Por
Andrew Graham-Yooll
¿Hay
un solo estado ilegal?
Al
definir al estado ilegal (título de su último
libro, Rogue States, publicado por Southend Press) pasa lo mismo que con
la mayoría de los términos del discurso político.
Tiene dos significados. Sucede igual con propaganda, que varía
si es propia o del enemigo. En Israel se inventó una nueva palabra.
Mala propaganda es la del enemigo, la propia se traduce como
explicación y se asume que es cierta. Lo mismo sucede
con estado ilegal. Por un lado es un enemigo oficial de los
Estados Unidos; Cuba, por ejemplo. Pero si tomamos la definición
un estado que rechaza sus obligaciones internacionales, que actúa
unilateralmente, que se abre paso violentamente Estados Unidos es
el estado ilegal, por ser de lejos el país más
poderoso y extremo en la violación de la ley internacional, en
su rechazo de las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas. La posición oficial es que Estados Unidos no está
limitado por convenciones internacionales. Por ejemplo, Estados Unidos
rechazó el fallo de la Corte Mundial por el ataque a Nicaragua
y dio razones que son interesantes. El Departamento de Estado dijo que
antes podíamos contar con que la mayor parte del mundo estaría
de acuerdo con nosotros, si no sufrirían las consecuencias. Cuando
llegó la descolonización el mundo se diversificó
y no podíamos esperar más que todos estuviesen de acuerdo.
En consecuencia nos reservamos el derecho de decidir lo que está
dentro de nuestra jurisdicción. En el caso de Nicaragua significó
rechazar el fallo internacional contra el uso ilegal de fuerza.
Esto hace de los Estados Unidos el último poder imperial.
Lo que llamamos imperialismo del siglo XIX fue breve. Hubo un imperialismo
de ocupación real. Pero en su mayor parte la dominación
de estados no tomó forma de ocupación directa. Los Estados
Unidos no ocupan países actualmente, pero tenemos enorme influencia
en América Central y el Caribe. La conquista de las Filipinas fue
un imperialismo anticuado, llamado neocolonialismo, aunque fue simplemente
una relación de poder. Desde la Segunda Guerra Mundial Estados
Unidos no ha sido la única potencia, pero ciertamente es la más
poderosa.
Usted ha definido la frase intervención humanitaria
como el nuevo nombre del imperialismo y la diplomacia de cañoneras.
No estoy solo en eso. La Cumbre del Sur (South Summit) tuvo lugar
en abril. El G-77 (ahora con 133 países), y China, que representan
el 80 por ciento de la población del mundo, publicaron una extensa
declaración en la cumbre. Una sección condena el derecho
de intervención humanitaria en violación al Estatuto de
las Naciones Unidas, sin autorización del Consejo de Seguridad.
Esto quiere decir que estoy alineado con el 80 por ciento de la población
mundial. No siento que sea una posición aislada. La Cumbre del
Milenio, que fue un asunto bastante tibio, tuvo algunas intervenciones
con serio trasfondo. Una de ellas fue un llamado de Kofi Annan, el Secretario
General de las Naciones Unidas, que normalmente se retuerce para caerle
simpático a los Estados Unidos. Pero aun así, Kofi Annan
dijo que si bien no debemos renunciar al derecho de intervención
humanitaria, debe hacerse bajo los auspicios del Consejo de Seguridad.
Este es precisamente el tema que divide a los Estados Unidos y Gran Bretaña
y sus aliados, del resto del mundo.
¿Por qué ha sido aceptable la intervención
humanitaria en Kosovo pero no en apoyo de los kurdos, por ejemplo?
Antes que nada, no es correcto decir Kosovo sí, kurdos no.
Los Estados Unidos intervinieron contra los kurdos y apoyaron las atrocidades
turcas. Es muy común en Occidente evaluar la forma en que se hacen
las cosas. Es decir, mirar para otro lado. Eso deja el camino abierto
al argumento de Clinton y otros y es que quizás seamos inconsistentes,
pero no podemos hacer todo, etc, etc. Eso no es cierto. Los Estados Unidos
intervinieron en forma directa en Turquía, mucho más que
en los Balcanes, para intensificar las atrocidades. En realidad es asombroso
observarlo y esto pesa también en América latina. Turquía
ha recibido ayuda militar masiva por su posición estratégica.
Esa ayuda militar tuvo una escalada en 1984. No tenía nada que
ver con la Guerra Fría, ni con la Unión Soviética.
