Es un empate, o casi. Las elecciones norteamericanas tenían ayer final abierto. El candidato republicano George W. Bush ganaba con 246 votos electorales contra 242 del demócrata Al Gore. En el voto popular, las predicciones eran estrechísimas: 49 por ciento para Bush y 48 para Gore. El demócrata se había hecho con el enorme estado de California, que ostenta 54 votos electorales, a los que sumaba los estados clave de Pennsylvania y Michigan. Sin embargo, las cadenas de noticias ya habían retirado su anterior predicción de que había ganado en Florida, con 25 votos electorales. Bush ya había ganado en la mayoría de los estados del centro del país. Sumado a la incertidumbre sobre los estados clave de Wisconsin, Iowa y Oregon, esto hacía que la elección dependiera de quién ganaba en Florida. En los estados de la costa del Pacífico, se estima que el candidato verde Ralph Nader (que ya habría sacado más de 1,5 millón de votos populares) tendrá una influencia decisiva.
Al comienzo de las elecciones, la situación favorecía a Bush, con 190 votos electorales sobre 119 de Gore. Se sabía con seguridad que las victorias de Bush incluían el estado del que es gobernador, Texas, y Kentucky. Pero poco después la CNN, NBC y otras cadenas proclamaban que Gore parecía haberse anotado dos triunfos cruciales: Florida y Michigan. La tendencia de los �swing states� de ir hacia Gore comenzó a preocupar a la campaña de Bush, que insistía que la situación en esos estados seguía siendo incierta. En los minutos siguientes todo fue muy tenso. Se sabía que la asistencia había sido �grande�, según enfatizó la CNN. La ex gobernadora demócrata Ann Richards expresó las esperanzas de su partido ante Larry King. �Tradicionalmente la alta asistencia beneficia al Partido Demócrata. Creo que perdimos Tennessee y Arkansas, pero no importa porque ganaremos Pennsylvannia�. En los próximos minutos, su pronóstico pareció realizarse.
A las 22.50 hora argentina la victoria de Pennsylvannia de Gore parecía estar decidiendo la elección. Todos los estados clave hasta el momento parecían haberse volcado por él. Acumulaba 145 votos electorales contra 130 para Bush. Para las 23.00, su ventaja era aún más aplastante al ganar Nueva York (donde también la primera dama Hillary Clinton ganó el escaño del Senado). El tablero estaba en favor del demócrata. Media hora después, el equipo de Bush había recobrado las esperanzas. El importante estado de Ohio se había volcado a su favor y con la ayuda de otros más había logrado superar a su rival por 185 contra 182. Pero diez minutos después la CNN declaró que Gore había ganado los votos electorales de Minnesota, lo que le hacía recobrar su ventaja. Un factor decisivo, coincidieron los analistas, fue el voto sindical. La central AFLCIO había dedicado enormes fondos a aumentar el asistencialismo obrero, y esa táctica había rendido frutos en estados como Pennsylvannia y la misma Minnesota. Pero estas serían las últimas buenas noticias que la campaña Gore oiría por la siguiente hora.
La horrible revelación vino cuando la CNN y otras cadenas se retractaron de su predicción sobre Florida, y la situaron con sus 25 votos electorales en la columna de los indecisos. Junto con más victorias de Bush en el oeste central del país, esto hacía que el balance fuera de 217 para el republicano contra 172. Y el equipo de Bush disputaba las predicciones para otros estados. �Las cadenas se apresuraron demasiado al vaticinar los resultados�, aseguró un Bush sonriente desde su hotel en Austin, Texas, rodeado por sus padres y su esposa. Además de Florida, Bush aseveraba que Pennsylvannia tampoco había caído en el campo de Gore, y citó una llamada del gobernador republicano Tom Ridge como evidencia. Tampoco se resignaba a la pérdida de Michigan, que cuenta con otro gobernador republicano, Tom Alger. El analista de la CNN Bill Snyder se vio forzado a justificar los métodos de hacer las predicciones y subrayó que �tenemos un margen relativamente alto de seguridad de que Pennsylvannia fue para Gore�.
