, y el maltrato
llegaba al extremo de que no había sillas en la sección
latinoamericana.
No era sólo Franco el que mantenía esta línea
dura y no era lo único que mantenía. Varios capitanes
de navío encontraron trabajo bajo su ala, notablemente el jefe
de personal, Pedro Rodolfo Rivas, que a fines de 1995 conseguía
un contrato con 18.200 pesos de salario. En la Dirección abundaban
las secretarias que ganaban más de 4000 pesos y otros empleados
de privilegio, además de los contratos de refacción extraños
que ahora se investigan. Esto era una caja, definió
a Página/12 un veterano del ente, que agregó que incidentes
de discriminación como los del funcionario mozambiqueño
y del turista brasileño se deben a este tipo de gente y a
su influencia en la Dirección.
ANGEL
ROIG, DIRECTOR NACIONAL DE MIGRACIONES
En
Migraciones bajaban una línea dura
Por
S. K.
Angel Roig
es un hombre callado, al que no le gustan los reportajes. A su
manera suave en voz baja, casi costándole es
claro en sus definiciones. Sabe que asumió una dirección
desprestigiada, vista como un ente policial,
con imagen represora, que da temor. Habla de amabilidad
en el trato, de funcionarios que ayuden a los inmigrantes y los
guíen en los trámites. Es un cambio de discurso
muy fuerte respecto del de Hugo Franco, su antecesor, que gustaba
de decir que la gente que debía atender era responsable
del crimen. Debemos combatir la ilegalidad, tenemos que
ayudar a que la gente se legalice, es lo que dice Roig.
¿Por qué la Dirección de Migraciones
tiene esa imagen? Antes no la tenía...
Porque pudo haber habido un bajar de línea en el
sentido de que este organismo tenía que tener ese perfil.
Esto está equivocado y nosotros queremos hacer otra cosa.
Si hay ilegalidad, lógicamente salimos a controlarla, pero
queremos acercarnos a la gente, decirle que el trámite
es posible, incluso sin gestores. El que atiende al inmigrante
tiene que mostrar comprensión y el que viene a hacer el
trámite, un poco de paciencia si tiene que esperar. Tenemos
que hacer que Migraciones sea vista con otros ojos. Sabemos que
Ezeiza es la puerta de entrada al país para mucha gente
y la atención tiene que ser correcta, transparente, cordial
y respetuosa. Ya lo estamos logrando y para diciembre se va a
notar con los refuerzos de personal y con los cursos de preparación
del personal. No es un proceso de reeducación del personal,
pero sí de readaptación.
O sea, cambiando la línea que bajaba antes, que era
bastante autoritaria.
Yo quisiera hablar lo menos posible del pasado, pero evidentemente
todas las cosas que aparecen de la línea anterior tenían,
sí, una carga que realmente puede llamarse línea
dura.
¿Por qué hay tanto personal militar, tanto
capitán de navío, en Migraciones? ¿Hay alguna
razón profesional para que Hugo Franco los haya nombrado?
No, profesional no. Creo que debe haber habido alguna razón
de amistad y de coincidencia de pensamiento.
Hace poco, Migraciones pudo informar a un juez las salidas
y entradas de una persona, algo que antes le resultaba imposible.
¿Hubo un milagro?
Hemos penado mucho, lo hacemos con mucho esfuerzo del personal,
de algunas jefaturas que se cambiaron y de otras que se compenetraron
de otros valores. Tenemos que darle prioridad a la Justicia, aunque
algunas veces no llegamos porque tenemos cargados en computadora
sólo desde 1995. Nos encontramos con más de 20.000
expedientes dando vueltas sin resolver. Estuve firmando expedientes
de 1997, 1998, multas a empresas de aviación, a gente que
da hospedaje a gente que está ilegal en el país...
multas a empresas que ya ni existen o a personas que cerraron
su hotel, por lo que no se pueden cobrar. Con los jueces pasó
lo mismo y estamos tratando de ponernos al día.
Usted rotó equipos, inició sumarios y cambió
el estilo de contrataciones que tenía Migraciones.
Toda conducción tiene que tener gente de absoluta
confianza en su equipo, sobre todo en un organismo complejo como
éste. Hicimos cambios que ya están dando sus frutos.
Y además hicimos algunos sumarios, investigamos asuntos
de viáticos, sumariamos al ex jefe de personal por una
inclusión inconsulta de aumentos de categoría de
ciertas personas, iniciamos cambios en delegaciones del interior
que estaban paradas por el congelamiento en las vacantes.
Sus agentes ¿son racistas?
No. No, no me consta. Nunca tuve una mala experiencia, no
hay un cúmulo de denuncias como las de estos días.
Yo les digo a los jefes, para que lo transmitan a todos, que una
persona autoritaria, discriminatoria, no puede estar en Migraciones
y mucho menos en atención al público. Cada año
entran al país 28 millones de personas, que pasan por Migraciones,
personas de todos los colores, religiones y nacionalidades. El
agente tiene que convivir con ellos; la razón de ser de
su trabajo es atenderlos. Yo aprendí a vivir en un país
con fronteras abiertas. Yo no me puedo olvidar de quiénes
son mis antepasados y cómo vinieron. Claro que ya no podemos
usar el gobernar es poblar, pero no tenemos que cerrar
las fronteras ni maltratar al que viene al país. En muchos
sectores del país hay extranjeros que hacen trabajos que
no quiere hacer el nacional.
Pero el discurso oficial hasta hace poco era que el indocumentado
le roba el trabajo al argentino...
A mí me preocupa que el migrante indocumentado está
a un paso de ser explotado. Es el trabajo a cama caliente,
en talleres clandestinos, donde son mal pagos. Como los trámites
todavía son engorrosos y onerosos, estamos tratando de
simplificarlos. Pero el que más impide que se legalicen
son un tipo de patrón que explota al indocumentado y le
dice si te blanqueás, perdés el trabajo.
|
|