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EKRIMA SABRIM, GRAN MUFTI DE JERUSALEN, HABLA DE LA NUEVA INTIFADA
“Ya no se podía soportar un día más”

La �cumbre� que hoy realizarán Bill Clinton y el premier israelí, Ehud Barak, se abre con pésimo pronóstico, mientras la violencia recrudece en Cisjordania, Gaza e Israel. Aquí, el líder religioso de los palestinos explica las razones de la nueva guerra de las piedras.

El cadáver de otra víctima de la Intifada es transportado por las calles de Hebrón, Cisjordania.

Por Ferrán Sales
Desde Jerusalén

Ekrima Sabrim, el Gran Mufti de Jerusalén y Palestina, es a sus 62 años de edad la autoridad religiosa musulmana más importante de la Ciudad Santa y de los territorios palestinos, incluida la Explanada de las Mezquitas donde tiene sus oficinas y que fue el punto de arranque de la actual Intifada. Este hombre de firmes convicciones religiosas y políticas, amigo personal del presidente Yasser Arafat, es un combatiente infatigable, que vive inmerso en los avatares diarios de la revuelta de las piedras y de su propia Intifada personal en contra de algunos rabinos judíos, que “han llamado incluso a destruir la mezquita del Aqsa y reconstruir en su lugar el Templo de David”.
El prestigio espiritual y político del jeque Ekrima Sabri ha convertido algunas de sus fatuas –decretos religiosos–, especialmente las vinculadas con el futuro Estado de Palestina, en una fuente de controversia con las autoridades de Israel; como ésa en la que se prohíbe a los refugiados palestinos recibir algún tipo de compensación económica a cambio de permanecer en el extranjero, o la que veda a los musulmanes de Jerusalén Este la venta de sus propiedades a ciudadanos judíos.
–¿Qué justificación tiene esta revuelta palestina?
–El pueblo está harto. La población ha estado esperando durante años. El proceso de paz no ha servido para nada. Durante este tiempo la frustración se ha ido acumulando. Esto es lo que ha provocado la explosión de ahora, en las calles. Todos están hartos. No pueden ya soportarlo más. No han podido esperar más.
–El gobierno de Israel insiste en asegurar que esto es una guerra. ¿Está de acuerdo?
–Esto no es una guerra. Es una Intifada. ¿Cómo se puede considerar esto una guerra cuando lo único que hay son jóvenes enfrentándose con piedras y palos a las metralletas israelíes? De ninguna manera esto es una guerra. Lo que la gente quiere es que Israel se retire de los territorios ocupados. Nada más. Lo único que quiere la población es ser libre, recuperar su libertad.
–¿Confía en que esto pueda acabar en la mesa de negociaciones?
–No le puedo dar una respuesta clara. Me veo incapaz de predecir lo que pasará. Es algo misterioso. Tal y como están planteadas las cosas, la situación puede empeorar, pero tampoco descarto que mejoren. Nadie sabe a ciencia cierta lo que va a pasar. Todas las posibilidades permanecen abiertas, incluso una guerra formal. Todo depende de cómo evolucionen las cosas en los próximos días. Serán días decisivos. En cualquier caso le aseguro una cosa: si acaba habiendo una guerra en el sentido estricto, el único culpable de ella será Israel. Ellos la habrán empezado. No se nos puede culpar a nosotros de ninguna manera.
–¿Realmente teme que la situación pueda degenerar en una guerra abierta, en el sentido más clásico de la palabra?
