Por Martin Kettle
Desde Washington
Estados Unidos se enfrenta a la perspectiva de semanas de incertidumbre sobre el ganador de las elecciones presidenciales del martes. Los equipos de George W. Bush y de Al Gore ya se preparaban ayer para librar prolongadas batallas legales y políticas sobre el disputado resultado en el decisivo estado de Florida. Parece cada vez más probable que la suerte del más alto cargo político de la democracia norteamericana se decida en función de las acciones legales en favor de Gore iniciadas ayer en el condado de Palm Beach por furiosos demócratas. Existe incluso la posibilidad de que haya una nueva votación parcial en Florida antes de que finalmente se conozca al sucesor de Bill Clinton.
Gore dejó en claro ayer que se rehusaba a admitir su derrota ante Bush. En tanto que aumentaba la evidencia sobre una serie de irregularidades en Florida (ver pág. 18), lo que ocurría en ese estado arrastraba aún más a Norteamérica hacia terra incognita, política y constitucionalmente. Esto amenaza acarrear repercusiones nacionales y en el exterior si la situación no se resuelve antes del 20 de enero, cuando finalizará legalmente el mandato de Bill Clinton.
En Austin, la capital de Texas, Bush continuaba comportándose como si la elección ya estuviera decidida y estableció un equipo de transición bajo su compañero de fórmula, Dick Cheney. Indicó que el general Colin Powell integraría su administración y dialogó con su asesora de política exterior, Condoleezza Rice (ver nota aparte).
Estos anuncios se efectuaron mientras que en Florida las autoridades electorales estaban realizando el recuento oficial en el estado que decidirá quién ganará cuando el colegio electoral vote el 18 de diciembre. Ayer se anunció oficialmente que el escrutinio en 53 de los 67 condados le daba una ventaja de 1784 votos a Bush. Pero las cadenas de televisión afirmaban que, con el recuento de 62 condados, la ventaja de Bush se redujo a apenas 341 votos. Dado que Florida todavía recibirá votos por correo hasta el fin de semana que viene, el resultado definitivo se demorará por varios días, más allá de las acciones legales que se inicien.
Miembros del equipo de Gore tacharon irritadamente las acciones de Bush ayer como �bravatas y arrogantes�, lo que marcaba el deterioro en el tono de respeto mutuo en tanto que aumentaba la disputa sobre los extraordinarios sucesos en Florida. El mismo Gore se preparaba para abandonar su sede de campaña en Nashville, capital de Tennessee, y viajar a Washington, en señal de que no planeaba realizar una concesión temprana de derrota, diga lo que diga Bush. El jefe de equipo de Gore, William Daley, anunció en Tallahassee, capital de Florida, que su bando planeaba lanzar una acción legal para cuestionar la validez de la elección en el condado de Palm Beach, donde 19.000 votos fueron declarados nulos ayer luego de que se emitieran papeletas confusas que suscitaron cientos de quejas. El equipo de Gore aspiraba a un nuevo recuento en Palm Beach, pero esta vez hecho a mano, enfatizó Daley. Agregó que también se debería repetir el escrutinio en los condados de Broward, Dade y Volusia. �Supondría que los tribunales analizarán con gravedad una injusticia sin paralelos en nuestra historia�, había dicho en una entrevista anterior.
El ultraderechista candidato del Partido de la Reforma, Pat Buchanan, el principal beneficiario de la confusión sobre las papeletas en Palm Beach, afirmó ayer que él también tenía sospechas sobre los resultados en ese bastión demócrata, donde ganó 3400 votos, tres veces más de lo que obtuvo en cualquier otro condado en Florida. Buchanan no es en absoluto un aliado de Bush y subrayó que �probablemente saqué votos que realmente no me pertenecían y no me siento bien con eso�. La fiscal general, Janet Reno, aclaró ayer que todavía no había motivos suficientes para que intervinieran funcionarios federales, pero indicó que investigaría cualquier denuncia que reciba sobre irregularidades electorales. Mientras que Florida contaba sus votos por segunda vez, el escrutinio nacional sobre esta elección excepcionalmente reñida estaca cerca de finalizar. Los últimos datos mostraban que Gore mantenía una ligera ventaja, con 48,94 millones de votos contra los 48,75 de Bush. Estas cifras reflejan la elección más estrecha desde 1960. Gore seguía adelante en el colegio electoral por 260 a 246, con los 32 votos electorales de Florida y Oregon todavía sin decidir. Pero una consecuencia adicional del furor en Florida fue que miembros de ambos partidos en otros estados, incluyendo Nuevo México, Wisconsin y Iowa, comenzaron a plantear ayer la posibilidad de realizar nuevos recuentos.
