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La suerte de los Estados Unidos depende del misterioso chad
Manos mágicas le dirán el ganador

Escrutado el uno por ciento de los votos de West Palm Beach (Florida), las autoridades electorales del condado decidieron ordenar el recuento manual de todos los votos. La proyección estadística da la victoria al candidato demócrata Al Gore. Los republicanos intentarán frenar judicialmente el conteo.

Por Julian Borger *
Desde West Palm Beach, Florida

Para los fiesteros que volvían borrachos después de pasear por todos los nightclubs de Palm Beach, la imagen que veían les producía un asombro sin límites. Una nutrida multitud de periodistas y cámaras de televisión estaban alineados en un gigantesco campamento afuera de un edificio de oficinas, con la vista fija durante horas esperando el final de una escena que se desarrollaba en el interior. Detrás de los ventanales no había estrellas de cine ni políticos nacionales sino un fatigado conjunto de burócratas hundidos en sus sillas que levantaban rectángulos de cartón para verlos al trasluz de los tubos fluorescentes que los iluminaban la escena.
Desde el punto de vista de los que habían explotado al máximo la fiebre del sábado por la noche, la escena de la madrugada del domingo de ayer podía parecer la reunión de un club de extraños coleccionistas.
La realidad, sin embargo, era todavía más extraña. En esos delgados rectángulos estaba codificado el destino de los Estados Unidos y quizás del mundo, y a esos burócratas de esta rica ciudad balnearia había sido encomendada la tarea de descifrarlo. Cuanto más se miraba en ese cuarto fríamente iluminado tanto más extraño parecía.
El panel de burócratas en el interior de la pecera se inclinaba sobre cada cartón en busca de algo llamado chad, que en las últimas 48 horas se ha convertido en el proceso electoral norteamericano en el equivalente del quark en física: una partícula pequeña y oscura de la cual puede depender absolutamente todo. Las boletas de votación en el condado de Palm Beach son cartones rectangulares en los cuales hay un troquelado que los votantes deben agujerear, arrancando los pequeños rectangulitos ubicados a lo largo del centro de la boleta, al lado del nombre del candidato elegido. Cuando el agujereado del troquelado no fue perfecto, y el rectangulito no termina de desprenderse del cartón se convierte en un chad y en una amenaza a la democracia. Porque, en el conteo mecánico, las máquinas pueden reinsertar el rectangulito en el rectángulo de la boleta, y anular el sufragio. No ocurre muchas veces, es cierto. Pero cuando en el recuento de la elección presidencial en el estado de Florida el republicano gobernador de Texas, George W. Bush, le lleva una ventaja de sólo 350 votos (con nueve millones de sufragios emitidos) a su adversario, el demócrata vicepresidente Al Gore, cada chad adquiere una importancia capital.
Entre los hoteles de lujo y los clubes nocturnos de Palm Beach, la tarea del recuento manual cayó en un equipo formado por Theresa LePore, la especialista (demócrata) y funcionaria electoral que diseñó estas boletas electorales llamadas “mariposas”; Charles Burton, juez del condado; y Carol Roberts, comisionada del condado. Pero, en pro de la más literal de las transparencias, fueron contemplados por los medios de todo el mundo y acompañados por observadores políticos. El conteo, que abarcó sólo el uno por ciento del condado, empezó con una solemne invocación de LePore: “¡No toquen el chad!”.
La comisión examinó 4695 boletas. Le llevó once horas, y terminó ayer por la madrugada. “Es asombroso”, dijo excitada la observadora del Partido Verde, Medea Benjamin, “el destino del más poderoso país de la Tierra se baraja en estos mazos de cartas”. Después del recuento, el total de Gore había subido 33 votos y el de Bush, 14. Una proyección del resultado de este uno porcentual a la totalidad del condado arrojaba una victoria para el vicepresidente.
En un esfuerzo ejemplar de democracia abierta, los tres miembros del comité electoral de West Palm Beach discutieron entre ellos ante las cámaras la necesidad (o no) de proceder a un recuento manual total, pero estaban agotados de cansancio y a veces sonaron incoherentes. Carol Roberts, demócrata, insistió en votar ahí mismo si proceder al recuento total. El juez Burton, un demócrata menos comprometido, dijo que había queesperar hasta hoy lunes para pedir asesoramiento. A Theresa LePore le tocó decidir. Ella también es demócrata. Cuentan que lloró todos los días desde que se supo que por culpa de la boleta “mariposa” que ella había diseñado, Gore podría haber perdido la elección. Theresa estaba de acuerdo con las dos propuestas. Cuando le dijeron que eso no podía ser, votó porque se votara de inmediato.
El recuento manual quedó así decidido. Los contadores manuales corrieron a descansar, a ver si podían dormir un poco antes de enfrentar más días de recuento. A menos que los republicanos, que interpusieron una demanda judicial pidiendo que se suspenda el recuento, tengan éxito.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12


