¿Hace bien De la Rúa en saludar?
Obviedad número uno: George W. Bush y Al Gore no son sustancialmente diferentes. Obviedad número dos: ni Bush ni Gore están preocupados por eliminar la desigualdad en América latina, que es el principal problema del subcontinente. Obviedad número tres: Bush y Gore han ignorado a la Argentina como tema. Obviedad número cuatro: ¿no es un poco obvio quedarse con las obviedades?
Como diría Antonio Cafiero, hay certezas, aunque no pruebas. Aquí van algunas de ellas, para el caso de que las tendencias de anoche se hayan confirmado y usted, esta mañana, se encuentre con que el actual gobernador de Texas es el nuevo presidente de los Estados Unidos gracias a los electores de Florida. Si se produjo el milagro contrario, por favor lea al revés:
Ideas. Primero, la ideología. Bush es un conservador. Gore, un demócrata conservador. Bush es un conservador ideológico. Convencido. Activo, por ejemplo en la aplicación de la pena de muerte en su Estado de Texas. Gore también favorecía la pena de muerte, pero no ha tenido la oportunidad de gobernar un Estado para empatar el record de Bush, y acaso no lo hubiera hecho. Entre los demócratas, el propio electorado pone límites a un conservadorismo ideológico tradicional. El peso de los sindicatos impediría terminar de destruir el welfare state como podría hacerlo ahora Bush al reducir los gastos del Estado o imponer el sistema de vouchers en educación. Para un país políticamente cholulo como la Argentina, vulnerable y sin pensamiento propio, sujeto a las oscilaciones financieras más caprichosas, puede ser negativo que crezca aún más, si cabe, la ola neoconservadora.
Menem. Las pocas veces que Washington habla de la Argentina no se guía por las opiniones de Carlos Menem, ni mucho menos, pero el ex presidente tiene mejor llegada a George W. Bush que a Gore. En la convención republicana, la cercanía de Dear Carlos con Dear George, el padre de George W. que como presidente compartía el mismo palo con Menem, hizo que el ex presidente argentino fuese aplaudido y reconocido. Para la situación argentina, amenazada por los golpes de mercado, no parece bueno que la mejor llegada a la Casa Blanca pertenezca al gran lobbista de la dolarización.
Peronistas. Entre los peronistas que no son Menem, ayer las posiciones se dividían entre la indiferencia, o la espera, y una cauta posición proGore por ejemplo en Eduardo Duhalde. Ahora anudarán relaciones con el equipo ganador.
De la Rúa. El Gobierno no se entusiasmaba con uno u otro, pero simpatizaba más por Gore que por Bush. Los diplomáticos agregaban a favor del demócrata que llevan ocho años tejiendo relaciones y, con Bush, las perderían sin garantía de trocarlas por unas más productivas. Pero había puentes con Bush, y ahora los transitarán.
Militares. Como candidatos, George W. apareció como menos partidario de una presencia militar amplia en el mundo, y Al como más. Si esto se traduce ahora en políticas concretas, con Bush disminuirán las misiones de paz, única misión clara actual de los militares argentinos. También aumentarán las presiones internas para que los Estados Unidos reduzcan su aporte a las Naciones Unidas y para que, de manera simétrica, los otros Estados aumenten sus cuotas. Malo para la Argentina.
Colombia. Los dos postulantes dijeron que apoyarían el Plan Colombia. Como la Argentina no se comprometió con esa iniciativa, debería ver qué gobierno presionará más en el futuro. La tradición indica que a los demócratas los entusiasma más el armado de fuerzas multinacionales, y a los republicanos el incremento del papel de las Fuerzas Armadas de cada país en la lucha contra el narcotráfico. Lo primero es utópico, o sea un peligro fantasmático. Lo segundo siempre es más realizable, es decir, más peligroso en términos reales, porque depende de la presión ante gobiernos débiles. Más aún: los republicanos critican a los demócratas porque, dicen, ellos diferencian demasiado a la guerrilla colombiana del narcotráfico. Conviene aclarar que cuanto más se diferencien ambosfenómenos, más fácil será evitar una escalada aún mayor en Colombia. Conclusión: peor con Bush.
Acceso. Bill Clinton fue un presidente atento a las necesidades urgentes de sus colegas latinoamericanos: un llamado, una foto, una conversación. George W. también. Siempre estuvo a tiro de los pedidos concretos. Con Al ocurrió lo contrario. Cumplió con los reclamos diplomáticos solo cuando el protocolo lo obligó, y los eludió cada vez que pudo. Si es que el republicano se impuso, un De la Rúa que se jacta de su inglés podrá encontrarse con un Bush que se enorgullece de su castellano.
Créditos. En materia financiera, los análisis dicen dos cosas. Una, que los republicanos han sido más sensibles a los pedidos de la Argentina. Otra, que quieren restringir el papel del Fondo Monetario Internacional como prestamista de largo plazo y limitarlo a salvatajes acotados y de muy corto plazo. En cuanto a lo primero, si la presunta sensibilidad apunta a recordar el papel del gobierno de los Estados Unidos cuando impulsó el Plan Brady, en tiempos del gobierno de Menem, sería bueno poner la historia en contexto. El Plan Brady fue posible porque la Argentina no solo pagó intereses. También pagó parte del capital de la deuda externa, cuando aceptó entregar activos físicos de sus empresas públicas a bancos extranjeros que tenían títulos de la deuda. Hacia el futuro, además, las limitaciones que Bush quiere imponer al FMI se contradicen con la posibilidad, así sea teórica, de que la Casa Blanca juegue una carta decisiva en favor de la Argentina como lo hizo con México en época del Efecto Tequila. En este punto, sigue estando vigente el viejo concepto de que la Argentina ni beneficia mucho a los Estados Unidos ni constituye un peligro potencial para Washington, y entonces sus relaciones no saldrán de un bajo perfil.
ALCA. En los papeles, con Bush avanzará la construcción de un Area de Libre Comercio de las Américas, que con Gore podría haberse detenido. Pero si la Argentina sigue creyendo que su estrategia política debe ser la consolidación del Mercosur mientras negocia con la Unión Europea (contrapeso necesario frente a los Estados Unidos), al país quizás le convenga que el ALCA venga despacio. Please, take it easy.
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