De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
opinion
Por Claudio Uriarte |
Banana Republic
La superpotencia única está entrando en una situación de vacío de poder y de crisis de legitimidad. George W. Bush tiene en Florida una mayoría de más o menos votos para garantizarle el acceso a la presidencia y la anulación ayer de 19.000 papeletas de voto arrimaría argumentos en favor de repetir las elecciones, de no ser que en cualquier elección -que se gana por la mitad más uno- hay votos anulados y que faltan contar los del exterior; Al Gore, mientras tanto, puede decir que la mayoría del voto popular lo favorece y por lo tanto merece la presidencia, pero eso implicará patear de manera oportunista las mismas reglas del juego que él defendió a rajatabla cuando las encuestas planteaban el escenario opuesto: que Bush ganara la mayoría del voto popular pero el vicepresidente demócrata fuera elegido por los votos del Colegio Electoral. En cualquier circunstancia, el presidente que emerja será extremadamente débil y será incapaz de reivindicar para sí un mandato claro del electorado, cuya limpia división en dos mitades significó además que las bancas de los dos partidos queden casi empatadas en las dos cámaras del Congreso: los recortes de impuestos apuntados a las clases ricas prometidos por Bush pueden irse arrojando al basurero de la historia; las concesiones de Gore a sus bases sindicales quedan en duda.
Cuanto más se prolongue la irresolución de Florida, más frentes de peligro se abrirán. La esquizofrenia electoral, televisiva y de las encuestas ya han hecho de la democracia norteamericana el hazmerreír internacional, hasta el punto de que el protodictador ruso Vladimir Putin no vaciló en tomarle el pelo a Clinton y ofrecerle ayuda a través de su principal funcionario en temas electorales, quien casualmente se encontraba en Estados Unidos. Ayer, en cierto modo, la principal democracia del mundo tenía tres presidentes: uno, el saliente, Bill Clinton, y dos potencialmente electos, Bush y Gore. También ayer, Clinton recibió en la Casa Blanca al líder palestino Yasser Arafat y el domingo recibirá al premier israelí Ehud Barak para tratar de desactivar la guerra en marcha entre los dos: teniendo en cuenta la trascendencia de la cuestión entre manos, y la improbabilidad de que se resuelva para el 20 de enero, era de preguntarse si Clinton no debería haber invitado a la reunión también a Bush y Gore, sólo para dar cierta semblanza de continuidad.
Pero Clinton mira el espectáculo complacido. Nunca quiso mucho a Gore, y una presidencia de Bush puede garantizarle su regreso político en 2004, cuando tendrá sólo 60 años. ¿Suena familiar? |
LOS MISTERIOS DEL CONCLAVE QUE ELEGIRA A MR. PRESIDENT
¿538 hombres en pugna?
Por Julian Borger *
Desde Austin, Texas
Hay funcionarios partidarios menores de suburbios y pueblos chicos que son recompensados por su lealtad incondicional con participar de lo que normalmente es un esotérico evento secundario: el colegio electoral. Pero ayer sus vidas se habían dado vuelta. En una elección que está al filo de la navaja, el evento secundario se trasladó al centro de escena y los extras súbitamente fueron encomendados con roles protagónicos. Los 538 delegados estaduales, o electores, se reunirán el 18 de diciembre para decidir quién será el presidente de los Estados Unidos.
Ayer crecían la especulaciones de que los electores desafiarían la disciplina partidaria y votarían acorde con su consciencia o con el voto popular a nivel nacional. Algunos ya aparecían en público para ratificar su lealtad, mientras que otros mantenían un perfil bajo. Un elector republicano de Texas, Randy Tye de Gun Barrel City, hizo sacar su número de la guía telefónica, por ejemplo. Otros electores republicanos no devolvían mensajes. T.C. Gillespie, un elector demócrata de Fort Worth, Texas, señaló que consideraría abandonar el colegio electoral si descubría algo �seriamente inmoral sobre mi candidato�.
