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EL “FIFTY-FIFTY” DE LAS ELECCIONES DEL
MARTES ABRE PASO A UN ABISMO CONSTITUCIONAL
El día que nacieron los Estados Desunidos

En los estados mayores políticos, en los medios y en la calle el panorama norteamericano es de una división sin precedentes tras las elecciones del martes. Una mitad del país se enfrenta a otra, en un eco amplificado de los días del escándalo Lewinsky.

La crisis en las primeras planas; a la derecha un cartel: �¿Cuándo terminará esta larga pesadilla nacional?

Por Martin Kettle
desde Washington

Todas las mañanas, millones de norteamericanos recitan la promesa de ser “una nación, bajo Dios, indivisible”. Pero la pregunta hoy, a varios días de unas elecciones limpiamente partidas por la mitad, es cuán cierto sigue siendo esto.
“La nación raramente apareció más dividida que ahora”, comenta David Broder, decano de los comentaristas políticos estadounidenses, en su columna del Washington Post. Broder era uno de los muchos norteamericanos que este fin de semana estaban contemplando el precipicio, y preguntándose cuánta recriminación poselectoral y desafíos judiciales podría soportar la Constitución estadounidense. “Dijimos que sí a un nuevo recuento, pero las acciones legales de las que habló elípticamente Daley (el jefe de campaña de Al Gore), deben ser encaradas con la máxima de las precauciones”, advirtió el Washington Post el viernes. Ayer, el diario abría fuego contra la campaña opuesta, criticando la decisión de la campaña de George W. Bush de apelar en favor de un cese del recuento manual de votos.
Típicamente, el estado de ánimo era más brusco en Nueva York. “¡Basta ya!” –proclamó el titular de primera plana del popular New York Post–. Paren de lloriquear, terminen de contar y miren para adelante”. Mientras tanto, en la Costa Oeste, el estilo era más suave, también típicamente. “Hay tiempo para resolver esto sin caer en la histeria”, aconsejó un editorial de Los Angeles Times.
El nivel de histeria era tan fuerte en la derecha como en la izquierda. La página editorial del Wall Street Journal, el parque de diversiones favorito de los conservadores norteamericanos, salió el viernes con una colección de reflexiones tan obsesivas como típicas. Los tres títulos lodecían todo: “¿Un golpe de Estado de Gore?”; “El pueblo se ha pronunciado; ¿escuchará Gore?” y “Bush tiene la culpa del triunfo de Hillary”.
“Hay dos Estados Unidos, y cuando usted mira al mapa electoral la división nunca ha sido más nítida –observa Ben Barber, profesor de la universidad de Rutgers–. Uno es un Estados Unidos a la antigua, de valores tradicionales. El otro quiere una sociedad mucho más abierta y diversa, más tolerante. Uno quería el impeachment para sacar a Clinton; el otro quería exonerarlo”. En la campaña electoral que todos pensaban que había terminado el martes, no se habló mucho del factor Clinton, pero el tema estaba fuertemente instalado, apenas por debajo de la superficie: las bocas de urna del martes mostraron que un 44 por ciento de los votantes decían que los escándalos del presidente fueron importantes a la hora de decidir en qué dirección inclinarían su voto.
La sensación de división en la Norteamérica moderna apareció con claridad en las elecciones del 7 de setiembre. Los norteamericanos se dividieron en un 50 a 50 en la elección presidencial, 50 a 50 en la del Senado y 50 a 50 en la de la Cámara de Representantes. Más de un comentarista citó esta semana las solemnes palabras de Abraham Lincoln: “Una casa dividida contra sí misma no puede sostenerse”.
Las divisiones han hecho surgir la chispa de las soluciones creativas en algunos medios. “Enfrentemos los hechos: esta elección es básicamente un empate”, dice Gail Collins del New York Times, para llamar a Bush y a Gore a reaccionar como corresponde, moderando sus reclamos de victoria absoluta. En el mismo diario, Thomas Friedman fue aún más lejos. “Este final sin precedentes para una elección estadounidense reclama una respuesta sin precedentes: una especie de gabinete de unidad nacional -sugiere–. Si Bush gana, debe nombrar a Bill Clinton como su secretario de Estado y dar a Al Gore un puesto en el gabinete. Si gana Gore, Colin Powell debe ir al Departamento de Estado y Bush debe obtener la Secretaría de Educación. Y lo digo seriamente, o más menos”.
Otros no lo hicieron. La revista satírica Orion celebró en primera plana la elección del “Presidente Bush o Gore” entre multitudes de “extasiados republicanos o demócratas” en un despacho fechado en “Austin o Nashville”. El comentarista radial Peter Loge tomó la idea, sugiriendo una “presidencia en tándem”. Si hicieran falta atractivo y seducción, Bush podría encarar las responsabilidades presidenciales; si se necesitara algo de conocimiento, las asumiría Gore.
Pero el verdadero estado de ánimo en Estados Unidos es la inquietud, y el enorme interés que la elección ha despertado ha empezado a convertirse en algo más aprehensivo. “Tenga cuidado de lo que desea –advierte el columnista Charles Kauthammer–. Es profundamente preocupante que el camino futuro de un país de 275 millones de personas deba determinarse en función de un puñado de votantes”.

