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ESTADOS UNIDOS, PENDIENTE DEL RECUENTO ELECTORAL EN FLORIDA
Ahora vuelva al primer casillero

Los resultados definitivos de las elecciones podrían estar listos para hoy, pero también podrían demorarse 10 días. Aquí se explica por qué, y se cuenta la noche en que EE.UU. tuvo dos presidentes electos.

El recuento de votos en el estado de Florida se desarrolla a toda máquina en la sede electoral del condado de Dade, ayer.

Por Duncan Campbell y Julian Borger *
Desde Nashville y Austin

t.gif (862 bytes) Como un condenado camino al patíbulo, Al Gore ya había aceptado lo que parecía inevitable y estaba a punto de expresar su triste adiós a una multitud de partidarios empapada por la lluvia en el corazón de Nashville, capital de Tennessee. Pero entonces, como en todo buen western, vino el perdón de última hora, aunque uno que el gobernador George W. Bush no hubiera estado dispuesto a firmar. No se lo conoce por sus perdones. �Ningún ejecutivo de cine habría comprado este guión�, aseguró el director y publicista demócrata Rob Reiner, presente en la plaza de Nashville. �La verdad es más extraña que la ficción�, consideró en tanto que la limusina del vicepresidente tomaba un desvío de último momento de lo que habría sido la admisión pública de su derrota, y Gore se dirigía de regreso al hotel para dormir por primera vez en 48 horas. 
En Austin, el clan Bush estaba celebrando en la residencia oficial de la gobernación. El más alegre era su padre, el ex presidente George Herbert Walker Bush, quien había estado nervioso toda la noche, pero ahora pensaba que finalmente se había convertido en el segundo presidente de la historia del país en ver a su hijo seguirlo a la Casa Blanca. No se sabe qué ocurrió cuando entró la llamada para Don Evans, el director de campaña y �primer compinche� del gobernador, desde su colega en el bando demócrata, Bill Daley, anunciando que no todo era lo que parecía. Unos pocos minutos después, Gore estaba en línea, retirando la admisión de derrota que había transmitido poco antes. �Las circunstancias cambiaron desde que te llamé... Necesito retirar mi concesión de derrota hasta que la situación se aclare�, se dice que explicó. 
La noche ya había tenido sus sorpresas. Las cadenas informaron al principio que Gore había ganado en Florida, Michigan y Pennsylvania. A las 20.30 se registró un torbellino de actividad en la residencia del gobernador en la capital texana de Austin. Un pequeño grupo de periodistas fue admitido al living del apartamento privado en el piso superior para ser recibido por el gobernador, su esposa Laura y su padre y madre, todos sentados alrededor del fuego en un cuadro de placidez familiar. En una coincidencia aparentemente planeada de antemano, Bush estaba �justamente� hablando con el gobernador republicano de Pennsylvania, Tom Ridge, a quien le dijo: �Llámame cuando te enteres de algo nuevo�. Fue una maniobra brillante de contrapropaganda. El gobernador cuestionó las predicciones tempranas de los canales sobre Pennsylvania y Florida. Y a las 9.45, tras feroces protestas y quejas desde el cuartel Bush, la CNN se convirtió en la primera cadena en revertir su predicción, devolviendo a Florida a la columna de los resultados �demasiado estrechos para anticipar�. 
Esta decisión extraordinaria de los canales gatilló una explosión de gritos y vítores afuera del edificio del Capitolio en Austin. En Nashville, súbitamente se esfumaron todas las certezas y la actitud de los asesores en los corredores del hotel era muy distinta de la de minutos antes. Ya se murmuraba con furia contra Ralph Nader y cómo sus votos podrían haberle robado la elección a Gore. De ahí en más fue todo una montaña rusa: victoria en Nuevo México, derrota en Arizona, victoria en Iowa, derrota en Nevada. Y Florida seguía en el limbo. 