Si corrieran tiempos más normales, a nadie le importaría demasiado lo que piensan estos hombres y mujeres. Si su partido gana una mayoría en su estado, su tarea es viajar a la capital estadual y firmar un documento por el cual emiten un voto a favor de su candidato presidencial. Esos votos son enviados entonces al Senado en Washington para ser contados, y los electores salen de escena. Es una formalidad que ocurre más de un mes luego de la elección y generalmente no despierta ningún interés.
Pero no este año. Para ayer a la tarde, todavía era posible que el margen de victoria en el colegio electoral fuera de apenas un puñado de votos, y que podría entrar en conflicto con el voto nacional. El número de electores enviados por cada estado se decide aproximadamente por su población. Florida, con sus gigantescas ciudades e infinitos geriátricos, tiene 25 electores. Como en 25 otros estados, no hay ninguna sanción legal en caso de que alguno cambie su voto el 18 de diciembre.
Pero todavía no hay señales de que estén flirteando con la posibilidad de hacerlo. Bush puede contar con su voto, enfatizó Mel Martinez, un elector republicano de Florida: �No es el momento para debatir los méritos del colegio electoral. Ahora hay que jugar de acuerdo con las reglas�. Los electores demócratas eran menos categóricos. Art Pulaski, de California, señaló que �la consciencia es un asunto muy, muy importante para los electores�. Estos, agregó, deberían tomar en cuenta el voto popular a nivel nacional. Pero Pulaski es un demócrata, y por tanto tiene un interés en sembrar incertidumbre. Sólo ha habido un puñado de casos de electores violando la disciplina partidaria, la más reciente en 1988, y en todos los casos fueron electores del partido derrotado, que expresaban descontento con su propio candidato. El cambio de votos en el colegio electoral nunca ha decidido el resultado de una elección presidencial.
�Son posiciones honoríficas, recompensas para militantes partidarios�, explicó Mark Sigel, un cientista político en la Universidad Americana de Washington. �Son el núcleo duro. Me resultaría extraordinario si alguno cambia su voto.� La baja posibilidad de un cambio de voto aumenta los riesgos de intentar influenciar a los electores con amenazas, sobornos o presión política. Sería visto como la versión electoral de arreglar un jurado. Pero esta no es una elección normal, y lo que está en juego difícilmente podría ser más importante.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
EN EL CUARTEL GENERAL DE AL GORE EN TENNESSEE
Preparando una larga campaña
Por Duncan Campbell *
Desde Nashville, Tennessee
El escenario donde iba a tener lugar el mitin de la victoria fue desmantelado y muchos de los estrategas de Gore ya se retiraron y volvieron a Washington, donde se sienten más cómodos. Pero un núcleo duro decidió ayer permanecer en el cuartel general de la campaña demócrata. Al Gore seguía en la ciudad pero estaba esperando en la suite de su hotel, acompañado por sus asesores, las novedades que llegaran de Florida.
Desde que se supo que se lanzó el recuento, Gore hizo una única aparición pública en su hotel de Nashville. Su actitud fue la de un hombre de Estado más que la de un candidato partidario, y no aceptó responder preguntas del periodismo. El presidente Bill Clinton también se mantuvo fuera de la controversia mientras funcionarios del Partido Demócrata �más que políticos� son los que ocupan la escena central. El presidente de la campaña de Gore, Bill Daley, que encabeza el equipo que viajó a Florida, dijo: �No estamos diciendo que hubo fraude, estamos buscando lo que es justo�. El equipo de Gore prefiere que los únicos que hablen son los que fueron a investigar el recuento de los votos en Florida.
En Nashville había esperanzas de que la victoria finalmente se inclinara del lado de Gore. En el cuartel general de la campaña consideraban que los reclamos e impugnaciones legales podían continuar por al menos seis semanas. Estaban preparándose para un largo tira y afloje y recibían cada noticia de Florida con optimismo. Pero el sentimiento que dominaba era el de indecisión, mientras todos los que contaban con puestos en la administración Gore sopesan qué hacer. No saben si en el futuro van a asociarlos con una campaña pésimamente conducida o con una victoria resonante, después de unos días de mala suerte, cuando todos los errores van a ser rápidamente olvidados.