–El primer ministro israelí, Ehud Barak, no ha abandonado la idea de formar un gobierno de unidad nacional. Si lo forma, entonces sí que habrá una guerra, se lo aseguro. No será precisamente una guerra contra los palestinos, sino contra Líbano o Siria.
–¿Acepta usted una negociación con Israel para poner fin al conflicto?
–Claro que aceptaría una negociación, en la mesa. Siempre es mejor que la guerra. Nadie lo pone en duda. Pero siempre y cuando el objetivo de esta negociación sea la retirada definitiva de Israel de los territorios palestinos, ocupados desde 1967. Y eso incluye Jerusalén Este. Estas son las dos condiciones para aceptar unas negociaciones de paz con los israelíes. Si las negociaciones no tienen en cuenta estas dos premisas, no servirán nunca para nada. No podrá haber paz.
–¿Para usted aún están vigentes los acuerdos de Oslo?
–Los acuerdos de Oslo están acabados. Ya no existen. Los chicos con sus piedras han dado por acabados todos los acuerdos de Oslo. Ahora quieren una cosa clara y tajante, que los israelíes se vayan definitivamente y de una vez de Cisjordania y Gaza y nos devuelvan Jerusalén. La clave es que Israel acepte aplicar las resoluciones impuestas por la ONU, que le ordenó abandonar las tierras ocupadas en una guerra y que permita al mismo tiempo el retorno a los refugiados.
–Y con los rabinos, ¿cree usted en un diálogo con ellos?
–No dialogaré con ningún rabino hasta que Jerusalén Este sea liberada. Estoy seguro de que, si lo hiciera, lo utilizarían para su propia propaganda y beneficio a través de los medios de comunicación. Nunca les voy a dar esa oportunidad.
–¿Tan mal se lleva con los Grandes Rabinos de Jerusalén?
–Hay rabinos que se han convertido en los primeros enemigos de los árabes y musulmanes. Su obsesión es tal que están creando problemas permanentemente a nuestra comunidad. Yo no estoy contra el judaísmo como religión, pero sí contra ciertos rabinos, que han llamado incluso a destruir la mezquita del Aqsa y reconstruir en su lugar el Templo de David. ¿Cómo cree usted que puedo sentarme junto a esta gente?
–Como líder religioso de Jerusalén, ¿no le preocupa el uso abusivo que se está haciendo en esta Intifada de los niños palestinos, provocando así su muerte?
–Nadie lleva o pide a los niños a tirar piedras contra los soldados israelíes. Nadie los obliga a ello. Nadie se lo ha pedido. Se lo puedo asegurar. Ellos van por su cuenta, por su propia decisión. Ellos también están hartos del ocupante. Pero además en la Intifada no sólo hay niños. Las nuevas generaciones palestinas tienen mucho coraje. Son valientes. Los niños de la Intifada no tienen miedo ni a las balas ni a los cañones.
–Otro instrumento de combate en esta Intifada tan controvertido como la utilización de los niños es la de los comandos suicidas. ¿Existe desde el punto de vista de su religión una razón que justifique o apoye este tipo de acciones?
–No existe una respuesta general. Depende de las personas. Si una persona interpreta que a través de su sacrificio personal sirve a los intereses de su país y sirve a su Dios, entonces le digo que es libre de actuar. El Islam no puede ni negar ni aprobar estas actuaciones. De la misma manera que ni el Mufti, ni el propio Arafat pueden aprobar ni prohibir las acciones de estos comandos suicidas.