En Austin, la larga espera por los resultados de Florida estaba agotando a la multitud pro-Bush. El clima era inusualmente frío y húmedo, y alrededor de la medianoche las familias con niños pequeños comenzaban a abandonar el mitin. Pero a la 1.18 surgió un clamor desde los empapados lealistas que habían permanecido. Cientos de republicanos que abandonaban el Capitolio dieron marcha atrás hacia el mitin y la gigantesca plataforma que la dominaba. Primero una cadena y después otras anunciaban que Bush había ganado en Florida y las imágenes televisadas del sonriente rostro del gobernador,con un fondo patriótico de rojo, blanco y azul de la bandera norteamericana, se iluminaron en las enormes pantallas. 
Las mismas imágenes aparecían en pantallas similares en la plaza de Nashville y una multitud empapada de unos mil partidarios de Gore gritaba: �¡No, no!�. Algunos rompieron en llanto, otros simplemente se quedaron quietos, calados hasta los huesos, incapaces de creer que lo que horas antes parecía una victoria les fuera arrebatada. Los asesores de campaña ya anticipaban a la prensa que el vicepresidente realizaría un breve discurso de concesión en la plaza. 
En Texas, la noticia de que Gore había telefoneado a su rival para admitir la derrota desató vítores atronadores. Uno a uno, los republicanos se congregaron frente al podio donde se esperaba que Bush diera su discurso de victoria. Esperaron, pero pasó media hora y no sucedió nada. En Tennessee, Gore estaba en su auto mirando su discurso de concesión, cuando le pasaron la llamada. El director operativo de la campaña, Michael Whouley, había avisado por pager al jefe de equipo, Michael Feldman, que solamente 6 mil votos separaban a los dos candidatos en Florida, con un número importante de votos aún sin escrutar. El resultado, dijo, había sido predicho demasiado pronto y la brecha se estrechaba cada minuto. Los votos emitidos tarde favorecían a Gore y en un momento la diferencia era de apenas 200 votos. Por segunda vez en una sola noche, la CNN y las otras cadenas habían sufrido de extrapolación prematura. Feldman llamó a Daley, quien le avisó al vicepresidente. Les debe haber parecido un milagro. Gore retiró su concesión y llamó a Bush para contarle la noticia. 
A las 2.45 se hizo el anuncio oficial de que Gore retiraba su concesión. Su caravana, rodeada de motociclistas policiales, se desvió, mientras que sus partidarios coreaban: �¡Quédate y pelea!�. Daley apareció en el podio donde Gore había estado a punto de hablar: �No creo que jamás haya habido una noche como ésta�. Daley, a quien se le atribuye mantener al equipo Gore en una pieza durante sus días más duros, reveló que, con el 99,99 por ciento de casi 6 millones de votos escrutados en Florida, los candidatos estaban separados por apenas 1200. Aseguró que Gore y Lieberman estaban listos para conceder la derrota, pero subrayó que la predicción sobre Florida había sido prematura. �¡Nuestra campaña continúa!�
Los post-mortems continuaron en la plaza y en el centro de prensa en el hotel Sheraton de Nashville. ¿Había habido fraude? ¿Cómo era posible que un distrito predominantemente judío en Florida votara en tales números al racista Pat Buchanan? ¿Eran de militares la mayoría de los votos enviados por correo, y significaba eso una mayoría para Bush después de todo? Los rumores flotaron a través de la escalera que se dirigía al centro neurálgico de la campaña Gore en el hotel. Había una urna desaparecida. Los votos emitidos en ausencia vinieron predominantemente de un bastión demócrata. No, de uno republicano. Un asesor apareció para afirmar que no habría más noticias por un tiempo. La esperanza seguía viva, si bien seguía siendo precaria. 