UN ANALISIS DE LAS FISURAS OCULTAS EN LA VIDA CONSTITUCIONAL
Descubrir que el emperador está desnudo

Por Alberto J. Olvera *

La sorprendente parálisis que vive Estados Unidos a raíz de la indeterminación del resultado de la elección presidencial constituye la gota que derrama el vaso de una crisis política latente en ese país. Durante muchos años el sistema político tuvo la notable virtud de poder adaptar las nuevas necesidades de inclusión social y política a un diseño legal e institucional casi premoderno. El método indirecto de elección presidencial es tan sólo la punta del icerberg de un sistema que demostró estar rebasado por las necesidades de una sociedad cambiante y francamente harta de la política y de los políticos en su forma actual.
El método indirecto de elección presidencial es un remanente de los arreglos que las elites regionales estadounidenses inventaron para evitar guerras civiles y poder mantener el frágil pacto federal que creó la nación. Ese sistema ya no refleja los problemas actuales de integración nacional, que se refieren hoy más bien a déficits de inclusión y apertura: la exclusión de facto de los pobres y las minorías del sistema político, la falta de opciones partidarias creíbles y el secuestro del sistema político por una reducida elite que a través del creciente costo de las campañas electorales ha cerrado la puerta de entrada a nuevos liderazgos y grupos.
En la década de los noventa un problema estructural del sistema político, a saber, el del financiamiento ilegal de los partidos (soft money), se convirtió en un verdadero escándalo nacional. Mediante el recurso de los “comités de acción política” las grandes corporaciones han evadido los frágiles controles legales que supuestamente deberían impedir la corrupción del sistema político por los intereses privados. La campaña electoral de este año no sólo ha sido la más costosa de la historia, sino también la más escandalosa en términos de la abierta compra por parte de intereses privados de la agenda de los partidos. Esto no sólo se aplica a nivel presidencial, sino que además afecta a todas las elecciones.
En realidad el sistema político padece una crisis de legitimidad. Las elecciones mismas resultan cada vez menos significativas, por ejemplo, los representantes (diputados federales) electos gozan de tantas ventajas derivadas de su propio puesto que el índice de reelección alcanza 95 por ciento, lo cual significa que carecen de sentido las elecciones mismas, que además se celebran cada dos años. A tal grado llega este problema que casi 40 por ciento de las elecciones carecen de candidatos de oposición. Esta situación, sumada a la falta de límites en el número de reelecciones, tanto de representantes como de senadores, conduce a un encerramiento del sistema político en una pequeña elite que cada vez más opera independientemente de los ciudadanos. Este hecho, aunado al soft money y a la exclusión, explica el bajo nivel de votación (50 por ciento de los electores registrados), lo cual es también un índice de baja legitimidad.
La total descentralización del registro de votantes y de la organización de elecciones a nivel de condado (una especie de gobierno municipal) ha dado lugar históricamente a pequeños fraudes electorales que pasan desapercibidos en medio del enorme tamaño de la nación. Más aún, el absurdo federalismo estadounidense ha permitido que las legislaturas estatales diseñen los distritos electorales de acuerdo con el interés del partido que tenga mayoría en ellas (gerrymandering), lo cual significa que en la práctica los ciudadanos quedan atrapados por los intereses de la clase política.
Esta crisis constituye una oportunidad para que Estados Unidos emprenda las reformas políticas que tan cuidadosamente se han evitado a lo largo del siglo XX. Parece necesario considerar un mecanismo de elección directa del presidente, una regulación electoral homogénea a nivel nacional, impedir efectivamente el financiamiento privado ilegal e introducir el financiamiento público de los partidos, así como promover el accesogratuito a los medios y permitir la entrada de nuevos partidos a la escena política nacional. Una tal reforma significaría un cambio trascendental y revolucionario en la vida pública de Estados Unidos, que en la práctica es poco democrática, altamente parroquial y profundamente inequitativa. Queda por ver si los grandes partidos políticos pueden asumir esta extraordinaria responsabilidad o si será necesario que un gran movimiento ciudadano ponga fin a este bipartidismo que ha devenido en meras maquinarias electorales carentes de ideología, programa, identidad y ética.

* Publicado en La jornada de México

 

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