Tenía que ver con que en 1984 Turquía lanzó una gran
acción de contrainsurgencia contra los kurdos. Ahí creció
la ayuda militar de Estados Unidos. Se mantuvo alta y alcanzó el
máximo en 1997. En ese año, la ayuda militar fue mayor que
en todo el período anterior a 1984. Esto no es Guerra Fría.
Esto es los Estados Unidos proveyendo de armas pesadas y entrenamiento
para un asalto contra los kurdos. Se expulsaron dos o tres millones de
personas, hubo una enorme limpieza étnica, se destruyeron
alrededor de 3500 ciudades y pueblos. Fue siete veces peor que Kosovo
bajo el bombardeo de la OTAN, e incluyó la matanza de miles de
personas. Eso no es mirar para otro lado, es participar directamente.
¿Qué pasó desde 1997?
En 1999 Turquía era el principal receptor de ayuda militar
estadounidense, fuera de Israel y Egipto, que están en categorías
diferentes. En 1999 Turquía fue reemplazada por Colombia.
¿Por qué Colombia?
Porque Turquía ya había suprimido la resistencia kurda
e impuesto un dominio muy brutal y Colombia no. Colombia había
recibido más ayuda militar estadounidense que ningún otro
país del hemisferio. Hay que recordar que sustancialmente, aunque
no totalmente, la ayuda va a la gente que perpetra las atrocidades. El
Departamento de Estado acepta que los militares les subcontraten las atrocidades
a sus socios paramilitares. En 1999, mientras todos hablaban de la intervención
humanitaria en Kosovo, mientras los Estados Unidos era partícipe
de enormes atrocidades dentro de OTAN, trasladaba su participación
en atrocidades aun mayores en Colombia. Esto no es mirar para otro lado.
Y lo mismo es cierto en otros lugares. Por ejemplo, en Timor Oriental.
Llegamos a ser noticia en setiembre (1999) cuando los paramilitares del
ejército indonesio expulsaron tres cuartas partes de la población
y prácticamente destruyeron el país. A principios de 1999
las atrocidades eran mucho peores ahí que en Kosovo antes del bombardeo.
El ejército indonesio demostraba que iba a ser mucho peor si la
gente votaba por la autonomía en el referéndum. Los Estados
Unidos y Gran Bretaña apoyaron a los militares. Eso no es mirar
para el costado. No se puede hablar de inconsistencia. Hay una política
muy definida de intervenir y sostener atrocidades cuando es en apoyo de
nuestros intereses. Y siguiendo esa misma línea, hay intervención
militar cuando otro comete atrocidades y entonces se le llama intervención
humanitaria. Pero no hay inconsistencia y no hay doble mensaje.
¿Se hubiera evitado las masacres en los años treinta
de haber existido la intervención humanitaria?
Concretamente, Occidente no se opuso a las atrocidades. Tomemos
a Mussolini: su invasión de Abisinia fue formalmente condenada
pero aprobada internamente. Esto se ve en los archivos secretos abiertos
recientemente. El Departamento de Estado describió la intervención
de Mussolini en Etiopía en términos positivos. Lo elogiaron
por su éxito. Era muy querido en Gran Bretaña y los Estados
Unidos (no sé si en el resto de Europa) y se aprobaba lo que estaba
haciendo en Italia. Roosevelt lo describió como un admirable caballero
italiano. En 1939 Roosevelt decía que Mussolini era un tipo decente
pervertido por Hitler. Mussolini describió la invasión de
Etiopía como intervención humanitaria. Por supuesto,
fue una matanza horrible.
¿Y con respecto a Hitler?
Los británicos lo apoyaban bastante...
Vamos... ciertos sectores de la monarquía y algunas familias...
Me refiero al Foreign Office. No lo veían mal. El panorama
es confuso. Lo que se llamó el apaciguamiento de Chamberlain funcionaba
con Mussolini. No le temían. Los Estados Unidos no estaban comprometidos
en Europa. Hay un informe sobre Hitler de cuando anexó Austria.
Los principales asesores de Roosevelt decían internamente que esto
no era preocupante; era natural que los países de habla alemana
se unificaran bajo un líder fuerte. En 1937, la oficina europea
del Departamento de Estado describía a Hitler como un moderado
entre los extremos de derecha e izquierda. Fue la posición del
Departamento de Estado, que probablemente describiría también
a los generales argentinos. Veremos cuando se abran los archivos. Los
documentos decían que Hitler debía tener éxito o
las masas de pobres y las clases medias desilusionadas podían volcarse
a la izquierda. Esto fue en 1937. Otro ejemplo: los Estados Unidos criticaron
la guerra de Japón en Manchuria y la invasión de China.