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.

 

 

Claves

Ayer el candidato presidencial demócrata Al Gore mantenía una ventaja de 260 contra 246 votos electorales sobre su contrincante, George W. Bush. 
La clave está en Florida, con 25 votos electorales. Ayer Bush tenía una ventaja de tan sólo 1.784 votos, por lo que se ordenó un segundo recuento, que terminará hoy. Pero el escrutinio del voto por correo podría demorarse hasta por 10 días. Se denunciaron irregularidades que perjudicarían a los demócratas. 
El Congreso quedará muy dividido. En la Cámara de Representantes, parecía que la mayoría republicana perdería un total de dos escaños, lo que le deja un escueto margen de cinco. Es posible que el Senado se divida parejamente en 50-50.

 

 

JUBILADOS, MILITARES, EMPLEADOS Y JUEGO SUCIO
De qué depende el presidente

Por Martin Kettle y Michael Ellison
Desde Washington y Orlando

Un puñado de empleados estatales, varios centenares de jubilados judíos y hasta 3.000 integrantes de las Fuerzas Armadas estadounidenses tenían inesperadamente anoche en sus manos el futuro político del planeta. Los tres grupos se encontraban en el ojo de la tormenta de una serie de presiones políticas sin precedentes mientras Florida empezaba el nuevo recuento de votos que determinará si George W. Bush o Al Gore es el próximo presidente de Estados Unidos.
Los empleados estatales son los 67 supervisores electorales de condado responsables de llevar a cabo el recuento automático que demanda la legislación de Florida cuando una elección a nivel estadual produce una mayoría inferior al 0,5 por ciento. La ley entró en acción cuando el primer recuento de Florida terminó en la madrugada de ayer con 2.909.199 votos para Bush y 2.907.544 votos para Gore. Los resultados finales se esperan para hoy, pero el gobernador Jeb Bush (hermano del candidato a presidente) admitió que la cifra puede demorarse hasta 10 días.
Los jubilados judíos se encuentran entre varios miles de votantes floridianos del condado de Palm Beach que dicen que en las elecciones del martes se les dieron equívocos formularios de voto, en los que la diagramación los hizo votar accidentalmente por el candidato derechista Pat Buchanan en lugar de por Gore. La presión crecía anoche en favor de una investigación del caso de los inusuales formularios de voto, con el reverendo Jesse Jackson en la posición de principal denunciante de fraude y de organizador de una protesta pública en Miami. También ayer fue descubierta una urna sin abrir en una iglesia afroamericana.
Mientras tanto, 3000 miembros de las Fuerzas Armadas y sus cónyuges, de los que se piensa que son mayormente republicanos, están registrados en Florida pero emiten sus votos por correo. Estos votos puede que permanezcan sin ser revisados hasta la semana próxima, y sin embargo podrían ser los más importantes en la historia electoral.
La historia tiene un interés tanto humano como histórico. El humano se deriva del hecho de que el destino de Bush descansa en los resultados de un Estado en que su hermano menor, Jeb, de quien muchos habían pensado que era el candidato presidencial más probable de los dos, es gobernador, lo que significa que los 67 supervisores electorales son empleados de una burocracia controlada por el hermano de un candidato. La resonancia histórica se deriva del hecho de que el hombre que está liderando las acusaciones de juego sucio y exigiendo el nuevo recuento es el jefe de campaña de Gore, William Daley. Y fue el padre de Daley, el legendario alcalde de Chicago Richard Daley, el mismo cuyos esfuerzos en el día de las elecciones en nombre de John F. Kennedy lograron que éste último derrotara a Richard Nixon en las elecciones de 1960, que hasta esta última semana habían sido las más reñidas de la historia norteamericana.
Pero el resultado final en Florida puede depender de los últimos votantes postales y de los votos que vienen del exterior. Los supervisores electorales enviaron 585.000 formularios de voto postal, de los que 416.000 habían sido devueltos y contabilizados el lunes. Sin embargo, todo voto postal con fecha previa o del mismo día de las elecciones pueden ser contabilizados, y los votos postales desde el exterior tienen hasta 10 días para entrar en el cómputo final.

 


 

El candidato que puso verde de envidia a Gore

Los dos millones de votos que obtuvo el Partido Verde son el primer triunfo electoral de la protesta antiglobalización de Seattle. Para los demócratas, Ralph Nader es un �saboteador�.

Ralph Nader anunció ayer el nacimiento de un �movimiento reformista� a largo plazo.