 


 

TODO EL MUNDO SE BURLA DE ESTADOS UNIDOS POR SU CONFUSION ELECTORAL
Ahora ríen las “democracias imperfectas”

Por Brian Whitaker *
Desde Londres

En Serbia había un sentimiento de déjà vu: “Nunca podría haber vaticinado que lo que ocurrió en las elecciones de Yugoslavia se repetiría en Estados Unidos”, bromeó el nuevo presidente, Vojislav Kostunica, en una conferencia de prensa. Los norteamericanos podrían demorar hasta diciembre para descubrir quién ganó sus elecciones, mientras que los serbios lograron extraer un resultado en dos semanas: no con un recuento, sino al tomar por asalto el edificio del Parlamento luego de que Slobodan Milosevic intentara manipular los votos del 24 de setiembre. “Parece que el virus de la manipulación electoral ha llegado a Estados Unidos”, consideró Velimir Ilic, el alcalde de Cacak que a comienzos de octubre atravesó retener policiales al frente de hombres armados y una topadora para llegar a la toma del Parlamento de Belgrado.
Los rusos, quienes por décadas recibieron lecciones democráticas desde Estados Unidos, también se permitieron un poco de satisfacción. Alexander Veshnyakov, que dirige la comisión central de elecciones y fue criticado a comienzos de año por irregularidades en las elecciones presidenciales rusas, opinó que el sistema norteamericano “no es democrático y es confuso”, y aconsejó a los estadounidenses que aprendieran de Rusia. Boris Nemtsov, un dirigente liberal, ex vice primer ministro y receptor de frecuentes consejos norteamericanos sobre cómo construir la democracia, dijo esperar que Estados Unidos se deshaga de su colegio electoral y avance hacia la elección directa. “Entonces estarían al nivel de Rusia”, subrayó. Pero en una crítica a ambos sistemas electorales, el sitio web satírico www.anekdote.ru fantaseó que Estados Unidos pidió ayuda a la comisión electoral rusa para salir de sus dificultades: “Veshnyakov voló a Estados Unidos: las últimas cifras muestran que Vladimir Putin lidera la elección”.
En Zimbabwe –donde Robert Mugabe se mantiene en el poder desde 1980 y su última campaña electoral estuvo marcada por intimidación y violencia contra los opositores–, el portavoz del gobierno, Jonathan Moyo, consideró que era ilógico que Al Gore ganara el voto popular sin obtener la presidencia. “Nosotros no podríamos hacer algo así en Zimbabwe sin que nos amenazaran con sanciones.”
En efecto, el caos electoral norteamericano dio una oportunidad imperdible para que las “democracias emergentes” se burlaran de su maestro. Generalmente se espera que den la bienvenida a observadores internacionales para asegurar que sus elecciones sean limpias. Y si no lo hacen la ayuda económica desde Estados Unidos y otros países occidentales podría verse interrumpida. “Quizá los africanos deberían enviar observadores para ayudar a que los norteamericanos lidien con su democracia”, sugirió Moyo ante la BBC. El columnista Thanong Khanthong escribió en el Nation de Tailandia que “hablarán de la democracia norteamericana en acción, pero para la mayoría de la gente en el exterior la votación en Florida parecía un fiasco tercermundista”. El experto de relaciones internacionales M. Shahiduzzman en Bangladesh calificó al sistema norteamericano de todo o nada como “patéticamente imperfecto”.
India, que se ufana de ser la mayor democracia del mundo, tampoco tardó en asumir la posición de que “esto no podría pasar aquí”. El principal comisionado electoral, M. Gill, estimó que “Estados Unidos podría ser el país tecnológicamente más avanzado, pero nuestro sistema electoral es mejor todo el tiempo... Su sistema de electores es arcaico”. Admitió que el fraude era frecuente en India, pero señaló que cuando se descubrían irregularidades se celebraban nuevos comicios.
En el Medio Oriente, donde los presidentes obtienen habitualmente el 90 por ciento del voto, el diario libanés al-Safir se disculpó por haber informado prematuramente que Gore había ganado: en los países árabes, explicó, el resultado generalmente se conoce antes de ir a las urnas.

De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.

 

 

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