Todavía no se habían retractado de esta definición cuando emitieron su predicción sobre el decisivo estado de California. Según ellos, los 54votos electorales fueron para el vicepresidente Gore. Esto no decide la contienda, sino que solamente la oxigena. Bush tiene una buena posibilidad de ganar en Florida, donde su hermano es gobernador y el voto popular parecería favorecerlo quizá por hasta el cinco por ciento. Los estados de Washington (11 votos electorales) y Oregon (7) también podrían llegar a decidir la elección, y allí los votos de Nader son clave. Los votantes verdes lo saben, y estaban esperando hasta el último momento por ver si los resultados de las elecciones parecían favorecer una victoria de Bush. Si lo hacían, muchos tenían decidido votar a Gore, por más desagradable que les resulte. Al cierre de esta edición, todo indicaba que era algo que ya estaban haciendo.
Un exponente del egoísmo más craso
Por Gabriel Alejandro Uriarte
�Está muy orientado hacia los objetivos y poco en los detalles.� En un momento, esta definición de alguien que lo conoció en Texas pareció ser el epitafio de George W. Bush, el candidato republicano en las elecciones norteamericanas. Impreciso y vago, enfrentaba a un Al Gore que se manejaba con seguridad inhumana en las cifras de los planes impositivos y sociales. Su �conservadurismo compasivo� no parecía separarlo lo suficiente de la derecha de su partido que produjo la debacle del impeachment. Su política económica era riesgosa y altamente regresiva, y, de hecho, las encuestas mostraban que en todos los temas importantes el electorado favorecía las posiciones de Gore. ¿Cómo explicar entonces que ayer llegara tan cerca de la victoria? Es imposible adscribirlo meramente a factores negativos; es decir, a que es conservador pero no extremista o que es más honesto que Bill Clinton. Como Reagan, uno de sus mayores héroes, su éxito parece radicar en la personalidad. En ese sentido, describir la persona de Bush equivale a describir su política.
�Mis padres querían que yo fuera como Al Gore.� El incisivo chiste de Bush podría encerrar la clave de su popularidad con el electorado. En una familia caracterizada por la búsqueda implacable de la excelencia, Bush siempre se distinguió por ser mucho más corriente y, en cierto sentido, más humano. El relato de su formación es prácticamente un compendio de debilidades. No se distinguió en ninguno de los colegios donde cursó, a los que entró en todos los casos gracias a la influencia de su padre. Eludió combatir en Vietnam enlistándose en una unidad aérea de la Guardia Nacional en su estado natal de Texas, donde fue promovido a teniente primero a velocidad record, no obstante notas mediocres en las pruebas de aptitud. Hasta los 40 años estuvo cerca de ser clínicamente alcohólico hasta que, en el mejor estilo sureño, se recuperó mediante la religión evangélica. Su carrera en el petróleo, afirma el conservador The Economist, �fue básicamente producto de las amistades de su padre�. Su inteligencia fue siempre un gran interrogante, y se sospecha fuertemente que es disléxico (su última frase célebre pide �que las alas tomen sueños�).
Siempre intentó contrastar un supuesto sentido común con los sofismas profesionales de su contrincante. Contra un plan presupuestario enrevesado y complicado hasta para economistas, Bush ofrecía recortes impositivos para todos (si bien alrededor de la mitad dirigido al 1 por ciento superior de los contribuyentes). Justificando sus planes para privatizar parcialmente el sistema de jubilaciones permitiendo que los contribuyentes inviertan en bolsa, explicó que �es el dinero de los votantes y quiero devolvérselo�. Examinadas de cerca, las políticas de Bush pueden ser inferiores que las de su oponente e incluso inviables, pero al menos benefician de manera inteligible al votante.
