Por Fernando D�Addario
El primer Ayllón que pisó la costa peruana fue un esclavo negro, y nada más se sabe de él. De Eva Ayllón, su descendiente más ilustre, no hay hombre o mujer en ese país que desconozca sus valsecitos, sus boleros, su negritud musical tamizada por el romanticismo típico de una sufrida mujer limeña. Dieciséis años después de su primera visita a la Argentina, como parte de una delegación que rindió homenaje a Chabuca Granda a poco de su muerte, esta intérprete con veinte discos y más de un millón de unidades vendidas actuará hoy y mañana a las 21 en el Teatro Avenida (Av. de Mayo 1222). Hará, según anticipa en la entrevista con Página/12, un repertorio tradicional, con fuerte presencia afroperuana y cinco o seis canciones de Chabuca: �Yo la conocí hace 25 años. Ella me prometió que me traería a la Argentina. Y cumplió, pero lamentablemente no puede estar aquí conmigo�. En el transcurso de la charla no evita referirse a quien, para muchos, es la principal referente de la música popular peruana: �Yo la amaba, la idolatraba, y sigo amándola. Era una mujer muy suave, pero también muy estricta. Ella era la ley�.
�Lo mío es la raíz de la costa limeña y la parte negra del sur�, señala, como presentándose en terrenos estilísticos. La puntualización es oportuna, porque de la enorme riqueza musical que ofrecen las diversas regiones geográficas del Perú sólo se han conocido masivamente, más allá de las fronteras, los valsecitos tradicionales. A través del mecenas étnico David Byrne, y de la voz y el trabajo antropológico de Susana Baca (�me gusta mucho su música, lo de ella es más estilizado, mi estilo es más criollo, más popular�, define con certeza), llegaron a un público más restringido los landós, los festejos y demás ritmos provenientes del Africa. Poco se sabe de la música de la zona selvática, y mucho menos de la chicha, la música más popular del país, la salsa serrana, que es consumida por el sector más humilde de la población, que �del mismo modo que en buena parte de Latinoamérica� es mayoría. Dentro de este caleidoscopio musical, Eva Ayllón representa una síntesis de canción criolla, que expresa en cada uno de sus numerosos viajes al exterior: �Cuando actúo en otro país, la gente recuerda a su familia, los olores de su tierra, su casa. Lloran, se ríen, es como si por un rato, a través de mi canto, les devolviera un pedacito del Perú�, apunta.
�Perú se ha caracterizado por la presencia de mujeres que se destacaron particularmente en la música: Chabuca, usted, Susana Baca. ¿Hay una razón en especial?
�La mujer tiene un rol muy especial en la canción peruana. Es que en mi país las mujeres somos muy luchonas. En mi caso, porque he dado vuelta el sentido de muchos de esos boleros cantineros. Es tradicional eso de que el hombre le cantara a la mujer �que tú me engañaste, que me dejaste�. No estaban acostumbrados a que una mujer se los cante a ellos. Y yo se los canto a ellos y a ellas y se divierten mucho. Es una manera simpática de enrostrarles lo llorones que han sido toda la vida.
�Entonces, por eso de cantarle al amor y al desengaño, ¿estaría más cerca, por ejemplo, de Chavela Vargas que de Mercedes Sosa?
�Sí, aunque claro, lo de Chavela es mucho más dramático que lo mío. Lo que yo hago es un poco menos desgarrado, aunque sí he conocido el dolor, el desengaño, el sufrimiento en mi vida, y cuando una carga con esa clase de experiencias, la única manera de sacarlas del alma es cantándolas.
�¿Y Mercedes?
�Es una de las más grandes. Admiro su fuerza, la manera que tiene para expresar su canto.
�Pero usted prefiere no ahondar en política ni en cuestiones sociales.
�Es verdad. Creo que la política divide, y además, no entiendo nada. ¿Para qué me voy a poner a cantar de lo que no entiendo? Prefiero referirme a lo que conozco, las cosas cotidianas. Siento que así soy más sincera. Fue el canto el que me curó todos los dolores, y he tenido una vida muy dura. Soy madre soltera, tengo dos niños de 14 y 10 años, y desde muy pequeña traté de salir adelante. Cuando recién empezaba, salía a cantar todas las actuaciones con los mismos zapatitos, que tenían un hueco, y que cuando llovía debía ponerles papel de periódico para taparlos. Mi venganza ha sido, ahora que me va mejor, haberme comprado como cien pares de zapatos.
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