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UN PAQUETE ACORDE CON EL ESCENARIO
Sheraton o Tartagal

Fernando de la Rúa y su ministro Machinea eligieron el Coloquio empresario de IDEA en el hotel marplatense para exponer sobre las nuevas medidas. Visto su contenido, fue una buena opción.

La dramática situación social no cupo en el nuevo paquete.

Por Julio Nudler

Los dos escenarios alternativos que demandaban anteayer un pronunciamiento presidencial eran el Coloquio empresario de IDEA, en el Sheraton de Mar del Plata, y la ensangrentada ruta 34 en Tartagal, cortada por salteños hambrientos. Al elegir como escenografía las mesas ricamente servidas de la entidad que preside Jorge Aguado, quien gobernara la provincia de Buenos Aires durante la dictadura del general Roberto Viola y es hombre de Francisco Macri, Fernando de la Rúa anticipaba la orientación de sus anuncios. Estos, efectivamente, buscaron apaciguar el hostigamiento de los mercados financieros a la Argentina y someterse a las imposiciones políticas del Fondo Monetario para conseguir su respaldo mediante una red de contención tapizada de dólares. Como es obvio, las nuevas medidas no contienen respuesta alguna a la desesperada situación de los desocupados ni de remedio a las causas que los convirtieron en parias del modelo, aunque en la ampliación del déficit fiscal eventualmente se incorporaría una partida extra para apagar estallidos sociales (ver página 4).
Los recursos contingentes que pondrán a disposición el FMI y otros organismos, más un conjunto de bancos, deberían provocar –como ya se insinuó claramente anteayer– un repunte en el precio de los títulos de deuda argentinos, lo que equivale a una reducción en las tasas de interés y en el riesgo-país. Esto atenuará la presión de los servicios de la deuda sobre el gasto público. Todo ello a pesar de que el Gobierno haya admitido finalmente que sus proyecciones para el 2001 eran muy alegres (lo cual podría decirse que ya había sido descontado por los especuladores, que no le creían ni media palabra al equipo económico argentino). La economía crecerá menos que lo prometido, por lo que no se alcanzará la recaudación impositiva escrita en el proyecto presupuestario (además del impacto de diversas desgravaciones) y el déficit saltará de 4100 a 6400 millones o más. Además, la meta del déficit cero se dilata del 2003 al 2005, lo que implica dos años más de incremento de la deuda. Todo esto exige modificar la Ley de Responsabilidad Fiscal, que pierde la virginidad con apenas un año de edad, lo cual ya la invalida como garantía hacia el futuro.
Aunque De la Rúa se justificó con el argumento de que “... estamos enfrentando un contexto internacional totalmente adverso”, ello dista de ocurrir. Por algo hay un generalizado panorama de crecimiento económico, del cual queda excluida la Argentina por sus problemas específicos, que la Alianza no ha sabido atender. Más allá de los obstáculos políticos que el nuevo paquete deberá sortear para pasar del papel a los hechos, su principal debilidad radica en la confirmación de una estrategia económica que llevó la situación hasta la actual encrucijada. La alta y de nuevo creciente tasa de desempleo no es un fenómeno circunstancial, fruto de un meteoro o una crisis en Brasil, sino un componente estructural del modelo establecido con la Convertibilidad en 1991, con retraso cambiario, apertura indiscriminada, desentendimiento del Estado, privatizaciones mal hechas, etcétera.
Como, fuera del sector servicios (comercio, banca, telecomunicaciones y otros), la Argentina quedó “primarizada” o “comoditizada”, la concentración en producir bienes con escaso valor agregado (es decir, poco trabajo local) conduce a un creciente desempleo. El valor agregado contenido en las importaciones sextuplica al incorporado en las exportaciones. Es por esto que, incluso en un buen año exportador, como está resultando el 2000, ello ni siquiera mitiga el grave cuadro social. El aumento de las ventas al exterior es atribuible al petróleo y algunos insumos (commodities) industriales, que se producen con muy escaso aporte de mano de obra. Que Repsol-YPF muestre enormes ganancias en su balance no implica derrame alguno de prosperidad hacia la sociedad.
El nuevo paquete de medidas no se ocupa de estas cuestiones, pero, por el contrario, promete un recorte en el ingreso de los futuros jubilados a través de la supresión de la PBU. Además, como se elevará la proporción detítulos públicos en los fondos jubilatorios que administran las AFJP, el ahorro forzoso de los trabajadores (11 por ciento del salario) quedará mayoritariamente sometido al riesgo de incumplimiento por parte del Estado. Puede temerse que, de volver a presentarse una situación en que no alcancen los recursos para atender los vencimientos de la deuda pública, la porción que se elija repudiar primero (o reprogramar a la fuerza) sea la mantenida por las AFJP. Pero de esos asuntos desagradables no se habla mientras no llegue el momento.

 

 

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