La política exterior de Bush tenderá al unilateralismo. Durante la campaña planteó sin rodeos abrogar el tratado que prohíbe sistemas antimisilísticos (el ABM), acción que hostilizaría tanto a Rusia como a China. Se mostrará mucho menos cooperativo hacia sus aliados europeos en la OTAN, y ya prometió retirar las tropas norteamericanas de Bosnia y Kosovo. Su probable secretario de Estado será Colin Powell, jefe del Estado Mayor Conjunto durante la invasión a Panamá y la Guerra del Golfo, y el autor de la �doctrina Powell�, por la cual las Fuerzas Armadas del país sólo deben intervenir en el exterior en casos que involucran inequívocamente al interés nacional. En el caso de Colombia, manifestó preocupación sobre �un nuevo Vietnam�, pero favorece totalmente la actual política de ayuda económica y entrenamiento. Hacia América latina en general, Bush impulsará la asociación de libre comercio a nivel continental (el ALCA) mucho más decisivamente de lo que puede hacerlo Gore. Pero es una política que, como el resto de sus propuestas, apunta al egoísmo más craso de la república imperial. Más natural y primaria que la ambigüedad clintoniana, quizá seconvertirá en el secreto del retorno de la dinastía Bush a la Casa Blanca.
La antítesis de Hillary Clinton
Tímida y discreta, Laura Bush es considerada la perfecta discípula de su suegra Barbara, una mujer que en el Despacho Oval sólo está interesada por el color de las cortinas. Laura y George se casaron sólo tres meses después de conocerse, cuando los dos ya habían entrado en la treintena. Su llegada a una familia de políticos no fue particularmente suave; cada vez que conocía a un miembro del clan Bush y se enfrentaba al clásico �¿Y a qué te dedicas?�, ella que confiesa haber sido demócrata hasta que se casó respondía con un simple �leo y fumo�. Empezó a fumar cuando era adolescente, después de sufrir un accidente de auto en que murió un amigo, y al que calificó como �el momento más trágico de mi vida�. Su relación con �Bushie� tuvo su peor momento la noche en que el hijo del ex presidente cumplió 40 años. La borrachera con que llegó a su casa era tal que Laura lo conminó a elegir entre ella y el alcohol. A la mañana siguiente, George prometió no volver a beber, y dicen que lo cumplió hasta hoy. Los texanos apenas conocen a la mujer de su gobernador, que cumplió 54 años este fin de semana. Siempre se resistió a dar entrevistas y no salió en ayuda de su marido hasta su aparición en el estrado durante la Convención Nacional Republicana en la que Bush fue nominado candidato. Reconoce que la ven como �tímida y solitaria�, rasgos que se ajustan a una bibliotecaria e hija única como ella. |
El hombre de Washington
que busca la Casa Blanca
Por A. G. B.
�Dicen que soy aburrido�, pide disculpas el vicepresidente Al Gore cada vez que habla en público. �Famoso, pero poco conocido�, insisten (aún hoy) sus asesores para definirlo. Cuando en agosto aceptó la nominación presidencial en la convención demócrata de Los Angeles, Gore anunció: �Quiero que me conozcan por quien soy�. Hasta la elección de ayer, ése fue su más decidido programa. Y en su propósito de convertirse en el tercer vicepresidente que gana la presidencia después de un aprendizaje de ocho años y dos períodos a la sombra de la Casa Blanca, nada parecía más necesario.
Cuando Gore nació, el acontecimiento fue publicado en la primera página del diario Tennessean, a instancias de su padre. El senador por Tennessee presentaba al �little Al� a sus invitados, le pedía su auxilio para redactar su discurso en la célebre convención demócrata de Chicago en 1968, en una palabra lo adiestraba para el poder: Nacido para gobernar se llama la rotunda biografía que escribió Bill Turque. Una de las anécdotas preferidas de Gore, y de un público no siempre cómplice, cuenta que cuando a los 14 años escuchó en la Casa Blanca una conversación de John F. Kennedy, éste llamó a un líder sindical �hijo de puta�. �Yo no sabía que un presidente podía hablar así�, dice hoy Gore reproduciendo el horror que sintió entonces cuando era alumno modelo de Saint-Albans, una de las escuelas de la élite política, donde lo apodaban �Apolo de madera�.