Algunos de los sucesos en Nashville son más dramáticos. De acuerdo con el semanario local Nashville Scene, el candidato demócrata a vice, Joe Lieberman, perdió su fe en Dios después de que se anunciara el resultado inicial que daba el triunfo a Bush. �No es posible que un Dios justo y misericordioso quiera que Bush y Cheney estén en el poder en lugar de que estemos Gore y yo�, citaron. �Por lo tanto Dios no existe y declaro que ahora soy ateo.� Pero la noticia apareció en una columna llamada �El Fabulador� la cual también informó que Carthage, la ciudad natal de Gore, había sido puesta bajo ley marcial por la Guardia Nacional de Texas y que Tipper Gore había sido ingresada a la Clínica Mayo con los labios heridos por haber sido besada demasiadas veces por su marido en los actos de campaña.
Eligiendo a sus ministros
como un presidente electo
Por Julian Borger *
Desde Austin, Texas
Mientras proseguía ayer el recuento de votos en Florida, George W. Bush adoptó una conducta presidencial, convocando a los integrantes de un equipo de transición a la mansión del gobernador de Texas para planificar ya su llegada a la Casa Blanca. A medida que avanzan las horas, las pesadas puertas de hierro de la mansión se van abriendo, ocasionalmente, para que ingresen las limusinas con los que integrarán un gabinete que ya muestra fuertes signos de ser una continuación de la última administración Bush, la del padre del candidato republicano.
Condoleezza Rice, una asesora de relaciones exteriores del mayor de los Bush, llegó a la mañana para discutir sobre el equipo de política exterior y posiblemente también sobre su futuro como asesora de seguridad nacional. Los asistentes de Bush les dijeron a los periodistas que estuvieran a la espera de un anuncio con respecto al nombramiento de Colin Powell, un ex general de cuatro estrellas y jefe del Estado Mayor Conjunto para quien se piensa como el futuro secretario de Estado. El foco elegido sobre los asuntos internacionales representó un despliegue extraordinario y deliberado de autoconfianza por parte de Bush, en un momento en que la atención del mundo estaba enfocada en los enredos y accidentes de las elecciones de Florida.
Los anteriores visitantes incluyeron a Andy Card, un ex lobbista para la industria automotriz que fue secretario de Transporte para Bush padre, y que se perfila como posible secretario general de la nueva Casa Blanca de Bush. Dick Cheney, candidato vicepresidencial y secretario de Defensa del ex presidente George Bush, fue el responsable de reunir al equipo de transición que se supone pavimentará el camino para una aceitada transferencia del poder en enero. Cuando le tocó elegir a un operador político duro para ir a Florida a promover los intereses de George Bush en el recuento de votos, el equipo de campaña se volvió hacia James Baker, que fue secretario de Estado y confidente del padre del candidato.
Durante la campaña, el gobernador Bush hizo todos los esfuerzos posibles para mantener distancia con su padre, como lo hizo Al Gore para alejarse de Bill Clinton, especialmente después que Bush padre se refiriera a George W. afectivamente como su �chico� en una de las primeras manifestaciones de campaña. Pero los tempranos y probablemente prematuros nombramientos del gobernador añadieron peso a las críticas que dijeron que su elección se resumiría a una restauración de Bush.
Varios observadores también se percataron de un cambio en el lenguaje corporal del gobernador Bush. Cuando emergió de la mansión, el miércoles, para hablar con los reporteros, parecía estar haciendo un esfuerzo deliberado para pararse de manera diferente de Bush el candidato. Sus hombros estaban echados hacia atrás y rectos, sin ninguna señal de encogimiento, que le es propia. Tampoco tenía su sonrisita característica. Habló de modo lento y calmo, usando el tipo de lenguaje normalmente reservado para los discursos de victoria, agradeciendo a los partidarios de su opositor (que eran más que los propios en todo el país) por �su gran trabajo y su fe en su causa�. �Nos sentimos muy bien por el cargo que tendremos en un par de días,� dijo.
En la ciudad de Crawford, Texas, donde la familia Bush tiene un rancho, el pastor bautista local, Mike Murphy, no hizo ninguna conjetura. El cartel afuera de su iglesia fue corregido ayer a la mañana para que dijera: �Hogar del presidente George W Bush. Quizás�.
* De The Guardian de Gran Bretaña Especial para Página/12.
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