Por
Diego Fischerman
Paul
McCartney solía ir a conciertos donde se tocaba música contemporánea.
En algunos casos eran experimentos cercanos al happening, grupos que trabajaban
con superposiciones al azar de distintos sonidos, artistas que buscaban
en los territorios fronterizos con el silencio, con el buen gusto o, simplemente,
con todo lo que pudieran considerar la tradición. Más
allá de la influencia que esos conciertos tuvieron para Los Beatles,
resulta interesante leer, en esa especie de autobiografía coordinada
por Barry Miles (y editada localmente, el año pasado, por Emecé),
lo que McCartney decía: Algunos de los conciertos me gustaban
y otros no; pero para mí fue fundamental haber ido a todos ellos.
El público del siglo XX se caracterizó por leer literatura
de ese siglo, ver teatro de ese siglo y consumir el cine más novedoso
posible. Y, también, por eludir sistemáticamente toda la
música de tradición compuesta después de 1913. Puede
ser que esto se debiera a que la música fuera fea. O a que le faltara
la curiosidad que McCartney había sabido tener. Pero también
es posible, sencillamente, que el público del siglo XX no haya
tenido demasiadas posibilidades de saber cómo era la música
compuesta en esos días.
El ciclo del Teatro San Martín que empieza hoy a la noche permitirá,
en todo caso, sacarse las dudas con un nivel de calidad absolutamente
inusual y a precios verdaderamente populares. Que sea posible, hoy y mañana,
escuchar por $8 al mejor cuarteto de cuerdas especializado en repertorio
contemporáneo, el Cuarteto Arditti, tocar dos programas en los
que figuran varios de los compositores más importantes de la actualidad
que en su mayoría escribieron estas obras dedicadas precisamente
a este conjunto podría tratarse de uno de esos clásicos
misterios argentinos. En cambio, se debe a la continuidad de un ciclo
que llega a su tercer año consecutivo y a un criterio de programación
ejemplar.
El Arditti Quartet, conformado por Irvine Arditti, Graeme Jennings (violines),
Dov Scheindlin (viola) y Rohan de Saram (violoncello) fue fundado en 1974
y desde ese momento ha estrenado obras de compositores como John Cage,
Conlon Nancarrow, Mauricio Kagel, Karlheinz Stockhausen y Iannis Xenakis
entre otros. Con una discografía inmensa y multipremiada, su última
producción, para el sello Montaigne, tiene características
bastante inusuales. El Helicopter Quartet, de Stockhausen, está
escrito para dos violines, viola, violoncello y cuatro helicópteros.
Cada uno de los instrumentistas está arriba de uno de los helicópteros,
sin escuchar a los otros y guiado por un pulso grabado. En el concierto
de hoy, a las 21 y en la Sala Casacuberta, tocarán las 5 Piezas
de Anton Webern, el Cuarteto Nº 8 de Wolfgang Rihm, el Cuarteto Nº
4 de Mauricio Kagel, el Cuarteto Nº 3 de Jonathan Harvey, Mikroludes
de György Kurtág y Tetras de Xenaquis. Mañana, en la
misma sala y horario, interpretarán el Cuarteto Nº 3 de Nancarrow,
el Cuarteto Nº 4 de Giacinto Scelsi, el Cuarteto Nº 3 de Bryan
Ferneyhough, el Cuarteto en 4 Partes de John Cage y el Cuarteto Nº
2 de György Ligeti.
El ciclo continuará el próximo martes 14 con Cries of London
de Luciano Berio para coro, por el Grupo Vocal de Difusión, con
dirección de Mariano Moruja y Perséphassa (música
para seis percusionistas) de Xenaquis por el notable grupo de percusionistas
Paralelo 33. El concierto del martes 21, por su parte, estará compuesto
por estrenos. Se encargaron obras a cinco jóvenes compositores
(Andrea Pensado, Sergio Bove, Daniel Judkovski, Marcelo Delgado y Damián
Rodríguez Kees) para que escribieran con el mismo instrumental
de La Historia de un Soldado de Stravinsky (violín, contrabajo,
trompeta, trombón, clarinete, fagot, percusión). En el concierto
se oirán las nuevas obras y, también, la suite instrumental
de Stravinsky. El último concierto, el martes 28, estará
dedicado a Nancarrowy las pianistas Helena Bugallo y Amy Williams harán
la transcripción para piano a cuatro manos de sus estudios, además
de composiciones para esa conformación instrumental de Henry Cowell
y Charles Ives importantes antecedentes de Nancarrow y de
Stravinsky y Bach los dos compositores que él más
admiraba.
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