En Harvard se graduó. Gore elegía como cursos optativos los que tenían como tema la presidencia norteamericana. Fue a Vietnam, pero no combatió, sino que trabajó de �periodista� del ejército. Como representante por ocho años desde 1976, y como senador por Tennessee entre 1984 y 1992, Gore fue un clásico �liberal� durante la Guerra Fría. Aunque dice que su experiencia religiosa fue un smorgasbord, Gore gusta presentarse como baptista, una de las confesiones cristianas reformadas más fundamentalistas, la de mayor arraigo en el sur. En 1984, en un voto que sus críticos juzgan definitorio, Gore vetó fondos educativos para escuelas que no incluyeran grupos de plegaria. El mismo año Gore rompió con muchos demócratas votando el programa de misiles MX, aunque después votó una resolución de congelamiento nuclear. Pero probablemente su voto en solitario más famoso fue uno de 1991, cuando apoyó desde el Senado la Guerra del Golfo, uniéndose a la mayoría republicana al apoyar las acciones contra Irak. Es significativo de su ambivalencia que inclusive en aquella oportunidad Gore había ido al Senado con todo preparado, aunque dejó un espacio para dudar hasta el último minuto sobre su decisión, a favor o en contra.
Su compulsión a exagerar y urdir fábulas que lo favorecieran acabó por desfavorecerlo en las encuestas. El público lo advirtió, para desmedro suyo, en los tres teledebates que sostuvo con su opositor Bush, a quien por el contrario no se le detectaron errores en los hechos. �Este hombre no sólo inventó el internet, también inventó la calculadora�, dijo de él Bush en la réplica más festejada de los debates presidenciales. Gore no inventó internet, pero es cierto que fue el senador y el vicepresidente más �científico�, el más consciente de las potencialidades y problemas de la biotecnología y de los superconductores, el que más campañas hizo por el recalentamiento global y el medio ambiente en general. Pero estas cuestiones encontraron un eco menos intenso en el electorado que su visita a un monasterio budista para reunir fondos o la revelación de que, para el mismo fin, usaba libremente su despacho en la Casa Blanca.
En líneas generales, priman las continuidades sobre las rupturas con la era Clinton. Pero Gore es más tecnocrático, más evidentemente un hijo de Washington, y por ello también más cuidadoso, más deliberadamente populista. Hijo de senador, preparado desde niño para la política, buen marido y buen padre, cultivado, razonable, Gore puede exhibir �según sus asesores� todas las cualidades que cautivan al votante medio. Todas menos una: el carisma. Y también le falta la desenvoltura que fue la marca defábrica de su rival Bush. Las imágenes de los últimos días de campaña fueron constantes: Gore frunciendo el ceño, Bush repartiendo sonrisas.
Una rubia defensora de la moral
Extrovertida y dispuesta a aparecer junto a su marido durante la campaña, Tipper Gore fue calificada como la nueva Hillary, ansiosa por llegar a la Casa Blanca para marcar su parcela de poder. Desde su noviazgo, Tipper vio en Al una máquina política preparada para el éxito, tanto que se lamentaba �pensando en el dinero que Al ganaría si no se dedicara al servicio público�. Siempre al borde de una explosión de carcajadas, a Tipper le encanta presumir de su matrimonio. Una unión que aún no está empañada por pasantes ni affaires en el Salón Oval. Licenciada en psicología, Tipper, de 52 años, se jacta de ser la principal fuente de consejo de su marido. �Dependemos el uno del otro en todas las opiniones y en todas las grandes decisiones�, dice quien se llama en realidad Mary Elizabeth, pero se quedó con ese apodo salido de la letra de una canción de cuna. Aunque trabajó como fotógrafa en el Nashville Tennessean mientras su marido era periodista, se puso del lado de los padres de Al para convencer a su marido de que no malgastara su inteligencia en el periodismo. Al parecer, tiene un costado ambicioso, y nadie sabe hasta qué punto ese apetito de éxito está bajo control. Muchos recordaron durante la campaña otra de sus obsesiones: en los años ochenta luchó y ganó para obligar a las discográficas a incorporar un sello de clasificación moral en los discos. Una �Terrorista cultural�, como la llamó el difunto Frank Zappa. |
|