Pero la posición sostenida por el embajador Joseph Crewe y por
el secretario de Estado Cordell Hull hasta Pearl Harbour, era que podíamos
establecer un modus vivendi con Japón si aseguraban los intereses
de EE.UU. en China. Japón no quiso y eso condujo a la guerra. Hay
un estudio académico sobre intervención humanitaria realizado
hace dos o tres años por un profesor de derecho. En el período
de 1928 hasta el estatuto de las Naciones Unidas en 1945 el autor identifica
tres casos de intervención humanitaria: la invasión de Manchuria
por Japón; la invasión de Abisinia por Mussolini y la anexión
de las Sudetes por Hitler. Se justificó la fuerza en términos
de objetivos humanitarios. Cuando Hitler tomó las Sudetes a Checoslovaquia,
se llenó de retórica sobre el fin del conflicto étnico
y la necesidad de ayudar a la gente. Fue un recordatorio de que todo uso
de la fuerza militar, quizás desde Atila, se inicia para el bien,
para ayudar a la gente que lo reclama, etc. Esto nos dice es que la acción
humanitaria hay que evaluarla.
Desde 1928, algunas palabras cambiaron pero los hechos son los mismos.
Va más atrás. Europa a fines del siglo XIX inició
su imperialismo por beneficio propio. Pero decía que era para elevar
a los salvajes, convertirlos en cristianos y llevarles cosas maravillosas
en nombre de la civilización. Todo humanitario. Y lo mismo cuando
Estados Unidos invadió a Cuba en 1898, en nombre de una libertad
que le impidió liberarse a sí misma de España. Esto
se hizo con la más elevada retórica. Peor fue la conquista
de las Filipinas donde se mató a cientos de miles de personas para
convertirlos al cristianismo, elevarlos, civilizarlos. William MacKinlay,
que era presidente, reconoció que las tropas estadounidenses estaban
llevando a cabo atrocidades en las Filipinas. Pero dijo que no era el
momento de discutir lo que estaban haciendo contra la gente que estaban
liberando, mientras ellos disparaban a sus libertadores. Primero había
que convencerlos por las armas que estábamos allí para brindarles
los beneficios de la civilización. Totalmente humanitario.
Proyectando eso...
Proyectando... Hay libros sobre guerra humanitaria. El único
caso que se cita comúnmente es la intervención francesa
en el Levante en 1860, para proteger a los cristianos. Sin embargo, si
miramos la historia, veremos que Francia, Inglaterra y el Imperio Otomano
estaban compitiendo por el poder en la región. Desde la Segunda
Guerra Mundial hay pocos casos de acción militar que tuviera consecuencias
benignas. Está la invasión vietnamita de Camboya en 1978
y 1979 que derrocó a Pol Pot. Eso detuvo el terror. El otro es
la invasión india de Paquistán Oriental, hoy Bangladesh.
Yo no las llamaría intervenciones humanitarias porque no lo eran,
pero sus consecuencias lo fueron. ¿Cómo reaccionó
Estados Unidos? En el caso de Vietnam reaccionó con amargura. Impuso
sanciones a Vietnam. Apoyó la invasión china para darle
a Vietnam una lección. En el caso de laIndia Henry Kissinger estaba
indignado. En aquel momento intentaba un viaje secreto a China, era un
contacto de relaciones públicas a través de Paquistán.
Temía que la invasión india lo pusiera en ridículo.
No importaba que la invasión hubiera salvado un par de millones
de bengalíes. ¿A quién le importó? Enfureció
a Kissinger y él quería imponer sanciones. También
tuvimos la invasión de Lyndon Baines Johnson a Santo Domingo en
1964. El ataque de Estados Unidos contra Vietnam del Sur se denominó
la defensa de Vietnam. Es como si a la invasión soviética
de Afganistán la llamáramos defensa de Afganistán.
Este es un reflejo del poder ideológico. Pero por supuesto se hizo
bajo un velo humanitario. El argumento para derrocar a Salvador Allende
fue proteger al pueblo de Chile...
Henry Kissisnger decía que los Estados Unidos no podía
permitir que un pueblo fuera tan estúpido que quisiera ser comunista.