 

Parte de guerra

Los enfrentamientos de ayer dejaron seis palestinos y un soldado israelí muertos. Los muertos desde el comienzo de la nueva Intifada palestina llegan a 208.
En este contexto, el premier israelí Ehud Barak se reunirá hoy en Washington con el presidente norteamericano, Bill Clinton, que ya se había entrevistado el jueves con el líder palestino Yasser Arafat. Pero fuentes cercanas a Barak señalaron que el premier no espera nada del encuentro.
Lo que hará Barak es enfatizar su oposición a la creación de una fuerza internacional de paz “para proteger a los palestinos”, propuesta por Arafat.
Estados Unidos afirmó que, efectivamente, se opondrá a la creación de esta fuerza mientras Israel también lo haga.
A esto hay que sumarle que, con la muerte de Hussein Abayat (un líder local del partido Fatah de Arafat) por un ataque israelí, el ánimo de los palestinos está más enardecido que nunca y que Israel continuará con sus “ataques preventivos”.

 

EL LEVANTAMIENTO PALESTINO DIVIDE A LOS DEFENSORES DE LA PAZ
Cuando la izquierda queda entre dos fuegos

Por Angeles Espinosa
Desde Jerusalén

La nueva Intifada no sólo ha ensanchado el abismo entre israelíes y palestinos sino que también está provocando importantes fisuras en la sociedad israelí. La izquierda, que tradicionalmente venía defendiendo la autodeterminación palestina, se vio sorprendida, primero, y paralizada, después, ante la revuelta. Ahora empieza a despertar, dividida, del sueño de un proceso de paz que se ha revelado insatisfactorio. Frente al silencio del establishment progresista, empiezan a oírse voces que reclaman la salida inmediata del Ejército y los colonos de los territorios palestinos.
Ni para Neta ni para Naamá fue una sorpresa. “Hace tiempo que temíamos algo así porque estamos en contacto directo con los palestinos de a pie, no con sus dirigentes, y sabíamos de su descontento y su frustración”, comentan. Ambas jóvenes forman parte del puñado de judíos israelíes que desde el primer momento salieron a la calle a pedir el alto el fuego y tratar de “despertar a la izquierda”. Sus manifestaciones en la plaza de Francia de Jerusalén han congregado a un grupo variopinto de activistas de lo que aquí se denomina la izquierda radical, principalmente antisionistas. Pero reconocen que son una minoría.
“Ellos nos obligaron a reaccionar”, admite Meir Margalit, concejal del izquierdista Meretz en el Ayuntamiento de Jerusalén. Margalit se unió enseguida a las protestas, pero no así el resto de su partido. “La confusión inicial estuvo motivada por la convicción de que (Ehud) Barak había ofrecido lo máximo que podía ofrecer, además al principio nos dio la impresión de que la revuelta tenía un tinte religioso que chocaba con nuestro laicismo”, explica. Ahora, Meretz se encuentra atrapado por la inminencia de unas elecciones: “La cuestión es cómo criticar a Barak sin que la derecha se aproveche de nuestros argumentos”.
El Partido Laborista ha asumido sin discusión el discurso oficial según el cual los palestinos los han traicionado y carecen de un interlocutor válido para seguir negociando. Incluso ministros considerados hasta ahora activos impulsores del acuerdo con los palestinos, como el titular de Exteriores y Seguridad Interior, Shlomo Ben Ami, han endurecido sus posturas en las últimas semanas. En palabras de un comentarista local, “la mayoría de los izquierdistas han hecho su paz con la existencia eterna de racimos de asentamientos en los territorios”.
“Me siento defraudada”, confiesa Lili Truman, una feminista que se identifica con la izquierda, “(la mayoría) no ha entendido lo que sucede y se pregunta por qué los palestinos nos hacen esto”. “No se han dado cuenta de que se trata de una lucha de liberación y de que tenemos que salir de los territorios ocupados”, añade. Truman, que es miembro de Bat Shalom, un grupo de mujeres por la paz, y ha participado con ellas en numerosas manifestaciones en todo el país desde el inicio de la Intifada, acusa a los partidos de izquierdas y en particular a Meretz, de indefinición respecto a qué hacer con los asentamientos, el futuro de Jerusalén, etc.
“Ni siquiera Paz Ahora, que siempre ha sido un movimiento muy activo contra las colonias, ha salido a reiterar esa posición”, denuncia. Para ella, se trata de un problema de identificación con el Estado de Israel: “En realidad, la diferencia está entre la izquierda sionista y la no sionista”, explica haciéndose eco del dilema moral que afronta el primer grupo entre los postulados que defiende y la anomalía que supone no aplicarlos al caso palestino. “Temen socavar el Estado si se alinean claramente a favor de las reivindicaciones palestinas”, concluye.

 

 

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