Desde
un polo hasta el otro... la bici. Hoy empieza en Plaza Congreso la última
etapa de una de las excursiones ciclísticas más extensas
de la historia: Del Polo Norte al Polo Sur 2000. Ocho jóvenes
de diversos países, entre ellos una argentina, fueron seleccionados
de entre diez mil para participar en esta expedición que partió
del Polo Norte en abril y se propone llegar el 31 diciembre al extremo
sur del planeta. En su largo camino, los jóvenes dieron charlas
de ecología en escuelas y, en su convivencia cotidiana, fueron
descubriendo los mil raros detalles que diferencian a las culturas del
planeta, algunos de los cuales narraron para esta nota.
El grupo se organizó por iniciativa de Martyn Williams, uno de
los más célebres instructores en expediciones de riesgo,
que guió todas las expediciones privadas a la Antártida
en los últimos diez años. Durante tres años, buscó
apoyo de instituciones, empresas para los equipos y la ropa polar
y aportantes individuales para su proyecto. El siguiente paso fue seleccionar
a los integrantes de la expedición: debían ser jóvenes,
con práctica en deportes de riesgo y que compartieran los ideales
ambientalistas que habrían de trasmitir en su recorrido. La búsqueda
se difundió por Internet y en clubes de deportes de riesgo. Hubo
más de diez mil candidatos en todo el mundo, y éstos son
los que quedaron:
Dylan Spencer, canadiense; Jai Choi, de Corea; Devling Fogg, de Sudáfrica;
Jessica Casas y Heidi Hausman, de Estados Unidos; Naoki Ishikawa, de Japón;
Renaud Richard, de Francia, y Mercedes Rosauer, de la Argentina.
Luego de varios meses de entrenamiento en Canadá debían
aprender técnicas de esquí y conformarse como grupo,
el 5 de abril partieron desde el Polo Norte. A 35 grados bajo cero, esquiaron
hasta la población más cercana al Polo, llamada Resolute
Bay. El 12 de mayo se subieron a las bicis, de las que ya sólo
se bajaron para subir a botes y barquitos a vela, cuando hubieron de atravesar
lagos. Así por Canadá, Estados Unidos, México, Centroamérica,
Ecuador, Perú, Bolivia y la Argentina.
Lo que se proponían no eran tomar las rutas más difíciles,
sino simplemente ir de polo a polo: Ibamos por las rutas importantes,
pedaleando en fila, y armábamos nuestras carpas cerca de las estaciones
de servicio, para contar con agua, cuenta Jessica Casas.
La expedición tiene el auspicio de la entidad ecologista Nature
Conservancy. A lo largo del recorrido, sus integrantes dieron charlas
en colegios sobre problemáticas ambientales. En esencia, nuestra
expedición quiere metaforizar que, por pasos pequeños, es
posible lograr inmensos recorridos, sintetiza Mercedes Rosauer,
quien fue seleccionada por su experiencia como montañista luego
de haber escalado el Aconcagua.
La experiencia fue también un encuentro de culturas: Eso
se veía sobre todo en las cuestiones cotidianas comenta Jai
Choi: por ejemplo, sonarse la nariz en público es anormal
en Corea. El humor francés, centrado en la ironía,
es difícil de aceptar para los norteamericanos, ha aprendido
Renaud. Hacer ruido con la boca al comer los fideos, que en Occidente
es mala educación, en Oriente es prueba de que la comida está
buena, observa Naoki; jugar con agua le causó rechazo
a nuestro compañero sudafricano porque allí el agua es escasa
y valiosa, admite Heidi; cuando se comparte una comida en
Corea, es de mala educación pedirle a otro el salero en vez de
buscarlo uno mismo, se interpreta como molestarlo; en Occidente es al
revés, señala Fogg.
Hoy a las diez de la mañana parten hacia Cipolletti, Río
Negro. Visitarán la Reserva Mapuche y, por El Bolsón y Perito
Moreno, prevén llegar el 21 a Punta Arenas, Chile. Desde allí,
en avión, a la Antártida, donde desempacarán los
trineos para dirigirse al Polo Sur.
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