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OPINION

Un fracaso anunciado

Por Maximiliano Rusconi *

Aparentemente los últimos datos estadísticos provenientes de la Provincia de Buenos Aires confirman, una vez más, el juego morboso que se despliega institucionalmente, cada vez que se acude al instrumento de la “mano dura”, a través del discurso mediático y normativo, en la denominada lucha contra la inseguridad ciudadana y la delincuencia. Como era previsible, el aumento del uso de la prisión preventiva, el crecimiento de las manifestaciones de violencia institucional provenientes del Estado y las balas que había que echar para combatir el crimen pueden haber generado alguna ventaja política producto del rápido impacto mediático y las excusas necesarias para aumentos de presupuestos y de discrecionalidad en el ejercicio del poder, pero, hoy como siempre, no han servido para asegurar al ciudadano niveles razonables de paz social.
Por el contrario, han generado debilitamiento de las rotaciones comunitarias, declive en las manifestaciones de solidaridad, escalada sin fin del nivel de violencia, y falta notoria de compromiso de la clase política y de las instituciones con las verdaderas causas del delito que sucede en las calles (que ha logrado ocultar al delito que sucede en otros lugares y que genera un impacto social, sobre todo en países pobres, tremendo).
El camino es otro: presencia institucional cerca de la comunidad, mutuo control de los operadores del sistema, participación comunitaria, mayor tecnología en los sistemas de investigación judicial, trabajo en equipo y sobre todo romper las barreras burocráticas que separan la instancia de prevención de la instancia judicial. En ello reside lo verdadero del concepto de prevención general.
Eficiencia y garantías no son vasos comunicantes en el sentido de que un aumento en el nivel de uno requiere un descenso en el nivel del otro. Se puede ser ineficiente en ambas dimensiones (como lo demuestran las estadísticas dadas a luz en los últimos días), como se puede ser eficiente en los des-sentidos (como lo demuestran varios países de los llamados “desarrollados”). Nunca sabremos cuántas muertes son producidas a diario sólo por el efecto irracional de los discursos autoritarios, quizá sean menos que las que fueran necesarias para la consolidación de las garantías individuales.

* Fiscal general. Profesor de Derecho Penal. Universidad de Buenos Aires. Universidad de Palermo.


 

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