¿Debemos esperar una intervención humanitaria en Colombia?
Primero tenemos que preguntar si es humanitaria. Segunda pregunta,
¿qué razón tiene la ayuda militar a Colombia? Ni
fingimos que sea humanitaria. Lo que se finge es un intento de detener
el tráfico de drogas, que tiene que ver con los intereses estadounidenses.
Una acción policial.
Es una acción militar contra el narcotráfico. Pero
¿es cierto? Siempre tenemos que preguntar de cualquier estado,
del propio o de otro, si el pretexto expuesto es genuino. Bien, ¿es
plausible en este caso que sea parte del control de la droga? Dudoso.
El gobierno colombiano, incluyendo las guerrillas, pide apoyo para desarrollar
cultivos alternativos, una manera de resolver el problema y crear oportunidades.
¿Cuánto del plan Colombia va a cultivos alternativos? Están
excluidas las zonas controladas por FARC. Los analistas de las Naciones
Unidas han señalado que las FARC piden ayuda para cultivos alternativos
y no han destruido los dirigidos por las Naciones Unidas en las áreas
que controlan. Esto es sugestivo. Por otro lado ¿cuántos
fondos se destinan a reprimir a los paramilitares quienes, hasta el Departamento
de Estado lo dice, son responsables de las mayores atrocidades y están
totalmente metidos en el narcotráfico? La respuesta es nada. Otra
pregunta, dónde está el problema de la droga. ¿En
Colombia? ¿O en los Estados Unidos? Hay que resolverlo en los Estados
Unidos. ¿Puede hacerse? Sí. En realidad, hay importantes
estudios del Pentágono, de la Drug Enforcement Agency (DEA), la
Rand Corporation y consultores militares, que analizaron cómo tratar
el problema de las drogas. Dicen que el tratamiento y prevención
es alrededor de siete veces más rentable que la criminalización.
Once veces más eficaz que el control de fronteras y veintitrés
veces más efectivo que destruir plantaciones de droga en países
extranjeros. Pero hoy, un gran número de adictos no puede conseguir
tratamiento. Cuando el plan Colombia fue llevado por Clinton al Congreso,
sólo un congresal o dos pidieron invertir pequeñas sumas
en prevención y tratamiento. El gobierno reconoció que era
más rentable. Pero lo que eligieron fue lo que sabían que
era lo menos eficaz para solucionar el problema de la droga. ¿Eso
apoya el argumento que esto está dirigido contra el narcotráfico?
Y una pregunta final, ¿qué derecho tiene Estados Unidos
de llevar la guerra biológica, con fumigación y ataques
militares, a otro país si ese país está produciendo
cultivos que los Estados Unidos no quiere? Gran parte del mundo está
obligado a aceptar las sustancias agrícolas letales estadounidenses,
bajo amenaza de severas sanciones comerciales. En realidad tienen que
aceptar hasta la publicidad de esas sustancias. En Asia, el número
de muertes por el tabaco en la población joven y de mujeres, creció
después que se vieron forzados a aceptar exportaciones estadounidenses.
¿Tiene China derecho a bombardear los Estados Unidos? Me parece
que si. Y esto es sólo parte de la historia. ¿Por qué
los campesinos colombianos cultivan coca? No porque les guste ni porque
sea saludable. En la década del cincuenta Colombia era unimportante
productor de granos. Ya no lo es. La producción triguera de Colombia
fue minada por exportaciones agrícolas subsidiadas desde los Estados
Unidos.
¿Qué pasó con el café?
El café es una fuente de divisas. Como la mayoría
de las materias primas tiene fuerte oscilación de precio. Para
la gran agroindustria no es un problema. Si no tiene ganancias un año,
los tiene el siguiente. Pero si usted es un pequeño productor campesino
no le puede decir a sus hijos: no se molesten en comer este año,
tendremos algún alimento el próximo. Cuando los países
productores de materias primas comenzaron a unirse en la década
del sesenta y formaron la Unctad, con propuestas para estabilizar los
precios de las materias primas, Estados Unidos no lo permitió.
En la década del 80, creció la producción de droga.
Un aspecto de lo estructural de los programas económicos que exportan
los Estados Unidos es que los países tienen que abrirse a la importación
agrícola norteamericana, que es muy eficiente y altamente subsidiada.
