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OPINION

La extorsión de Machinea

Por Julio Nudler

José Luis Machinea eligió actuar como retransmisor, hacia los parlamentarios y los gobernadores, de la extorsión (emplazamiento, si la palabra suena demasiado fuerte) que el Fondo Monetario y el Banco Mundial le están planteando a la Argentina mientras la hostigan los mercados. Para obtener el denominado “blindaje”, el país debe avanzar en las reformas de “segunda generación” (por ejemplo el desplazamiento de las Obras Sociales por las prepagas o la virtual privatización del Pami, entre otras). Si la Argentina no hace lo necesario para que el FMI le provea la armadura y el yelmo, el país caería en el caos, según el término blandido por Machinea, caos que en estas circunstancias derivaría de la cesación de pagos. Siguiendo con la lógica de ese escenario, al final del camino saltaría por los aires la Convertibilidad.
Sin embargo, en el paquete difundido el viernes se mezclan elementos orientados a tranquilizar a los acreedores, como es el congelamiento nominal del gasto público primario, nacional y provincial (es decir, excluyendo el pago de intereses de la deuda, que sí podría aumentar), por los próximos cinco años. Esto implica que todo incremento de los recursos tributarios como consecuencia del crecimiento que logre la economía quedaría disponible para atender con más seguridad y rapidez los servicios del endeudamiento.
Ahora bien: la abolición de la jubilación por reparto, administrada por el Estado, y la eliminación de la Prestación Básica Universal no son medidas concreta y urgentemente vinculadas a la solvencia fiscal, sino a la ideología económica y social del Banco Mundial. Un mismo ahorro siempre puede lograrse por caminos alternativos. La elección de alguno de ellos expresa un criterio ideológico. Tal vez pueda ser necesario hoy asegurar determinado ahorro de recursos, pero nunca será ineludible hacerlo de una única manera y reclamar que ésta sea aprobada a libro cerrado.
Hay que recordar, además, que la reforma previsional de 1994 implicó para el Estado una fuerte pérdida de ingresos, a punto tal que en los últimos años ese solo factor, la introducción de la jubilación privada, explicó casi todo o incluso todo el déficit fiscal de la Nación. Hoy, cuando Hacienda le pide a las AFJP que le presten plata, comprando bonos públicos, les paga intereses por dinero (los aportes previsionales de los asalariados) que antes de la reforma ingresaba a Seguridad Social como lo que es: un impuesto. Es curioso que ahora la supresión lisa y llana del sistema de reparto se incluya en un paquete que procura el saneamiento fiscal, cuando ha sido la principal fuente de contaminación.
De pronto, y sin anestesia, el presidente De la Rúa y su ministro de Economía reconocieron que la situación es mucho peor de lo que ellos mismos decían, que no existe la reactivación de la que hablaban y que el déficit fiscal presente y futuro es muy superior a lo admitido. Esto equivale a admitir que, por la parte que le toca, Machinea hizo mal su trabajo. En su descargo menciona el daño político que causó la crisis del Senado y su desemboque en la renuncia de Chacho Alvarez. Pero esto lo que hace es extender la responsabilidad a todo el Gobierno, porque ¿de dónde salieron si no los sobornos para aceitar la sanción de la Reforma Laboral?
Si el ultimátum de la troika De la Rúa-Chrystian Colombo-Machinea a la Alianza misma, a los gobernadores y a la oposición legislativa es desoído, no es tan seguro que el país se precipite en una crisis inmanejable, porque se trata de un presagio interesado. Diríase sí, a lo sumo, que no es descartable. Pero lo que ocurriría con plena seguridad es la caída de Machinea y su reemplazo por Ricardo López Murphy u otra figura de parecido perfil. El más probable es con todo Murphy, que, como significa “papa”, está predestinado a que lo llamen cuando queman.

 

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