Por Alfredo Grieco y Bavio

Detrás de los vidrios de las ventanas de muchas casas en las ciudades de Wisconsin, de Minnesota, aun de Michigan, se veían en agosto prolijos cartones que invitaban a votar por el Partido Verde que por entonces acababa de consagrar su fórmula. A veces, eran proporcionalmente más que los republicanos o demócratas. Lo mismo habrá ocurrido en Oregon o Washington. Todos los estados donde Ralph Nader se llevó una cantidad de votos notable para un tercer partido fueron actores de una revolución demográfica que cambió para siempre el rostro de Norteamérica. Son centros de imantación de una población joven, responsable en buena medida como Bill Gates en Seattle del boom tecnológico, con nuevas costumbres e ideologías urbanas, y que no encuentran representación adecuada en la política tradicional. En este sentido, Ralph Nader tuvo ayer toda la razón al cantar victoria y augurar el fin del sistema bipartidista, porque su partido reúne a la vez algunos de los beneficiados y a muchos de los excluidos de la Nueva Economía. 
Los verdes sumaron dos millones de votos en la elección presidencial. No superaron el umbral del 5 por ciento de los sufragios necesario para obtener financiación estatal para su partido. Pero la de ellos significó la primera victoria electoral del movimiento antiglobalización que ya se asocia con la batalla de Seattle, librada con ocasión de la cumbre (fallida) de la Organización Mundial de Comercio en noviembre de 1999. El Partido Demócrata había intentado que Nader se bajara de su candidatura, pero fracasó estrepitosamente. Ayer Gore tenía en Nader al chivo emisario perfecto para justificarse de la distancia exacta que le llevaba Bush en Florida. Sin embargo, pensar que Nader le robó los votos a Gore implica no entender a los verdes norteamericanos �ni al Partido Demócrata�.
El partido de Nader no es un movimiento básicamente ecologista como los verdes europeos que entraron en la oposición parlamentaria en la década del 70, sino que nuclea reclamos ideológicos que entroncan con obstinadas tradiciones libertarias norteamericanas, que son precisamente las que benefician a algunos de los favorecidos por el crecimiento tecnológico que hace crecer el índice Nasdaq. En 11 estados, donde Nader obtuvo más del cinco por ciento de los votos (incluida Alaska, donde alcanzó el 10 por ciento), sus partidarios muchas veces son los recién llegados, física o demográficamente, que instalaron una polarización fuerte con los antiguos residentes. Un ejemplo es Oregon, donde todo el voto estadual fue por correspondencia; liberados de la obligación de hacer cola, los ciudadanos participaron en un 80 por ciento. 
Nader, famoso como abogado de los derechos del consumidor, pesadilla de las corporaciones agroalimentarias y de las constructoras de automóviles, defensor del cinturón de seguridad, de las airbags y otras medidas de prevención que logró convertir en ley, rehusó cualquier contribución comercial a su campaña. Cobraba entrada a sus mitines, donde por veinte dólares los asistentes escuchaban conciertos de Patti Smith o de Pearl Jam, y oían arengas de Bill Murray, de Tim Robbins, de Susan Sarandon, de Mike Moore o Ben Harper. En estos actos se reunían más personas que en las convocatorias, teóricamente espontáneas y abiertas, de Gore y de Bush, a los que Nader igualaba diciendo que sólo los distinguía �la velocidad con la que se arrodillaban ante las grandes empresas�. En total, Nader gastó sólo ocho millones de dólares en su campaña.
Los mitines fueron un catálogo de los temas que los candidatos �Republicrats� barrían bajo la alfombra: el sistema penal que tiene dos millones de reclusos, la pena de muerte, la reforma del Estado de Bienestar, de las armas de fuego, el libre comercio internacional. Poco a poco, hasta la elección del martes, el Partido Verde pasó a convertirse en el �factor Nader�, a ser acusado por los demócratas de entregar el país a Bush y a la derecha, al arruinarle a Gore un triunfo en estados donde Clinton había vencido en 1992 y 1996. Nader significó una opción para quienes creían que no la tenían, y por eso era, ya antes de la elección del martes, el voto de los que no votaban. Sus seguidores no son solamente estudiantes universitarios, intelectuales de izquierda, sindicalistas. Entre sus filas se cuentan militantes antigobierno, que ven en Gore algo que el actual vicepresidente se enorgullece de ser: un tecnócrata con todos los tics de Washington. También comunitaristas, feroces enemigos del gobierno federal, y trabajadores, rurales e industriales, sobre todo los de pequeñas propiedades y pequeñas empresas, cerrados enemigos del libre comercio internacional, a la importación, a la competencia de la mano de obra del Tercer Mundo. Y por último los conservadores libertarios, los anarquistas de derecha, con su obsesión por la privacidad de la vida individual, ven en Nader al gran fiscal del nuevo Leviatán de un Estado nacional aliado con las empresas para inmiscuirse en nuestras vidas. Muchos de los que votaron por Nader eran partidarios del ex veterano de Vietnam John McCain, desafiante de Bush en las primarias republicanas. Nader sabe que sus votantes no son, de ninguna manera, demócratas radicalizados.

 

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