Eficiente debido a ventajas naturales, primero, pero un par de siglos
de intervención estatal mejora las condiciones. El Banco Mundial
les dice a los que se dedican a producir productos agrícolas para
exportación, que busquen ventajas comparativas. Eso es maximizar
los beneficios de la exportación. Pensemos en un campesino en Bolivia.
¿Cómo maximiza para exportar? Hay un camino: cultivando
coca. Las drogas son una consecuencia de los programas que se imponen.
La guerra contra la droga esconde muchas cosas. Es muy fácil decir
que somos humanitarios. La cuestión es si es verdad.
¿Qué nos dice todo esto de las intervenciones humanitarias?
Occidente se felicita por su magnífico humanitarismo al bombardear
Serbia, lo que incidentalmente aumentó las atrocidades... pero
mientras se felicitaban hubo atrocidades aun peores dentro de la OTAN.
¿Por qué se dio una lectura tan equivocada?
¿Quién leyó mal? Acabo de decirle que los líderes
del ochenta por ciento del mundo lo censuraron.
Pero el lenguaje político de Estados Unidos siempre habla
de acción humanitaria.
Esto no tiene nada que ver con lenguaje, es ideología. Así,
cuando el mundo, probablemente Argentina también, describe la invasión
de Vietnam como una defensa, no se trata de lenguaje. Eso es ideológico.
Eso es la subordinación de los intelectuales al poder del estado.
Durante la guerra de Kosovo intenté ver la opinión del mundo.
Aquí no se informó nada acerca de la opinión mundial.
Había que recurrir a fuentes extranjeras para encontrar algo. Era
interesante. Por ejemplo, la India, la democracia más grande del
mundo, describía la acción como diplomacia de cañoneras.
Israel, un estado cliente, expresó una condena muy dura. Un analista
militar lo describió como un retorno al imperialismo del siglo
XIX. En Egipto, otro estado cliente de Washington, el Al Ahram, diario
oficial, publicó una fuerte condena.
Pero el resto del mundo no hizo la misma lectura.
Eso se debe a la subordinación al poder. Si en otras partes
los intelectuales aceptan la posición de Estados Unidos y Gran
Bretaña, es sólo por su subordinación al poder. Y
no tiene nada que ver con el lenguaje usado. Si se retrocede a la retórica
de Hitler y Mussolini es igual. El lenguaje es un fenómeno importante
pero no es un asunto clave.
Entonces el lenguaje del poder no es el poder del lenguaje. Usted
es un analista político. ¿Ha puesto el lenguaje en segundo
lugar?
Mire los libros en mi escritorio. Lenguaje, derechos humanos, utilización
del agua en Israel, y gramática. Bueno, política también.
Por
qué Noam Chomsky
Por A. G. Y.
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De
la lingüística a la ideología
En realidad,
simplemente, porque sí. Un hombre que insiste en desmenuzar
la hipocresía del poder de su propio país, a buscarle
lo ridículo a los argumentos de la política y la mentira
en el discurso ideológico, tiene que ser escuchado en toda
oportunidad. El establishment político de Estados
Unidos arguye que Chomsky es más o menos un extremista a
quien nadie escucha. El responde que no puede estar tan solo, ya
que no le alcanzan las horas para atender a los periodistas y contestar
las preguntas de estudiantes. Se fija muy seriamente en las ironías
de la política de su país y de los otros.
Chomsky, nacido en Filadelfia en diciembre de 1928, hijo de un lingüista,
alcanzó fama mundial a través de sus estudios sobre
el lenguaje, en los años sesenta. Es visto como el fundador
de la lingüística moderna. Pero su análisis del
lenguaje lo llevó al estudio de la ideología y su
aplicación. De ahí surgieron sus libros más
conocidos, La cultura del terrorismo, Sobre el poder y la ideología,
El miedo a la democracia, Política y cultura a fines del
siglo XX, Los estados ilegales, de reciente publicación,
y su último libro, aún no publicado, La nueva generación
dice basta (The New Generation Draws the Line).
Desde su pequeña y abarrotada oficina en el Massachusetts
Institute of Technology, en Cambridge, Estados Unidos, donde ha
sido profesor desde 1955, ha mirado al mundo con sospecha hacia
todo pensamiento formal y uniforme. Es por eso que Chomsky requiere
pocas explicaciones, y mucha lectura. Estuvo de visita en Buenos
Aires por última vez en 1996. Esta entrevista tuvo lugar
el mes pasado en su oficina.
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