Qué
pasó?
Pregunta en boca al cumplirse un año de la victoria electoral
de la Alianza. Y una primera y gran respuesta es que no pasó
algo especial, sino que nunca dejó de pasar lo estructural.
Ya desde su plataforma, sin que siquiera hiciese falta contar que
a su frente se hallaba un conservador feroz como De la Rúa,
la coalición jamás planteó un cambio de modelo.
Y en elemental consecuencia, lo estructural sigue siendo que un
puñado de corporaciones y la dictadura del mercado
continúan resolviendo el destino argentino. De manera que
a lo que en términos convencionales se conoce como política
desde la ideología de estos políticos
no le queda otro papel que humillarse ante lo que convencionalmente
se denomina economía.
Se vive así en medio de una sobreactuación fenomenal,
en la que una inmensa porción, casi la única, de eso
que llaman clase política, finge estar haciendo
algo por los dramas nacionales. Finge que hay que esperar, como
había que esperar que el rebalse de la copa de los ricos
se derramara sobre los pobres. Finge que los atormenta la desocupación,
como si los desocupados y los sueldos miserables no fuesen el disciplinador
por excelencia para evitar la protesta social. Finge desvelo por
la corrupción, como si la corrupción no fuese funcional
a un modelo de saqueo. Y como la ficción salvo, a veces,
en etapas preelectorales queda desnuda cada vez más
rápido, también el desprestigio es cada vez más
veloz. Y por eso la debacle de la Alianza cuando no llegó
ni al año de gobierno.
Con ese marco, unido al peronismo convertido en circo romano, la
movida que se acerca (la que ya está, en realidad), bajo
promoción o complacencia de los intereses norteamericanos,
es el estímulo de figuras como Alvarez y en esencia
Cavallo. Son capaces de resucitar la ficción más importante
de todas: el mismo modelo pero más limpio. El arco se completa
con la figura filofascista de Ruckauf, de modo que la patronal tenga
recambio a dos puntas para amortiguar el descontento popular. Derecha
liberal pero bañadita y derecha autoritaria. De la Rúa
y la Alianza, que hace un siglo sirvieron para filmar la película
del fin del menemato, ya no les sirven. Sí en lo ideológico,
no en la implementación. El pueblo les perdió la confianza
y, aunque carezca de organización y vanguardia, alcanza para
visualizar revueltas y conflictos.
Se viene una nueva película, con dos argumentos
en paralelo para satisfacer a una amplia gama de espectadores.
Y sobran giles para el estreno.
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