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“Los graves conflictos sociales ya
han tenido la tragedia de la muerte”

La Conferencia Episcopal emitirá hoy un documento alertando sobre la delicada crisis social. La revuelta popular en Tartagal obligó a los obispos de Salta y de Orán a volver a sus diócesis.

Los obispos Eduardo Mirás, Estanislao Karlic y Jorge Bergoglio en San Miguel.

Por W.U.

t.gif (862 bytes) Si desde el comienzo de la semana era evidente el clima de preocupación que reinaba entre los obispos reunidos en San Miguel, los violentos hechos ocurridos en Villa General Mosconi sumaron un factor más de inquietud y agregaron nuevos elementos de juicio para la declaración episcopal que será difundida hoy en horas del mediodía y en la que se hará una dura crítica a la situación económica y social, señalando la responsabilidad de la dirigencia y haciendo un llamado a la esperanza y la solidaridad de todos. Ayer los obispos dieron a conocer un comunicado en el que manifiestan “su profundo dolor por los graves conflictos existentes en diversos lugares del país, que ya han tenido en General Mosconi la tragedia de la muerte”.
Mientras los obispos de Salta, Mario Cargnello, y de Orán, Jorge Lugones, abandonaban apresuradamente la casa María Auxiliadora “para estar junto a su pueblo y ofrecerle su compañía, su consejo y su servicio”, el plenario episcopal se pronunció diciendo que “es urgente necesidad que todos contribuyamos según nuestras responsabilidades a la pacificación de los espíritus y a la solución de los problemas de justicia y solidaridad que los provocan, antes que haya otros males gravísimos”. Los obispos terminaron su breve declaración ante la coyuntura elevando una plegaria para que “el Señor de la Justicia y la Paz ilumine nuestros corazones para buscar con urgencia y sinceridad los caminos de encuentro y entendimiento que los argentinos necesitamos”.
Siguiendo con atención el desarrollo de los acontecimientos nacionales, los obispos continuaron ayer discutiendo el borrador del documento que se difundirá hoy, en el que buscarán reflejar su propia visión sobre la gravedad de la crisis, pero a la vez aportar palabras de “consuelo y aliento”, ofrecer criterios de análisis a partir de la doctrina social de la Iglesia y hacer un llamado a la responsabilidad de la dirigencia. “Argentina y la construcción del futuro” sería el título del documento de tres páginas de extensión cuyo texto final todavía se debatía y se votaba en la última sesión de la tarde.
Los obispos recibieron ayer nuevamente la asesoría de los expertos Cristina Calvo (economista), Santiago de Estrada (político y ex embajador argentino ante la Santa Sede) y del teólogo y especialista en doctrina social de la Iglesia, el sacerdote jesuita Juan Carlos Scannone. Con ellos se reflexionó sobre el desempleo, exclusión y educación, cultura del trabajo y la política como mediación del bien común. Por la tarde llegaron hasta San Miguel el presidente provisional del Senado, Mario Losada (Alianza), y el diputado justicialista Mario Cafiero, quienes informaron sobre su participación en el jubileo de los “responsables de la cosa pública” que acaba de celebrarse en Roma.
Cumpliendo con una agenda muy nutrida, los obispos tuvieron tiempo para recibir el informe del titular de Cáritas, Jorge Casaretto, y de reelegir al obispo de San Isidro, por dos años más, al frente del organismo de solidaridad de la Iglesia Católica.
Fuera del recinto donde se celebra la asamblea episcopal, el arzobispo Carmelo Giaquinta (Resistencia) afirmó que “a la economía argentina le faltan agallas” y “por eso tiembla y afuera no la respetan, bajándole la nota cuando se les antoja”. El obispo habló ayer ante un centenar de miembros de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) y les dijo que es “cosa de no creer” que la economía se vea afectada por declaraciones como las realizadas por el ex presidente Raúl Alfonsín en relación con la deuda externa. Algunos de los máximos dirigentes de ACDE habían acercado a varios obispos su posición contraria a las iniciativas eclesiásticas destinadas a cuestionar la legitimidad de la deuda externa y el pago de intereses. Giaquinta, titular del Consejo de Asuntos Económicos del Episcoado, dijo que la ayuda financiera que pueda recibir el país delFMI “se irá como agua por la rejilla, si no nos capitalizamos también ética y moralmente”.
Desde el extremo norte del país, el sacerdote Jesús Olmedo, párroco de La Quiaca y hermano del obispo de Humahuaca, acusó directamente a familiares del gobernador salteño Juan Carlos Romero de estar “mezclados en el tema de la droga”. En respuesta al gobernador, que atribuyó responsabilidades a los piqueteros en los hechos ocurridos en General Mosconi, el cura Olmedo le pidió a Romero que “tenga un poco más de dignidad y clase”, porque “hay mucha gente que está muriendo de hambre y usted no los puede llamar delincuentes”. El sacerdote agregó que “los delincuentes son los senadores” y, en tácita referencia al senador justicialista Emilio Cantarero, agregó que “uno es de su provincia que se lleva la plata de los obreros para firmar la ley laboral”.

 

OPINION
Por Washington Uranga

Un difícil equilibrio

Desde el mismo lunes, día en que los obispos se juntaron en San Miguel para iniciar sus deliberaciones, gran parte de ellos expresaban su preocupación por la responsabilidad de emitir un pronunciamiento sobre la crítica situación social que, sin rehuir la denuncia y las advertencias sobre la gravedad del momento, sirviera al mismo tiempo como un aporte positivo que, apoyado en la doctrina social de la Iglesia, transmitiera también un sentido de esperanza. Consuelo, aliento y esperanza fueron palabras reiteradamente pronunciadas por los obispos en las conversaciones privadas y en los pasillos de la casa María Auxiliadora.
No obstante la dificultad evidente de encontrar el tono “para no agregar más pálidas a los argentinos”, como confió un obispo en un diálogo privado, no se puso nunca en cuestión la decisión mayoritaria del plenario en favor de emitir una declaración. Los miembros de la jerarquía eclesiástica sabían que el Episcopado no podía guardar silencio en este momento del país. Máxime cuando, con independencia de la coyuntura, desde hace muchos meses los obispos habían decidido que la doctrina social de la Iglesia y las estrategias que de ella se desprenden para la Argentina serían el tema central del plenario episcopal de noviembre. La otra pregunta que varios de los obispos se formulaban rondaba acerca de la ineludible crítica a la dirigencia, en particular a la dirigencia política, pero sin desconocer el valor de la democracia y de la acción política “como mediación necesaria para el logro del bien común”.
En el trasfondo de todos estos temas estuvo la cruda descripción de la realidad que apareció en los dos primeros días del plenario, cuando cada uno de los obispos participantes presentó, en el llamado “intercambio de ideas”, un cuadro concordante respecto de la profundidad de la crisis social y un sinnúmero de preguntas –y temores– respecto de las imprevisibles consecuencias de la misma. La cruel realidad del mapa trazado hizo que incluso pasaran a un segundo plano las evidentes diferencias de estrategias y de estilo entre los obispos más inclinados por constituir a la Iglesia como interlocutor directo del poder a través del diálogo con las corporaciones y quienes prefieren optar por un trabajo de pastoral social más integrado a los sectores populares y de base.
La declaración episcopal que se conocerá hoy intentará ubicarse en ese equilibrio entre el señalamiento crítico, el consuelo a quienes padecen las consecuencias del modelo, el aliento de todo aquello que sea motivo de esperanza y la demanda de honradez y creatividad a la dirigencia.

 

 

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