PSICOLÓGICO
Por
Sandra Russo
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La
vulgata freudiana que tan hondo penetró en Buenos Aires ya forma
parte no sólo del monoambiente psi sino del sentido común
porteñohablante en general. De su lento goteo hacia el exterior
del universo de divanes y poltronas de Palermo, brotaron primero ciertas
nociones que prendieron fuerte en la vida de barrio, agitada tal vez por
la presencia infaltable de la psicóloga que pone puntos sobre íes
en programas como el de Lía Salgado. Pero ahora, el boom de lo
psicológico también se extendió a la política,
enredada ella simbiótica, psicótica o simplemente neuróticamente
con la economía.
Tal vez no haya sido casual que la primera denuncia sobre el carácter
psicológico del bajón argentino haya surgido
de boca de un técnico del FMI hace unos meses, en la última
reunión europea del Fondo. Según de quien provenga la observación,
el mote de psicológico es relevante o despreciativo.
En el mundillo delimitado por Charcas, Córdoba, Coronel Díaz
y Scalabrini Ortiz, y en todos los rincones en los que el discurso psi
tiene eco o sea, por lo menos, toda la Capital, decir que
algo es psicológico denota una predisposición
consensuada al buceo en los móviles, las motivaciones, los trasfondos,
los contextos, el pasado, los mecanismos, los complejos, los miedos o
las fobias que yacen agazapadas en un hecho, individual o colectivo. Es
decir: si algo es psicológico, eso no significa que
sea menos real, menos cierto, menos importante, sino todo lo contrario:
argentinos, a las cosas (psicológicas). Pero en boca de un técnico
que confía más en los números que en los síntomas,
decir que algo es psicológico equivale a otra cosa,
a algo poco menos que inventado, a algo antojadizo, idiosincrático,
caprichoso.
Como fuere, desde entonces han aflorado las interpretaciones y las alusiones
al clima mental que domina la política, la economía
y la sociedad argentinas. El reciente paquete económico parece
haber sido fruto de un intento por calmar los nervios de los
mercados. Después del anuncio los diarios titularon que Ahora
hay otro humor en el Gobierno. Cavallo llama a no ahogarse
en un vaso de agua. Las tibias muestras de unión de la Alianza
están destinadas a levantar el ánimo de la población
que, no obstante, según declara Moria Casán en un reportaje
esta semana, parece seguir aletargada en su melancolía, dato que
no se sabe si nos viene del desolado paisaje de Pompeya que todos llevamos
en el alma, del cierre del Café de los Angelitos, de la obstinación
que nos hace creer que estamos peor de lo que estamos, o de la marca de
provenir de oscuras bodegas de barcos transatlánticos. Me
asombra el silencio de los sábados por la noche. Está el
teatro lleno y decimos: ¿hay alguien? Parece que estuviera vacío,
nadie habla. El argentino es un ser muy quejoso, opina la vedette.
Este síndrome quizá haya arrancado con aquello de estamos
mal, pero vamos bien, una frase que al menos admitía el desastre,
pero que pretendía imponerle al desastre la apuesta maníaca
por un futuro que nadie veía ni dibujado. Hoy, por televisión,
los periodistas económicos explican el nuevo sistema de créditos
hipotecarios con seguro de desocupación diciendo que de ese modo
se trata de dar un shock de confianza a aquellos que quieren
su casita, pero temen embarcarse en deudas por treinta años, toda
ella gente que no pondría ni una ficha en el casillero sigue
participando. La gente tiene miedo y el miedo es psicológico,
pero no es zonzo.
¿Somos o nos hacemos? Y en todo caso, ¿qué diferencia
hay?
REP
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