Por E.P.
Los porteños que no han
viajado como en peregrinación redondista a Mendoza y Rosario en
mayo o a Montevideo este viernes pasado (fueron muchos) no saben lo que
se han perdido. Pero tendrán una nueva e irrepetible oportunidad
de saber de qué se trata, finalmente, el fin de semana que viene.
El show en vivo que Manu Chao ofrece junto a su banda de franceses locos,
el Radio Bemba Sound System en realidad, una aguerrida formación
inspirada en la mejor escuela de música jamaiquina y punk, o sea
de Bob Marley a The Clash es de lo más impactante que puede
verse en directo en este mundo del espectáculo circense del rock
nuevo milenio. Ya sin los rosarinos Pablo Rodríguez (Piturro) y
Leonardo Seoane Vega (Tato) en las guitarras y voces, y con la incorporación
de un tecladista programador de impactante cabellera ubicado estratégicamente
arriba, al centro del escenario, el grupo ha sumado el kilometraje
suficiente para mostrarse como una ajustada maquinaria de reggae y sus
sabrosos derivados.
Entonces, aparecen los mejores momentos en las re-versiones de viejas
canciones de Mano Negra por ejemplo del notable Casa Babylon, que
nunca sonaron tal cual en esta parte del mundo y en la reinterpretación
de las que formaron parte de Clandestino. Más varios estrenos (La
vaca loca, el Marihuana boogie y otras) y el slogan
de esta gira que nunca parece concluir. El viento viene, el viento
se va, por la frontera. El hombre viene, el hombre se va, por la carretera,
vuelve una y otra vez dentro de las canciones que pasan por pequeñas
porciones de una grande y única. Como un mantra. Pero dentro del
dulzón gusto del reggae como ritmo madre desde el cual acelerar
o desacelerar, según la ocasión. Esa capacidad de tocar
y conmover, desde la sutileza y la ternura, también puede endurecerse
y entonces se suceden momentos de intensidad y fuertes descargas eléctricas:
la coda hard del Marihuana boogie que se funde en un Come
on, everybody!, Radio Bemba ya recortado y pegado sobre
el antiguo grito primal Mano Negra, The Monkey.
En estas tormentas, el gran capitán es el bajista y cómplice
Gambit, un ex Mano Negra vasco-francés de imponente físico
y un vozarrón que se transforma en un instrumento más.
El show en la húmeda pero fresca noche de Montevideo tuvo otros
ingredientes que lo convirtieron, seguramente, en un espectáculo
emotivo.
Con la energía propia que emanan estos hombres desde arriba del
escenario y la que volvía desde el público, entusiasta pero
levemente contenido (y esto no es malo, tampoco), se pasaron la noche
involucrados ambos en cantar canciones que suenan a conocidas aun antes
de conocerlas y con frases sueltas como sentencias, que se incrustan en
la cabeza y permanecen ahí, esperando volver a ser cantadas (hasta
con los samples, sucede). Manu Chao provoca estos climas con su presencia
y su sonrisa beatífica del palo. Es alguien que eleva cualquier
espíritu, cantando historias del camino, de sufrimiento pero también
con esperanza. De un mundo mejor, por qué no. En este contexto,
los discursos de pibes uruguayos en contra de la parcelación
de Cabo Polonio (algo así como El Bolsón versión
uruguaya) y a favor de una huelga universitaria con toma de los
edificios incluida que reclama por mayor presupuesto para la educación
pública, caben perfectamente y nunca rozan siquiera conceptos como
demagogia, mesianismo o nostalgia de un tiempo politizado y mejor. Esto
sucede aquí y ahora, cuando el continente es cada vez más
propiedad de un tal señor Matanza.
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